Cada proceso de canonización conlleva un largo y minucioso estudio dividido en varias fases. La primera parte la lleva a cabo un postulador en la diócesis local.

SILVIA CORREALE
Postuladora
"Se recogen todas las declaraciones de los testigos que han conocido de cerca, que han trabajado, que han sido amigos. Todo documento, carta, declaración que haya llegado explicando alguna gracia obtenida”.

Este informe se presenta ante la Santa Sede y una vez aprobado por la Congregación para la Causa de los Santos, el candidato se convierte en Siervo de Dios.

Después se analiza si vivió virtudes heroicas dependiendo de cómo siguió en su vida el camino del Evangelio. De esta forma el Siervo de Dios es reconocido como Venerable.

CARD. JOSÉ SARAIVA MARTINS
Prefecto Emérito de la Congregación para las Causas de los Santos
"El único argumento para probar la heroicidad, en otras palabras, es la misma vida de la persona. Aquellos que van en misión dando su vida sacrificándose completamente. Eso es una heroicidad evidente, obvia”.

Llegado este punto, es necesario demostrar un milagro atribuido al candidato para que sea nombrado Beato. Científicos, médicos y teólogos serán los encargados de estudiar y aprobar la veracidad del milagro.

JOSÉ SARAIVA MARTINS
Prefecto Emérito de la Congregación para las Causas de los Santos
"Se requiere un milagro para la beatificación y otro para la canonización, pero debe de ser después de la beatificación. A menos que sea un mártir, porque si se trata de un mártir, no es necesario demostrar un milagro”.

Por lo general, el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos preside, en nombre del Papa, la ceremonia de beatificación en algún lugar relacionado con la vida del candidato y desde ese momento puede ser honrado con culto.

Por último, será necesario demostrar un segundo milagro realizado después de la beatificación para que sea por fin nombrado santo.

El proceso de canonización culmina con una ceremonia en San Pedro presidida por el Papa. La importancia de esta declaración es que se considera parte del Magisterio infalible de los Papas.


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