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Rodrigo

Rodrigo
Soy inmensamente feliz


Por: Marcelino de Andrés |



Hace poco revisaba algunas viejas cartas, escritos y fotos que guardaba desde hace unos tres años. Muchos recuerdos venían a mi mente; me parecía estar recreando todas las escenas. Aquellas vacaciones en la playa, aquellos polvorientos caminos por hermosos paisajes, mochila al hombro y guitarra en mano, esos años de universidad con la alegría y la ilusión que los caracteriza, grandes amistades estrechadas aún más por los ideales compartidos... Toda una vida llena de experiencias vividas intensamente.

Entonces recordé aquel viejo refrán popular: "Todo tiempo pasado fue mejor". En mi interior reaccioné enérgicamente: ¡No! Mi experiencia no es esa. Es cierto que todos esos años que van quedando atrás guardan hermosos recuerdos, pero de ninguna manera, sólo por eso, los podría llamar mejores. Hoy la vida se me presenta como mucho más ardua y costosa, teniendo tantas o más dificultades que antes, probablemente nunca tan ocupado como ahora por las diversas responsabilidades. Y, sin embargo, soy feliz. Tengo que decirlo y afirmar a la vez, con energía: soy inmensamente feliz, mucho más que antes, más de lo que lo he sido toda mi vida, aunque ya no pueda seguir corriendo los bosques, montañas, y lagos del sur, aunque no pueda gozar de la libertad que tenía antes, aunque ya no pueda disfrutar de esas románticas veladas a la luz de una vela y al compás de una serena balada.

Hace un poco más de dos años, siguiendo un impulso interior muy fuerte, emprendí el camino de la vida consagrada con miras a llegar a ser sacerdote. Claro que al inicio no fue fácil, pero con el pasar de los días y la convicción total de que sólo así encontraría mi felicidad, fui descubriendo horizontes que jamás había imaginado, una realización y una plenitud interior inmensa, una alegría profunda que ahora me parece que nada me la podría quitar.

En los momentos de mayores dificultades me repetía interiormente que nada es tan importante como hacer lo que Dios quiere para nosotros. Sí, la felicidad verdadera tiene un secreto. Y este secreto está precisamente en buscar y cumplir la voluntad de Dios para nuestra vida.

Esa es mi experiencia. Eso es también lo que ha enseñado la Iglesia por dos mil años y, sin embargo, ¡cuánto nos cuesta creerlo! Yo me preguntaba: ¿cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios, si Él no nos habla directamente? Dios habla directamente a aquellos que saben escucharlo. Pero también es verdad que Dios busca todos los medios posibles para comunicarse con nosotros. "¿Que yo nunca lo he escuchado?"... Pues bien, no hay que desanimarse. Eso es muy normal. Yo tardé mucho tiempo en aprender a escucharlo y descubrirlo.

Una vez descubierto Dios y cuál es su voluntad, sólo me quedó hacer lo que Él quería, cualquiera que fuera el costo. Fue entonces cuando encontré una gran paz y una profunda felicidad...


Reflexión

Rodrigo ya ha tenido la dicha de dar con el secreto de la verdadera felicidad en su vida. Ha descubierto ya aquello para lo que fue pensado por Dios. Se encuentra inmensamente feliz realizándolo. Y eso a pesar de las dificultades y malos ratos que acarrea cualquier camino. Vale la pena hacer uno y mil esfuerzos para descubrir aquello para lo que Dios nos ha creado. Y luego, llevarlo a cabo con coherencia, sea lo que sea.

 







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