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Donde no está Dios, “no puede haber nada bueno”, explica el papa
Presenta su voluntad como “el criterio-guía de nuestra existencia”


Por: . | Fuente: Zenit



CIUDAD DEL VATICANO, 17 de julio de 2011

Benedicto XVI considera que para que la vida dé fruto debe tener como “criterio-guía” la voluntad de Dios, pues donde Él no está, “no puede haber nada bueno”.

Esta fue la conclusión a la que llegó en este domingo, al meditar en el encuentro con los peregrinos que llenaban el patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, con motivo de la oración mariana del Ángelus, en la parábola del sembrador y la cizaña, que presentaba el pasaje evangélico de la liturgia del día.

Con estas reflexiones, afirmó, “el divino Maestro invita a reconocer ante todo la primacía de Dios Padre: donde no está, no puede haber nada bueno. Es una prioridad decisiva para todo”.
“Reino de los cielos significa, precisamente, señorío de Dios, y esto quiere decir que su voluntad debe ser asumida como el criterio-guía de nuestra existencia”, aclaró.

Jesús compara el Reino de los cielos con un campo de trigo, siguió explicando el obispo de Roma, “para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo tiene una fuerza vital que no puede suprimirse”.

“A pesar de los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno sólo si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina”, indicó.
Por eso, en la parábola de la cizaña, Jesús advierte que, después de la siembra del dueño, “mientras todos dormían”, aparece “su enemigo”, que siembra la cizaña.

“Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces”, destacó.

El pontífice citó a uno de sus autores favoritos, san Agustín de Hipona, quien escribía: “primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno”.

Y el famoso convertido añadía: “si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio”.

A partir de esta reflexión, el papa concluyó: “si somos hijos de un Padre tan grande y bueno, ¡tratemos de parecernos a Él!”.

 

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