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Hna María Martha Chambon
Era la humildad como práctica concreta del vivir, renunciando a sí misma para ser sólo de Dios. Y humildad era, sobre todo la consciencia de su pequeñez delante de la grandeza de Dios, en su misterio de amor revelado.


Por: Nicola Gori | Fuente: Tratado de “Vida de Sor María Martha Chambón”,



Sierva de Dios Hermana María Martha Chambon
(6 de marzo 1841, Croix-Rouge (Chambéry)- 21 de marzo 1907 , Chambéry)

La Orden de la Visitación , que ya había recibido de Dios el privilegio de acoger en sus claustros a santa Margarita Alacoque, confidente del Corazón de Jesús, tuvo también la gracia de contar entre sus hijas a Sor María Martha Chambón, para continuar la buena simiente ya esparcida.

Ésta recibió de Dios la misión de difundir la devoción a las santas Llagas, cómo fuente de bendición y de beneficio espiritual por los méritos de la Pasión del Señor, a través de la entrega de sí misma al sacrificio y a los dolores de Cristo.
En su existencia, las santas Llagas fueron el sostén y el pensamiento constante que la penetraron en todo momento, en su misma experiencia, en su vida espiritual, en el mensaje y en su vida comunitaria.


Nació en una pequeña región cerca a Chambéry en Saboya, cuando ésta formaba parte del Reino Saboyaño con capital, Torino. Hija de pobres campesinos de condición humildísima, logró realizar su vida de unión con Cristo, a través de una experiencia de inmensa profundidad y trabajo espiritual.

Ella, pobre, de escasa inteligencia, de aspecto poco agradable, sin saber leer ni escribir, es escogida por Jesús para hacerla su confidente privilegiada y mostrarle los tesoros de su amor, porque se había entregado por completo a Él, otorgándole plena disponibilidad, aún en la carencia de interés de su figura menuda, como signo de fuerza interior en su debilidad física e intelectual. Pero contaba sólo el amor, no la ciencia ni la cultura. Sor María Martha cómo una enamorada vivía continuamente en la presencia de su Esposo: desde pequeña había recibido frecuentes visitas del Niño Jesús que conversaba con ella, la ayudaba, la reemplazaba en sus labores más humildes. Era una sustitución íntima, radical, en la cual su alma se hacía una con Cristo.


Esta presencia permanente de Dios en su vida, será sellada por la elección que Dios hace de ella. El Señor se complació en hacerla partícipe de sus misterios, precisamente porque era humilde y pequeña. Nada habría impedido en ella la acción del Espíritu, porque su naturaleza se había consolidado sobre la Voluntad de Dios. Cuando era una niñita, la mandaban a pastorear la única cabra que sus padres poseían. Aquellos momentos eran una posibilidad de estar en la presencia de Dios. Siempre sola con el Señor.


Después de la Primera Comunión, el Niño Jesús en persona la acompañaba en los trabajos del campo y pasaba con ella las jornadas cómo hacemos con los compañeros de juegos. Y, era precisamente cómo un juego alegre, aquel permanecer en compañía del Niño divino, gozosamente, sin pensar en los peligros con la máxima apertura del sentimiento jocoso y de la amistad sincera y alegre.


Su familia no podía permitirse nada, ni menos perder dos brazos robustos para el trabajo, por esto su entrada en el monasterio fue vista como una dura prueba, de parte de sus padres, pero el Señor los recompensó en otra forma. Era necesario que fueran disponibles posteriormente: la niña, era toda de Dios y en su confíanza no admitía otro que Él.


Entró a la Visitación , porque en el Carmelo no la habían recibido a causa de su débil salud; supo realizarse cómo verdadera hija de los santos Fundadores. Fueron frecuentes sus íntimos coloquios con san Francisco de Sales, durante los cuales él la animaba a ser fiel a la Regla, por él redactada.
También aquí, la disponibilidad estaba asegurada y ella no perdía palabra de los labios del santo.


El santo Fundador había pensado la Visitación como comunidad, donde aún las personas débiles, que no fueron recibidas en otras Órdenes pudieran entrar, y este fue el caso de sor María Martha.
La comunidad, nido de oración y de amor, acogedora y de gran intercambio interior: para Quién comprendiese aquel amor había libre acceso.


En la Visitación fue acogida como conversa, y le fue confiado el encargo del pensionado, destinado a las alumnas que a causa de los sucesos políticos franceses, las monjas se vieron obligadas a abrir, no de buen agrado, para poder continuar como comunidad religiosa, después de la supresión.
No podía, ciertamente decaer aquel sentido fraterno de enseñanza y de intercomunicación. Con sinceridad de alma, de intelecto y aún de comportamiento.


Como escribía santa Juana Francisca de Chantal: “El Espíritu de la Visitación es un Espíritu de dulzura, es necesario conservarlo a toda costa, porque allí donde no se obra con este Espíritu, aunque cuando todo el resto fuese observado, no sería una Visitación ”: pues bien, ella supo ser siempre humilde y disponible a las necesidades de las religiosas y de las alumnas, prodigándose de mil maneras por el bien material y espiritual de su comunidad, aún a costo de sufrimientos e incomodidades, pero con fidelidad absoluta a este núcleo fundamental, de afectuoso y permanente contacto, dulcísimo y activo del alma y en el alma.


También anotaba la santa Fundadora: “Ha sido diseño de Dios, al instituir la Visitación, que nosotras fuéramos pequeñas y verdaderamente humildes. Si no somos tales, anularíamos los diseños de su Corazón amoroso”, y la humildad unida al amor fue un rasgo distintivo de la vida de sor María Martha.
Ella permaneció siempre sin relevancia y oculta, sólo los superiores estaban al tanto cuánto sucedía en su alma, mientras toda la comunidad desconocía tantas gracias, y sólo después de su muerte los manuscritos sobre sus experiencias fueron revelados a sus compañeras. Es éste un hecho bellísimo, que sólo una espiritualidad fuerte puede permitir: que un alma viva en dulcísimos coloquios con Su Señor, mientras las demás, las circunstantes, permanecen a oscuras en medio de tanta luz, que se difunde sobre todos y por todas partes.


De aquí en adelante, toda la comunidad se sintió más unida al recibir y transmitir el mensaje recibido y vivido verdaderamente por la humilde conversa, e hizo propia su misión, la de difundir la devoción a las santas Llagas. Que de experiencia personal, se abría a toda la comunidad en ardiente participación y disfrute, en la unidad salvífica de Cristo.


Decía san Francisco de Sales que “la santa humildad es tan necesaria a las religiosas, pero especialmente a las Hijas de la Visitación que tienen la obligación de practicar esta virtud”, y sor María Martha hizo de ella su distintivo, como característica de su vida de conversa en el cumplimiento de todas las labores que sus superiores le asignaban.
Era la humildad como práctica concreta del vivir, renunciando a sí misma para ser sólo de Dios. Y humildad era, sobre todo la consciencia de su pequeñez delante de la grandeza de Dios, en su misterio de amor revelado.


Se recuerdan algunos episodios de su vida dignos de las florecillas franciscanas, en las cuales su intercesión mueve la misericordia de Dios a hacer algún milagro a favor de la comunidad, porque los mismos dones con los cuales Dios la enriqueció no eran, un tesoro para sí misma, sino para todo el monasterio, en primer lugar y después, cómo consecuencia para toda la humanidad, en la universalidad del Amor infinito de Cristo.


A semejanza de santa Margarita María Alacoque, Apóstol del Sagrado Corazón, sor María Martha no salió del convento, ni siquiera habiendo recibido de Dios un mensaje importante para la Iglesia entera. Las dos almas, unidas bajo el mismo carisma de la Visitación, que tiene cómo emblema un Corazón traspasado por dos flechas, como había dicho san Francisco de Sales a santa Juana Francisca de Chantal: “He pensado, mi querida Madre, si está de acuerdo, que debemos tomar como nuestro emblema un único Corazón traspasado por dos flechas, rodeado de una corona de espinas; un pobre Corazón que sirve de base a una cruz que se colocara en el centro de la parte superior, y tendrá grabados los sagrados nombres de Jesús y de María”. Nótese el “pobre Corazón “, que se enriquece de la donación a Jesús y a María, con las mismas flechas de la Pasión.


Sor María Martha se inserta a título pleno en la tradición de la Orden, que ha sido privilegiada de Dios por haber concedido a santa Margarita María Alacoque ser la depositaria de los tesoros de su Sagrado Corazón. Por esto, sor María Martha continúa difundiendo entre las almas los tesoros de la Pasión de Cristo, enriqueciendo la Iglesia con el don de las santas Llagas, a las cuales el Señor concedió muchos privilegios.


Parece que san Francisco de Sales hubiera comprendido anticipándose a los tiempos, cuál habría sido la misión de su Orden: “Nuestra pequeña Congregación es de veras una obra de los Corazones de Jesús y de María. El Salvador moribundo nos ha engendrado de la herida de su Sagrado Corazón; y es por tanto justo que nuestro Corazón, a través de una asidua mortificación, permanezca siempre rodeado de la corona de espinas que estuvo sobre la cabeza de nuestro Señor, mientras el amor lo tuvo clavado en el trono de sus dolores mortales”.
El dolor, el trabajo, el Corazón traspasado, la muerte a nosotros mismos, la muerte y la resurrección del Salvador: todo esto une y funde el alma con Cristo y con todo el Orden, hasta hacerse Humanidad sufriente en el tiempo e inspirada en la eternidad.


Y la corona de espinas – la realeza humillada y triunfante - será precisamente una de las devociones particularmente apreciada por sor María Martha, antes ella probara en su carne los dolores que lancinaron la cabeza de Jesús durante la Pasión. Esta corona de espinas será la Llaga más apreciada por ella y la que le dará los más grandes favores de Dios, injertándose así admirablemente en la estela del santo fundador, Quién “cada día se retiraba espiritualmente en una de las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, comenzando y terminando la semana en el Sagrado Costado, en el Corazón del Salvador”.
El tiempo se insertaba así en la eternidad, a través de la cruz, y a través del camino directo y doloroso de la carne atormentada.


No debemos olvidar la extraordinaria experiencia mística tenida por esta sencilla conversa, que vive cerca de cuatro años y medio de sola Eucaristía: el Pan del Cielo fue para ella alimento no sólo del espíritu, sino también del cuerpo; cuando sus fuerzas la abandonaban, se confiaba en el poder de Dios; cuando la debilidad se apoderaba de su físico, ella invocaba el auxilio de Dios y cuando el demonio la asaltaba, ella se refugiaba en las santas Llagas del Señor.

Las Llagas del Señor eran su única defensa, la riqueza de su vida, su salvación permanente. Es este el camino del amor: anhelar totalmente el Amado, quererlo, conocerlo, experimentarlo completamente, no aceptar ningún otro fuera de Él, vivir siempre y únicamente en espera del encuentro, sufrir terriblemente por cada retardo. Desesperar de su posible ausencia o distanciamiento. Ni siquiera el enemigo podía abrirse caminos en aquella alma bendita y perfectamente rendida a su único Señor.


Y el Señor mismo reveló a la hermana las grandes potencialidades de las santas Llagas, tanto para los pecadores cómo para la Iglesia y para las almas del Purgatorio. Ella se complacía contemplándolas y honrándolas en la siguiente forma: Primero, la llaga de los pies, después el Costado, enseguida la mano izquierda, la mano derecha y por último, la cabeza coronada de espinas. Ninguna parte del Sagrado Cuerpo de Cristo debía contemplarse sino en la directa coparticipación y compasión, hasta la identificación por amor.


Un día, Jesús le reveló: “Yo concederé todo cuánto se me pida por la invocación de mis santas Llagas. Hay que difundir la devoción”, y ella fiel a la solicitud del Señor por toda la vida tendrá en sus labios la invocación enseñada por Él mismo: “Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de las Santas Llagas”. Obsérvese bien este nexo: las Llagas vividas en la propia persona son el don y el perdón, las arras de la misericordia, que es el pacto de salvación.


Toda la experiencia espiritual de la hermana María Martha se centra en torno a la Pasión del Señor, que la impulsa a colocarlo a Él en primer plano y la redención como base de toda la existencia. El Señor la conduce poco a poco hacia Él, como un excelente pedagogo, le enseña cómo amarlo y cómo vivir para Él y de Él, y ella se deja conducir de “su” Jesús, permanece tantas veces por horas, simplemente en silencio delante del tabernáculo, sólo por amarlo. Ninguna soledad la preocupa, sólo la de estar a solas con Dios, y esa ¡no es soledad!.


A quién le preguntaba qué hacía en las horas que pasaba inmóvil delante del Santísimo Sacramento, ella respondía que miraba a Jesús y así se intercambiaban el amor. La prueba que el amor era verdadero y profundo y no una simple exaltación o un hecho emotivo, sentimental era su unión habitual, profunda y permanente con Jesús. En todo momento, sin tregua. Cualquiera que fuera la situación y la condición del alma y aún del cuerpo, que debía experimentar en sí el eterno.


El Señor enseñó a la hermana a valorizar todas las pequeñas cosas cotidianas, los sencillos trabajos domésticos, como atender el refectorio del pensionado o recoger las frambuesas del huerto, todo se convertía en un momento de glorificación a Dios, sea por su presencia, sea por la alabanza que ofrecía a su Señor. El trabajo, la oración, la meditación, los quehaceres diarios: todo puede ser camino hacia lo eterno. digamos, ¡al alcance de todos!.


El ejemplo de Sor María Martha nos educa a la confianza absoluta en Dios, en su Providencia, a ofrecer aún en las cosas banales, a ser humilde y disponible a la acción de Dios en nosotros, colocando en primer plano la vida interior, como valor principal y único de nuestra existencia, de consumar en el amor.


Rosario de las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo

Nuestro Señor mismo enseñó estas dos invocaciones a la Hermana María Marta Chambon. Nuestro Señor se dignó hacerle, en favor de las almas que rezaren dichas invocaciones, promesas consoladoras y regaladísimas. Escuchemos al Divino Maestro:
"Concederé todo cuanto se me pida con la invocación de mis Santas Llagas."
"Es necesario propagar esta devoción."
"Debéis repetir con frecuencia cerca de los enfermos esta aspiración: Jesús mío, perdón y misericordia por los méritos de Vuestras Santas Llagas. Esta oración aliviará a su alma y a su cuerpo.
“Muchas personas experimentarán la eficacia de esta aspiración."
"El pecador que dijese la oración siguiente ´Padre eterno, yo os ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo para curar las de nuestras almas´ obtendrá su conversión."
"No habrá muerte para el alma que expire en mis Llagas. Ellas dan la verdadera vida."
"Un alma que durante su vida ha honrado y aplicado las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, ofreciéndolas al Padre Eterno por las almas del Purgatorio, será acompañada en el momento de su muerte por la Santísima Virgen María y los Ángeles, y Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz, resplandeciente de gloria, la recibirá y la coronará."



Al inicio:

Jesús, divino Redentor, sé misericorDioso con nosotros y con el mundo entero.

Amen.

Dios Santo, Dios Fuerte, Dios Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Amen.

Padre Eterno, ten misericordia de nosotros por la Sangre de Jesucristo,
tu único Hijo, ten misericordia, te conjuramos.

Amen.




Sobre los granos pequeños del rosario:


Jesús mio, piedad y misericordia por los méritos de tus santas Llagas.


En los granos grandes del rosario:


Padre Eterno, te ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para sanar las de nuestras almás.


Al finalizar se repite tres veces


Padre Eterno, te ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para sanar las de nuestras almás.



(La Congregación para la doctrina de la Fe, con decreto del 23 de marzo de 1999, ha establecido que: “Se concede a las religiosas del monasterio de la Visitación , así como a las personas que deseen orar en unión con ellas, la facultad de venerar la Pasión de Cristo con las plegarias siguientes, que corresponden a las invocaciones sugeridas por la Sierva de Dios Sor María Martha Chambón”).

(Tratado de “Vida de Sor María Martha Chambón”, autor: Nicola Gori)


Para pedir informaciones se ruega escribir a:

nicogo@tiscali.it
 







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