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Sínodo de la Familia. Si me aman, cumplirán mis mandamientos
Sin la confrontación de ideas el verdadero amor será la primacía para alcanzar la justicia


Por: Néstor Mora Núñez | Fuente: http://www.religionenlibertad.com/



Ayer hablando con un amigo sobre las ideologías y los problemas que nos traen; me comentaba que él pensaba que Dios daba primacía a la misericordia sobre la justicia. Este tema de las primacías es muy peligroso porque son una herramienta ideologizadora de gran eficacia. Una herramienta diabólica que os separa y destroza. Crear una jerarquía de elementos, todos ellos necesarios y relacionados, predispone a seleccionar los que “nos gustan” y desechar los que nos “contradicen”. 

Leamos lo que nos dice San Agustín: 

…porque como está escrito que todos los caminos del Señor son misericordia y justicia, ni su gracia puede ser injusta ni su justicia cruel” (San Agustín. La Ciudad de Dios XII, 27, 2) 

Dios es omnipotente, lo que le hace misericordioso y justo al mismo tiempo. Si pensáramos en la primacía de la misericordia, estaríamos sesgando o limitando la Voluntad de Dios y aceptando que Dios puede ser injusto (aunque no lo digamos claramente) cuando se prima la misericordia. 

Pero el verdadero problema viene cuando esta visión sesgada se vuelca en nuestra acción en el mundo. Nosotros, seres humanos limitados e incapaces, distamos infinitamente de ser omnipotentes. Nuestra misericordia suele ser injusta y nuestra justicia inmisericorde. Sólo podemos actuar de forma justa y misericorde cuando lo hacemos como herramientas movidas por la Gracia de Dios. 



Si hacemos click y entramos en “modo” pelagiano, encima nos arrojamos la capacidad de ser misericordes de verdad, sin contar con la Gracia de Dios. En este caso, una misericordia no movida por Dios, termina haciendo barbaridades considerables. Pongamos un ejemplo: cuando primamos la acogida buenista a la verdadera misericordia. La misericordia que espera al arrepentimiento para señalar el origen del sufrimiento: el pecado. 

También podríamos primar las acciones justicieras inmisericordes, enarbolando la espada de la justicia sin piedad, pero esta actitud no está bien vista hoy en día, ¡gracias a Dios! Nos olvidamos que la Caridad es esencial para que la misericordia sea verdadera. Dios mismo debe ser quien nos mueva a cumplir con Su Voluntad. 

La verdadera misericordia es justa, por lo que no habría confrontación de ideas (ideologías). El amor (caridad), que ayuda a superar prejuicios, voluntarismos y sesgos, sería el principal protagonista. Las normas vacías se llenarían de Dios para acoger a quienes sufren por el pecado personal o social, en el que viven

Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomadmi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.(Mt 11, 28-30) 

Esta es la oferta del Señor: tomemos su yugo, sus mandamientos, nuestra verdadera naturaleza humana, que llenos de la Gracia permiten superar el dolor y el sufrimiento. Lo que Cristo nos propone es la santidad como camino de vida para llegar a El, la Verdad









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