El episcopado de Filipinas, los cristianos y las elecciones
Por: Paolo Affatato | Fuente: www.lastampa.it/vaticaninsider/es
En el circo inmenso, caótico y lleno de colores de la campaña electoral que acaba de comenzar en las Filipinas, es necesario «ser simples como palomas, astutos como serpientes»; los obispos del archipiélago explicaron con muy buen tiempo de anticipación (a principios de un semestre que, con tonos que irán seguramente aumentando, llevará a la elección del mes de mayo) los peligros, las dificultades, las trampas, los desafíos, las orientaciones que afrontarán los electores de la nación más católica del continente asiático (con más del 85% de la población que profesa el cristianismo).
Las elecciones que se llevarán a cabo en la próxima primavera en Filipinas se anuncian como elecciones llenas de una fuerza simbólica inédita. Mientras Benigno Aquino jr. dejará el palacio presidencial de Malacanang en Manila, la elección de su sucesor será el día del 30 aniversario de la llegada al poder de uno de los presidentes más populares de la historia de Filipinas: su madre Corazón Cojuangco-Aquino, que sucedió al dictador Ferdinando Marcos.
En medio del Año Jubilar, durante la ronda electoral del 9 de mayo se votará tanto para elegir al presidente como para elegir al parlamento y las administraciones locales, en una contienda politica que ha puesto en juego alrededor de 18 mil puestos de gobierno. Es decir, se trata de una elección que podría redefinir el rostro del país.
Partiendo del Evangelio de Mateo, los obispos componen un decálogo especial para orientar a los electores, comenzando con una consideración de la doctrina social cristiana: la Iglesia no sostiene a «sus» candidatos, por lo que hay que desconfiar de quien se presenta como «candidato del episcopado».
Obispos, sacerdotes y líderes religiosos, además, se comprometen a abstenerse de declaraciones o acciones que puedan dar la impresión de que la Iglesia apoye a determinado líder político.
Evaluar la cualidad de un candidato o de una opción politica, se observa en la guía de los obispos, es tarea de los fieles laicos que juzgarán según las enseñanzas de la Iglesia. El secreto para tomar la decisión correcta es tener en cuenta, a la hora de ver a los candidatos, el «modelo de Cristo, que vino para servir y no para ser servido», verificando su coherencia evangélica, tanto en las palabras como en sus acciones.
Un punto que la Iglesia expresa claramente es el que se relaciona con quienes exponen ideologías laicas: los electores, al elegir según su conciencia, sin dejarse condicionar por sondeos o investigaciones, «no deben sostener a ningún candidato cuya ideología quiera transformar a Filipinas en un estado laicista que no tolera la presencia de la religión en el espacio público».
De la misma manera, precisa el texto, no pueden ser apoyados «programas políticos que incluyan iniciativas diametralmente opuestas a las enseñanzas morales de la Iglesia sobre cuestiones como el aborto, la eutanasia, el restablecimiento de la pena de muerte, el divorcio o la definición del matrimonio cristiano».
Pero esto no significa votar exclusivamente por fieles cristianos, puesto que «hay candidatos válidos de otras comunidades cristianas y de otras religiones», se lee en la exhortación de la Conferencia Episcopal.
Y también se lee una petición clara para todos: evitar a los políticos que «insultan o difaman a los adversarios, en lugar de concentrarse sobre los programas», y denunciar las formas de coerción o de intimidación para favorecer a algunos candidatos.
En este periodo electoral, insistió hace pocos días el cardenal de Manila Luis Antonio Tagle en una carta al clero, la Iglesia siempre debe estar atenta a no dejarse instrumentalizar, manteniendo una actitud neutra y evitando principalmente mezclar los sacramentos con eventos políticos y de campaña electoral. Por ello, es mejor que los candidatos se abstengan de organizar bautismos, matrimonios o confirmaciones, pues podrían provocar esta confusión.
«La Eucaristía —escribió Tagle— es signo de unidad. Su celebración no debería ser vista como un favor o un apoyo a un candidato, a una organización o partido particular».
Y los sacerdotes, en primer lugar, en calidad de «guías espirituales» están llamados a seguir siendo «ministros de la unidad y de la armonía», evitando prácticas, discursos o encuentros según los cuales podrían ser etiquetados como «de parte» o «facciosos».
Estas indicaciones no son una novedad en las Filipinas, en donde el llamado «voto religioso» (es decir guiado o condicionado por aparatos eclesiásticos) ha sido objeto de estudios y, según algunos observadores, ha resultado incluso determinante en algunos momentos históricos. Por ello, José Palma, arzobispo de Cebú, importante ciudad que se encuentra en el centro de Filipinas, prohibió claramente el uso de las iglesias para la campaña electoral y los discursos de carácter político durante las misas; además pidió a los sacerdotes que no se tomaran fotos con los candidatos.