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Educación Integral

Decálogo de la persona equilibrada
Una persona equilibrada ha ido elaborando sentido de la vida


Por: Enrique Rojas | Fuente: Indicadores de la madurez de la personalidad



Personalidad y persona son dos conceptos muy próximos. La personalidad es la forma  de ser de un sujeto, la suma de las pautas de conducta que tienen tres raíces la herencia,  el ambiente y la propia experiencia de la vida. Es el sello particular de cada uno. Una  gran orquesta de donde hay distintos instrumentos de viento, de cuerda, trompas y por  supuesto un piano, como se da en lesos cinco grandes conciertos para piano y orquesta  de Beethoven. La persona es el director de esa agrupación orquestal, que es capaz de  mezclar, reunir, ensamblar esa diversidad de elementos para dar lugar a una sinfonía  espléndida.  Llegar a ser una persona equilibrada es una tarea de artesanía psicológica. Alcanzar el  ser cada vez más libre (con minúscula) e independiente  y con una buena armonía, es  una aspiración importante. Es más diría que el puente levadizo que conduce al castillo  de la felicidad, tiene una puerta central de entrada, que se llama equilibrio personal.

La palabra equilibrio significa armonía, estabilidad, madurez, en una palabra ir  consiguiendo un cierto estado de plenitud, de buena conjunción entre los distintos  ingredientes que se hospedan dentro de nuestra forma ser. Todo equilibrio humano es  siempre algo inestable. Se va accediendo a él a través de un crecimiento paulatino,  secuencial, sucesivo. Hay grados de equilibrio. Y además, debo subrayar que es un  concepto dinámico: no es algo a lo que uno llega y se instala allí y ya de por vida reside  en ese espacio psicológico. No se trata de algo estático, sino que está en movimiento.  Dicho de otro modo, los avatares de la vida, las mil y una cosas que nos pueden suceder  en tan distintos planos, nos cambian, modifican, alteran y nos sacan de la pista.  Voy a intentar resumir que es una persona equilibrada en un decálogo, con el fin de que  los lectores puedan seguir mis ideas, para analizarlas, escrutarlas y por supuesto situarse  a favor o en contra de mi teoría.

1. Conocerse uno a sí mismo: en el templo de Apolo en Grecia había una inscripción en  el frontispicio de la entrada que decía: conócete a ti mismo, lo que quiere decir saber  cómo uno es, que características tiene, en una palabra, saber las aptitudes y las  limitaciones que uno tiene. Esto es un avance, que evita embarcarse uno en empresas en  las que sabe que no van a salir de forma adecuada. No me refiero aquí a un estudio  documentado de uno mismo, sino tener apresadas las claves de uno mismo.

2. Tener un buen equilibrio entre corazón y cabeza, entre sentimientos y razones.  Podríamos decir que la afectividad y la inteligencia son las dos notas más características  de nuestra persona.  El siglo XVIII entronizó la razón y corresponde a la Ilustración,  que culmina con el enciclopedismo y culmina con la Revolución Francesa en 1789. Por  el contrario, el siglo XIX es el Romanticismo, que significó un giro copernicano, la  exaltación de los sentimientos y las pasiones. Durante todo el siglo XX, ambas posturas  han estado a la gresca, sin haber podido encontrar la fórmula filosofal que los encuadre  de forma sana.

En nuestro caso, esto se traduciría de la siguiente manera: no ser ni demasiado sensible  psicológicamente, ni de una frialdad cerebral gélida. Ser capaz de manejar  simultáneamente la afectividad y la razón, en una buena proporción. Está claro que al  ser la vida tan rica y compleja, existirán momentos en los que necesitemos ser especialmente cartesianos (la lógica y los argumentos) y otro en los que el énfasis deba  ponerse en lo emotivo (en ocasiones lo efectivo es lo afectivo, jugando con las palabras).



3. Ser capaces de superar y digerir las heridas del pasado. La ecuación biográfica sana  podría quedar dibujada en la siguiente fórmula: una persona equilibrada es aquella que  vive instalada en el presente, tiene asumido el pasado con todo lo que eso significa y  vive esencialmente abierta hacia el porvenir. La felicidad consiste en tener buena salud  y mala memoria. Pasar las páginas negativas de nuestra vida es un ejercicio de salud  mental. Sino, corremos el riesgo de convertirnos en personas agrias, amargadas,  resentidas, dolidas, echadas a perder…atrapadas en la tupida red del rencor.

Resentimiento significa sentirse dolido y no olvidar: por esos vericuetos se convierte  uno en neurótico. Habría mucho que hablar aquí, pero el tiempo y el espacio de este  articulo no dan mas de sí.

4. Una persona equilibrada es aquella que tiene un proyecto de vida coherente y realista  con tres grandes notas hospedándose en su seno: amor, trabajo y cultura. No es posible  vivir sin un programa de vida. La improvisación y el ir tirando son malos consejeros.  Cada uno de estos tres grandes temas se abre en abanico y se cuela por los entresijos de nuestro paisaje interior, poblando la ciudadela que cada uno somos, en un espacio  habitable en donde amor y trabajo conjugan el verbo ser feliz. No hay felicidad sin amor  y no hay amor sin renuncias. Y la cultura: la estética de la inteligencia, un saber de  cinco estrellas que nos lleva a poseernos, a ser dueños y señores de nuestra parcela  exterior e interior. El que no sabe lo que quiere no puede ser feliz. El que no ha sabido  diseñar un esquema de futuro, vive al día, amenazado por los vientos del momento, que  le traen y le llevan de acá para allá.

5. Uno de los síntomas más nítidos de equilibrio es tener una voluntad sólida, firme,  recia, compacta, consistente. Voluntad es para ponerse uno metas y retos concretos e ir  a por ellos. Voluntad es determinación, apuntar a los objetivos sin detenernos ante nada,  sabiendo que una persona con voluntad llega en la vida más lejos que una persona  inteligente. Habitan en su interior varias notas claves, que forman parte de esta  territorialidad y que son: el orden, la constancia, la motivación y la disciplina. Las llamo  las joyas de la corona. La voluntad se educa desde edad temprana, mediante la  costumbre de vencerse en lo pequeño. No despreciar las pequeñas peleas de la vida  ordinaria, ese es un gran campo de entrenamiento, que nos lleva a no despreciar las  pequeñas escaramuzas en donde uno se vence y se crece ante las dificultades.

6. El gobierno más importante es el gobierno de uno mismo. Equilibrio es saber lo que  uno quiero, hacia donde se dirige, saber dominarse y no perder los estribos a pesar de  las dificultades, roces, provocaciones y fracasos. Muy entroncado con esta idea, está el  aprender a darle a las cosas que a uno le pasan, la importancia que realmente tienen: es  decir, justeza de juicio para valorar los hechos que nos suceden de modo ecuánime,  templado, buscando una cierta objetividad. Este es el subsuelo psicológico que nos hace  dueños y señores de nuestra persona. El juicio sereno hace de intermediario pasión y la  razón. Esto, como casi todo, se aprende.



Aprender a desdramatizar y no convertir un problema en un drama. Ser capaces de verse  uno a si mismo desde el patio de butacas, intentar deslizarse uno por los pasadizos  nuestro castillo interior, viendo lo que hay, lo que se ve y lo que se camuflo por los  rincones de sus estancias mas diversas.

7. Otro indicador es el siguiente: haber ido creciendo con modelos de identidad  positivos, atrayentes, fuertes, con coherencia interior, nos arrastran a imitarlos.  Estamos en una sociedad técnicamente muy avanzada, con unos logros imponentes; pero en lo humano, tengo que decir que estamos en una sociedad psicológicamente  enferma: neurótica, permisiva, que fomenta conductas hedonistas que más tarde  condena, muy perdida en lo fundamental. En ese clima en el que hoy nos movemos,  están de moda los modelos rotos: la televisión se encarga de presentarnos a los famosos   que no a los de prestigio­ con su vida partida, troceada…muchos consumen horas a la  semana enganchados y narcotizados con estas historias huecas de personajes vacíos.  Historias y personajes que van siendo copiados por muchos, que luego andan sin  brújula. La seducción por el sensacionalismo negativo.  El modelo positivo es alguien atrayente, que provoca admiración y que nos conduce a  conocerlo más y a imitarlo. Yo recuerdo en mis años juveniles que tuve dos modelos  cercanos, el de mis padres y el de mi hermano Luis. Mi padre fue unos de los primeros  psiquiatras de España, estudio en Alemania y constituyó el quinteto de los primeros  catedráticos de Psiquiatría de nuestro país. Mi madre, sin tener carrera universitaria –  eran otros tiempos­, hablaba francés y alemán y era una fuera de serie. Mi hermano me  enseñó a estudiar y a ser ordenado y su ejemplo fue decisivo para mí.

8. Buena capacidad para la convivencia. No conozco nada más complicada que  convivir. Es un arte que necesita tanto de la pasión como de la paciencia. Saber pasar  por alto los roces y dificultades, es algo que necesita tiempo y capacidad de observación  y evitar una sensibilidad psicológica demasiado fina. La convivencia es tolerancia y  respeto del espacio del otro. Y no llevar cuentas de fallos, errores, atranques,  dificultades y cosas similares.

9. Una persona equilibrada ha ido elaborando sentido de la vida. La  palabra sentido  cobija en su senos tres significados: 1) Sentido es dirección: saber hacia dónde me  dirijo? 2)Sentido es contenido: tener fuertes los argumentos por los que vivir, que la  cabeza se pueble de lo  mejor: amor y trabajo conjugan la felicidad? 3) Sentido es  coherencia de vida, que luchemos porque existan dentro de nosotros el menor número  de contradicciones posibles.

10. Tener una salud física básicamente positiva. Este punto daría para mucho. El que  tiene una enfermedad física importante –desde un padecimiento crónico, a una  enfermedad incapacitante, desde una diabetes difícil de controlar a un lupus eritematoso  o una depresión bipolar, etc. puede perder el equilibrio o desdibujarse éste por  exigencias de ese estado somático.

 

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