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Misericordia y aborto



Por: P. Sebastián Correa Ehlers | Fuente: CEC



25 septiembre, 2015

El anuncio del Papa Francisco de conceder a todos los sacerdotes la facultad de perdonar el pecado de aborto durante el año jubilar de la misericordia parece haber movido las aguas. Detrás de este anuncio hay conceptos que es bueno tener claros.

¿Tiene límite la misericordia de Dios? Ciertamente no. Y la Iglesia tiene como misión hacer tangible esa misericordia infinita de Dios en medio del mundo. Es por ello que no hay pecado que la Iglesia no esté dispuesta a perdonar: asesinato, robo, mentira, estafa… aborto.

Si esto es así, ¿qué tiene de novedoso el anuncio del Santo Padre? Hay algunos pecados cuyo perdón, en razón de su gravedad, están reservados al Obispo o a quien éste faculte. Este es el caso del aborto. Por ser un pecado de extrema gravedad -ya que es un atentado contra la vida de una persona indefensa- sólo los Obispos tienen la potestad de absolverlos en confesión. El Santo Padre, pensando en la profunda ruptura que significa esta dura realidad para muchas mujeres, ha concedido a todos los sacerdotes durante ese año de gracia la facultad de perdonar sacramentalmente a todas aquellas que, estando arrepentidas de corazón, busquen el perdón de Dios por este acto tan contrario al amor divino.

¿Esto implicaría que la Iglesia ha cambiado su posición en contra del aborto? No. Es justamente la conciencia del profundo mal que ejerce el aborto (tanto en la madre como en el hijo) lo que lleva a la Iglesia a tratar de sanar con la misericordia de Dios las heridas de aquellas madres que tomaron esa decisión errada.



La Iglesia, Madre de Misericordia, debe vivir el amor con todos. Es esa necesidad universal lo que la lleva a defender con fortaleza a los pequeños que son amenazados en el vientre de su madre y también a perdonar y acompañar a las madres que optaron por quitar la vida a un hijo.

Si la Iglesia perdona a las mujeres que abortan, ¿por qué no está a favor de legislar al respecto? Por la misma razón que se opondría si se quisiera legalizar la estafa, el robo o el asesinato. Es una ley injusta que atenta contra los más indefensos en su derecho primordial: el derecho a vivir. Dios perdona siempre cuando encuentra un corazón arrepentido. Si no reconocemos el mal por su nombre, y nos arrepentimos de haberlo cometido, dejaremos la misericordia de Dios estéril.

 







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