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La imagen de la Iglesia primitiva

La imagen de la Iglesia primitiva
Y la historia continúa, siempre como historia sagrada: historia de Dios que elige y llama a los hombres a la salvación


Por: Obra Pontificia para las Vocaciones Eclesiásticas | Fuente: Biblioteca Electrónica Cristiana



24. Cambian las situaciones históricas, pero permanece idéntico el punto de referencia en la vida del creyente y de la comunidad creyente, el punto de referencia representado por la palabra de Dios, en especial allí donde narra los sucesos de la Iglesia de los orígenes. Tales sucesos y el modo de vivirlos por la comunidad primitiva, constituyen para nosotros el « exemplum », el modo de ser de la Iglesia. Incluso para cuanto concierne a la pastoral vocacional. Tomemos algunos elementos esenciales y particularmente ejemplares, tal como los narra el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el momento en que la Iglesia de los comienzos era numéricamente pequeña y débil. La pastoral vocacional tiene los mismos años que la Iglesia; nace entonces, junto a ella, en aquella pobreza de improviso habitada por el Espíritu.

En los albores de esta historia singular, en efecto, que es, por tanto, la de todos nosotros, está la promesa del Espíritu Santo, hecha por Jesús antes de subir al Padre. « No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano; pero recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra » (Hch 1,7-8). Los Apóstoles están reunidos en el cenáculo, « perseveraban unánimes en la oración... con María, la madre de Jesús » (1,14), e inmediatamente se ocupan de llenar el puesto dejado vacío por Judas con otro elegido entre los que desde el principio habían permanecido con Jesús: para que « sea testigo con nosotros de su resurrección » (1,22) Y la promesa se cumple: desciende el Espíritu, con efectos sorprendentes, y llena la casa y la vida de aquéllos que antes eran tímidos y miedosos, como un estruendo, un viento, un fuego... « Y comenzaron a hablar en otras lenguas... y cada uno les oía hablar en su propia lengua » (2,4-6). Y Pedro pronuncia el discurso en el que narra la Historia de la salvación: « en pie... y en voz alta » (2,14), un discurso que « traspasa el corazón » de quien lo escucha y provoca la pregunta decisiva de la vida: « ¿qué debemos hacer? » (2,37).

En este punto los Hechos describen cómo era la vida de la primera comunidad, provista de algunos elementos esenciales, como la asiduidad en escuchar la enseñanza de los Apóstoles, la unión fraterna, la fracción del pan, la oración, la coparticipación de los bienes materiales; pero conjuntamente también los dones y bienes del Espíritu (cfr. 2,42-47).

Mientras tanto Pedro y los Apóstoles continúan haciendo prodigios en el nombre de Jesús y anunciando el kerigma de la salvación, a menudo con riesgo de la vida, pero siempre sostenidos por la comunidad, dentro de la que los creyentes forman « un solo corazón y una sola alma » (4,32). En ella, por otra parte, comienzan también a aumentar y a diversificarse las exigencias, por lo que se instituyen los diáconos para hacer frente a las necesidades, incluso materiales, de la comunidad, en especial de los más necesitados (cfr. 6,1-7).

El testimonio audaz y valiente no puede sino provocar la persecución de las autoridades, y por ello, he aquí al primer mártir, Esteban, subrayando que la causa del Evangelio compromete todo del hombre, incluso la vida (cfr. 6,8; 7,60). A la sentencia que condena a Esteban consiente también Saulo, el perseguidor de los cristianos, el que, poco después, será elegido por Dios para anunciar a los paganos el misterio escondido en los siglos y ahora revelado.

Y la historia continúa, siempre como historia sagrada: historia de Dios que elige y llama a los hombres a la salvación de maneras, a veces, imprevisibles, e historia de los hombres que se dejan llamar y elegir por Dios.

Estas notas de la comunidad primitiva nos pueden ser suficientes para trazar las líneas fundamentales de la pastoral de una Iglesia enteramente vocacional: sobre métodos y contenidos, principios generales, itinerarios que recorrer y estrategias concretas que seguir para realizarla.


Notas:

(54) Discurso de Juan Pablo II a los participantes al Congreso sobre el tema « Nuevas vocaciones para una nueva Europa », en « L´Osservatore Romano », 11V1997, n. 107.

(55) DC, 5.

(56) La expresión está en la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II Pastores dabo vobis, n. 34. El mismo documento delinea claramente los motivos fundamentales que unen intrínsecamente la pastoral vocacional a la Iglesia.

(57) Ibidem.

(58) Ibidem.

(59) IL, 58.

(60) La expresión « comunidad cristiana » designa, por sí misma, tanto una Iglesia particular o local, como una parroquia. La forma un grupo de cristianos que viven en un lugar y representa a la Iglesia de manera actual, cuando se reúne para rezar y servir, para dar testimonio del amor de Cristo en medio de ellos. La expresión « comunidad eclesial », en cambio, tiene un significado más concreto, porque manifiesta los elementos que constituyen la Iglesia, a partir de la centralidad del misterio eucarístico; propiamente se aplica a la diócesis y a las parroquias que son comunidades eclesiales eucarísticas gracias a la presencia del ministerio ordenado; las otras son por extensión del significado. cfr. al respecto DC, 13-16.

(61) Juan Pablo II, Discorso al VI Simposio delle Conferenze Episcopali Europee, 11X1985.

(62) Pastores dabo vobis, 34.

(63) Ibidem, 35.

(64) Ibidem, 41.

(65) Cfr. Ibidem, 41.









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