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El Papa Francisco y la comunicación

El Papa Francisco y la comunicación
En el discurso que pronunció el Papa Francisco ante los Obispos del CELAM en Río de Janeiro hay varios temas que puede ser de interés analizar desde el punto de vista de la comunicación. Sin ánimo de ser exhaustivo propongo solamente algunos.


Por: Jorge Oesterheld | Fuente: Publicado en el nº 16 de la revista Vida Nueva, 25 de agosto 2013



El "hoy" y la actualidad

Los comunicadores trabajamos pendientes de la actualidad y esto nos ha ganado en la Iglesia un lugar "de escasa valoración", para decirlo con cierta elegancia. Esa obsesión por la actualidad, que es tan valorada en otros contextos, es poco apreciada y en muchos casos descalificada en el ambiente eclesiástico. Lo podemos plantear de otra forma: en una institución con dos mil años de historia y consagrada a las verdades eternas, dedicarse a "la actualidad" es como ocuparse de cosas poco importantes.

Es interesante relacionar estos prejuicios sobre "la actualidad" con lo que dijo Francisco sobre "el hoy" en Río de Janeiro: "Dios es real y se manifiesta en el "hoy" (...) El "hoy" es lo más parecido a la eternidad; más aún: el "hoy" es chispa de eternidad. En el "hoy" se juega la vida eterna." Creo que pocas veces un Papa ha dicho algo tan importante para los que queremos hacer presente al Señor en los medios de comunicación.

Cuando estamos atentos al "hoy" de nuestras vidas, nuestras sociedades, nuestras comunidades eclesiales, no nos estamos distrayendo en lo anecdótico o superficial; estamos buscando en nuestro tiempo y nuestra realidad la presencia viva de Dios. Anunciar el mensaje de Jesús en los medios de comunicación no consiste en ir a buscar al pasado frases o imágenes que iluminen el presente, sino profundizar en el presente hasta encontrar en él ese Dios cercano que camina a nuestro lado. Jesús es de nuestro tiempo, camina adelante, no atrás. Analizando los hechos, averiguando nuevos datos, criticando conductas, proponiendo ejemplos, compartiendo mensajes, buscamos encontrar y mostrar las huellas del amor de Dios a los hombres y mujeres de este "hoy", de esta actualidad.

La cercanía y el encuentro

Nos recuerda el Papa: "En Aparecida se dan de manera relevante dos categorías pastorales que surgen de la misma originalidad del Evangelio y también pueden servirnos de pauta para evaluar el modo como vivimos eclesialmente el discipulado misionero: la cercanía y el encuentro."

Hace tiempo que en la Iglesia se habla de la necesidad de "cercanía y encuentro". Ya lo hemos dicho tantas veces que suena poco creíble. Podríamos decir que a fuerza de repetirlo hemos logrado instalar una "cercanía y encuentro teóricos" que terminan siendo más bien "distantes, lejanos, abstractos". El tema no es menor, porque como dice Francisco, se trata nada más y nada menos que de la "pauta para evaluar".

¿Qué es ser cercano? ¿abrazar niños y enfermos? ¿Estar disponible a cualquier solicitud? ¿tener un estilo de vida que no nos aleje de la gente? Sin dudas es todo eso, pero ¿nada más? Para los comunicadores ¿qué es ser cercano? ¿qué es salir al encuentro?

Fácilmente nos topamos con prejuicios: un cura (o un laico) en un hospital, es cercano, un cura (o un laico), frente a una computadora es lejano. Imágenes tramposas. Se puede estar en un hospital muy lejos del dolor y frente a una computadora muy cerca. Solo si pudiéramos mirar los corazones encontraríamos una respuesta. La verdad es que hay espacios en Internet que son cercanos y otros que son lejanos; otro tanto podemos decir de programas de radio o de televisión; de libros o publicaciones. También hay capellanes, religiosos, enfermeras, cercanos o lejanos. Tanto en "los medios" como en "la vida real", la diferencia está en detalles que pueden parecer insignificantes: el tono, los ejemplos, la mirada, los temas...

El mismo Santo Padre señala en ese discurso que ninguna de estas dos categorías es nueva, "sino que conforman la manera cómo se reveló Dios en la historia. Es el "Dios cercano" a su pueblo, cercanía que llega al máximo al encarnarse. Es el Dios que sale al encuentro de su pueblo." Dios es cercano porque se inserta en el hoy de nuestra historia.

Nuevamente la pregunta ¿qué es ser cercano para los comunicadores, qué es para ellos salir al encuentro del pueblo de Dios? Y nuevamente el esfuerzo por superar prejuicios y frases hechas que se han grabado a fuego en el corazón de pastores y rebaños: ¿Quién es más cercano, el que toca el timbre en una casa o el que se mete en ella a través de esos invisibles hilos de las nuevas tecnologías? ¿el que charla mate por medio y una estampita en la mano, o el que desde la radio, la tele o la compu, entra en un diálogo a veces silencioso y profundo con alguien que nunca conocerá personalmente? Tampoco en estos ejemplos podemos encontrar una respuesta sin meternos en el "hoy", en "la actualidad" de cada uno de ellos. Pero ciertamente tanto en un caso como en el otro se puede ser cercano o lejano.

Escuchemos otra vez a Francisco: "Hay pastorales planteadas con tal dosis de distancia que son incapaces de lograr el encuentro: encuentro con Jesucristo, encuentro con los hermanos. Este tipo de pastorales a lo más pueden prometer una dimensión de proselitismo pero nunca llegan a lograr ni inserción eclesial ni pertenencia eclesial." Esas "dosis de distancia" se pueden dar en un encuentro vía satélite o en uno "vía mate". Todo dependerá no solo de las formas más o menos amables, sino también de la distancia que ese encuentro tenga con "el hoy" de las personas y los pueblos. La distancia que hay que medir es la que hay con respecto al "hoy". Las pastorales distantes son las que desde los conceptos enumeran verdades válidas para cualquier persona de cualquier continente o época histórica, las cercanas siempre están entrelazadas con las vidas concretas y la actualidad.

Proselitismo o inserción eclesial

En el párrafo citado el Papa nos dice que esas pastorales distantes quizás sirvan para hacer proselitismo pero no sirven para lograr una "inserción ni pertenencia eclesial". Allí se está apuntando la diferencia entre proselitismo y evangelización, el primero es publicidad destinada a ganar adeptos, la segunda es encuentro con Jesús que necesariamente conduce a la comunidad reunida en la eucaristía. El proselitismo invita a cumplir con la Iglesia, la evangelización nos conduce a amarla.

Estas distinciones son muy importantes para quienes estamos en ese extraño mundo de las comunicaciones sociales. Allí la tentación de hacer proselitismo acecha a cada paso. Decir lo que a la gente le gusta escuchar, promover devociones peligrosamente parecidas a supersticiones, apelar al sentimentalismo y al milagrerío, son también forma de "licuar la fe". La demagogia y el populismo no son tentaciones solo de los políticos.

Pero no se trata de preguntarnos solamente si la difusión de nuestros mensajes se parece más al proselitismo o a la evangelización. De esta distinción se desprende otra pregunta más interesante en el hoy de la Iglesia: ¿cómo son nuestros medios (los de la Iglesia oficial o los de los católicos que tienen medios)? ¿qué los mueve, su pertenencia a la Iglesia o su propia visión de lo que la Iglesia debería ser? ¿a quién le hablamos, a los que están lejos y no conocen a Jesucristo o a los que están cerca y no piensan como nosotros? ¿Cómo son los medios de Iglesia con respecto a la Iglesia misma? Podemos volver a la comparación con los políticos: a ellos los criticamos cuando usan el Estado al servicio de sus intereses, también se puede pretender hacer lo mismo con la Iglesia.

La pregunta sobre proselitismo o inserción eclesial, como casi todas las de Francisco, apunta directamente al corazón de lo que nos tenemos que responder con sinceridad, al menos si verdaderamente queremos ser comunicadores del Evangelio en el hoy de nuestros pueblos y nuestras vidas.

La Iglesia y el Pueblo de Dios

"¿Quién es el principal beneficiario de la labor eclesial, la Iglesia como organización o el Pueblo de Dios en su totalidad? ¿Somos conscientes de la responsabilidad de replantear las actitudes pastorales y el funcionamiento de las estructuras eclesiales, buscando el bien de los fieles y de la sociedad?"

Estas preguntas son importantes para los comunicadores. Distinguir entre "la Iglesia como organización" y "el Pueblo de Dios en su totalidad" es fundamental para entender que la tarea del comunicador del Evangelio no es la un especialista en comunicación institucional preocupado por "la imagen de la Iglesia". Las muchas, y bien intencionadas, acciones para cuidar la imagen de la institución pueden ser la expresión de una Iglesia que, como dice Francisco, "se vuelve cada vez más autorreferencial y se debilita en su necesidad de ser misionera."

El destinatario de la comunicación es el Pueblo de Dios en su totalidad, que es más que los fieles que pertenecen a la institución; es el Pueblo de Dios que hay que buscar en las periferias buscando el bien de los fieles y de la sociedad. (No el bien de la institución) Y entonces, ¿Cuál es el lugar la Iglesia? "Es importante tener siempre presente que la brújula, para no perderse en este camino, es la de la identidad católica concebida como pertenencia eclesial." La Iglesia es la brújula. La Iglesia viva y concreta a la que cada uno de nosotros pertenece.

Pero ante este pensamiento es necesario detenerse un momento: podemos preguntarnos porqué el Papa, al hacer esta última afirmación, no terminó la frase en la palabra "católica". Creo que la expresión "identidad católica" está asociada a algo estático y doctrinal, a algo ya definido que hay que repetir, cuando le agregamos "concebida como pertenencia eclesial", agregamos "el hoy", el presente; y también el espacio: se pertenece a comunidades eclesiales locales, con ritmos y procesos diferentes. El Evangelio se comunica desde una comunidad y para una comunidad.

Finalmente, creo que ningún comunicador puede dejar de conmoverse ante la bella alusión de Francisco al "misterium lunae", el misterio de la luna. Esa expresión era la manera que tenían los antiguos para hablar de "la imagen de la Iglesia". La luna no tiene luz propia, la recibe del sol, lo que importa no es la institución, sino la luz de Jesús que la hace resplandecer.







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