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Aprender a ser mamá
La tarea de ser mamá se aprende día a día. Ser mamá se hace, no se nace


Por: Vivian Jeannette Forero Besil | Fuente: Catholic.net



Cuando era niña jugaba a ser mamá. Paseaba a mis muñecas, las bañaba, peinaba, les daba tetero, en fin, hacía un sin número de actividades que me brindaban alegría. Hoy en día, este ideal no se aleja de la realidad. Soy mamá y me da satisfacción poder brindarle a mi hijo esa protección que por instinto tenía guardada en lo más profundo del corazón.

La tarea de ser mamá se aprende día a día. Entre el éxito y el fracaso, se logran pequeñas metas: que nuestro bebé aprenda a sentarse, a gatear, a caminar, a correr, a saltar. Y cada peldaño que se avanza es una alegría inmensa, como es una angustia total, cuando las cosas no nos salen como esperamos.

Debemos combinar tantas tareas, además de las de formar, atender la casa (aunque también laboremos fuera de ella), porque una mujer no puede desligarse de estar alerta de los pequeños detalles de orden, limpieza y belleza del rinconcito donde se desarrolla su vida y la de los seres más queridos. “¡Es una cosa de primera importancia el trabajo en el hogar! Por lo demás, todos los trabajos pueden tener la misma calidad sobrenatural: no hay tareas grandes o pequeñas; todas son grandes, si se hacen por amor. Las que se tienen como tareas grandes se empequeñecen, cuando se pierde el sentido cristiano de la vida”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones, 109 ).

Ser mamá se hace, no se nace. A veces pretendemos planear absolutamente nuestras vidas, lo que vamos a estudiar, en qué momento casarnos, en qué momento tener los hijos y cuántos… Cuando en realidad, la felicidad no se planea, se alcanza a través de lo que hacemos cada día y de lo que logramos, sin ser tan cuadriculados en la acción. Con lo anterior no estoy sustentando que no debamos planear nuestra vida, sino que es importante dar pasos pausados buscando perfeccionar nuestra vida diseñando un proyecto, para el cual se deben direccionar metas apuntando al desarrollo de cada dimensión de la persona humana.

No nacemos con una guía mágica para educar; eso se aprende a través de la paciencia, la formación de hábitos, la exigencia con amor, la cotidianidad, la calidad en el tiempo que  dediquemos a nuestros hijos, en cada una de las etapas de su crecimiento, porque una madre nunca deja de serlo. Un hijo siempre necesitará escuchar su consejo sabio.



Dentro del PPV (Proyecto Personal de Vida) debemos alcanzar la máxima en lo cognitivo, social, afectivo, espiritual, corporal, axiológico, ético, estético, comunicativo; todo lo anterior en un contexto social, respetando a la persona en su singularidad, como única e irrepetible.
Cuando se busca a través del PPV la meta de formar una familia (dimensión afectiva), se involucran todas las demás dimensiones: entregarse a la pareja, respetarla, amarla (dimensiones ética y axiológica), siguiendo las enseñanzas de Jesucristo nuestro Señor (dimensión espiritual); manteniendo una sana alimentación y hábitos (dimensión corporal); conservando buenas amistades (dimensión social); valorando la belleza de la creación (dimensión estética); buscando el entendimiento a través del lenguaje (dimensión comunicativa). Todo ello enmarcado en el binomio perfecto del hombre y la mujer, que con su unión hacen que a través de los designios de Dios, sean papás.

Qué triste es cuando escuchamos a menudo a las parejas jóvenes que se casan que no desean tener hijos; que el tiempo propicio es cuando se cualifiquen, viajen por todo el mundo, compren apartamento, vehículo, etc. Qué tal que nuestros padres hubiesen pensado así, ¡no existiríamos!
Somos un tanto egoístas al pretender manejar el mundo con nuestras manos, al tratar de limitar y/o obstaculizar que se dan las cosas por naturaleza. Actualmente se habla sin restricción alguna de la píldora para evitar e interrumpir el embarazo, del aborto, del abandono de los hijos, de temas que aparentan modernismo pero que en realidad van en contra de la ética, la moral y los valores de la persona.

¿Cómo una mujer puede enfrentarse a sí misma, a su conciencia, cuando decide no asumir su rol de mamá? Está negando su esencia, su naturaleza, su amor propio. Ser mamá es un milagro de Dios. Ver a esa personita, sentirla, acariciarla, abrazarla, llenarla de besos., decirle un te amo. Nada es incomparable con este camino maravilloso de la maternidad.

“¡Qué misterio tan grande el de la maternidad! Sólo una mujer es capaz de comprender lo que supone acoger en su seno a una nueva criatura, su hijo, fruto del amor conyugal. Sólo una madre sabe lo que significa gastarse y desgastarse por su hijo, sólo una madre puede comprender qué es dar a luz… Sólo la madre, posee ese sexto sentido por el cual se vincula a su hijo”. Beato Juan Pablo II, carta apostólica (Mulieris dignitatem), 1988.
 

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