Buenos Aires, 27 Nov. 07


Organizado por el área de Pastoral Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), y el Instituto Pedagógico Latinoamericano y del Caribe (IPLAC), el viernes 23 de noviembre se llevó a cabo el II Coloquio Argentino sobre Iglesia y Movimiento de los Trabajadores.

El encuentro tuvo lugar en la sede del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) y contó con la participación de obispos y laicos responsables de Pastoral Social en el nivel nacional y latinoamericano, y de dirigentes sindicales locales.

Al finalizar, se ofreció una conferencia de prensa de la que participaron monseñor Jorge Lozano, responsable de la sección de Pastoral Social del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM y obispo de Gualeguaychú, y Daniel Di Bártolo, secretario gremial del SADOP.

Este último abrió el diálogo enumerando los temas que se abordaron durante el coloquio: la dignidad humana, la vida y la familia, la actividad del hombre en relación con el trabajo, la ciencia y la tecnología y el destino universal de los bienes junto con la ecología, y destacó que monseñor Jorge Lagazio, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y vicario general de la diócesis de San Isidro; el presbítero Carlos Acaputo, director de Pastoral Social de la arquidiócesis de Buenos Aires -quienes habían participado del encuentro- y monseñor Lozano “nos iluminaron con sus reflexiones a partir de la lectura del Documento Conclusivo de Aparecida, Brasil”.

Monseñor Lozano, a partir de las conclusiones del Coloquio, destacó la necesidad de “crecer en un proyecto como nación”. Sostuvo que “la concertación social es fundamental en todos los aspectos de la vida de los trabajadores” y al referirse al rol del Estado dijo que “se ha ido retrayendo en los últimos años” y que “la desprotección social ha crecido notablemente”. También afirmó que “es importante acompañar las políticas públicas y las gestiones privadas”.

El obispo se refirió también al “clima” que se vive en Gualeguaychú a raíz de que comenzó a funcionar la pastera Botnia: “El clima varía según los acontecimientos. Hubo momentos de angustia, enojo y expectativa. Cuando se comenzaron percibir olores desagradables, fueron momentos difíciles. Ante el ‘grito blanco’ de jóvenes y niños ante el río se generó un ánimo muy bien dispuesto”. Y para finalizar señaló que en Gualeguaychú “se descarta toda acción violenta”.+