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Mientras el mundo emigra

Mientras el mundo emigra
Cómo hacer frente a números cada vez mayores de emigrantes es un asunto que está siendo examinado tanto por las organizaciones internacionales como por la Iglesia.


Fuente: Zenit.org




NUEVA YORK, sábado, 26 junio 2004 (ZENIT.org).- Cómo hacer frente a números cada vez mayores de emigrantes es un asunto que está siendo examinado tanto por las organizaciones internacionales como por la Iglesia. El secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, estableció el 9 de diciembre pasado un Comisión Global sobre Migración Internacional. La comisión de 18 miembros está llevando a cabo investigaciones y someterá un informe al secretario general a mediados del verano del 2005.


La página web de la comisión explica que una combinación de fuerzas contemporáneas –conflictos e inestabilidad, tendencias demográficas y económicas, transporte y comunicación facilitados- crean poderosos incentivos para que la gente se mueva. Aunque las políticas de emigración de cada país se formulan primariamente sobre la base del interés nacional, su impacto tiene repercusiones en otros estados. Como resultado, las naciones buscan cada vez más mejorar la cooperación en esta área.

Resulta difícil obtener información precisa sobre las cifras de emigrantes en el mundo. Una cifra ampliamente citada viene del documento de Naciones Unidas «Emigración Internacional 2002», que calculaba que en el 2000, cerca de 175 millones de personas, es decir, el 3% de la población mundial, residía fuera de su país de nacimiento o ciudadanía.

La emigración ha sido también uno de los temas examinados por la conferencia anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), reunida del 1 al 17 de junio. Una nota de prensa del 16 de junio anunciaba que el encuentro había adoptado un nuevo plan con el fin de garantizar condiciones laborales decentes para los trabajadores emigrantes en una economía global.

«La emigración es uno de los temas más acuciantes que debe hacer frente el mundo de hoy», afirmaba el director general de la OIT, Juan Somavia. El plan de acción de la OIT pide que se establezcan directrices sobre materias tales como «emigración gestionada» para fines de empleo; despido y supervisión de las agencias de reclutamiento y contratación de trabajadores emigrantes; y prevención de prácticas abusivas, contrabando migratorio y tráfico de personas.

El plan de la OIT busca también promover medidas que aseguren que los trabajadores emigrantes se beneficien de las disposiciones de todos los marcos laborales internacionales de relevancia. Introduce además medidas que aseguren que todos los trabajadores emigrantes están protegidos por la legislación laboral nacional y las leyes sociales aplicables.

Pros y contras

Según un informe de la OIT publicado el 21 de mayo, «Hacia un Reparto Justo para los Trabajadores Emigrantes en la Economía Global», el número de emigrantes ha aumentado en cerca de 6 millones al año desde los 90.

El informe observaba que no todos los países supervisan o informan sobre los flujos de emigración laboral. Pero se estima que hoy hay por todo el mundo más de 86 millones de emigrantes económicamente activos, incluyendo a cerca de 32 millones en las regiones en desarrollo. Esta cifra es probable que sea una subestimación, observaba el informe.

Para los países receptores, los efectos económicos de la inmigración son principalmente beneficiosos. Los recién llegados rejuvenecen las poblaciones y estimulan un crecimiento sin inflación. Por contraste, los países de origen pueden experimentar una fuga de cerebros debido a la emigración de personal experto.

Según la OIT, cerca de 400.000 científicos e ingenieros de países en desarrollo están trabajando en investigación y desarrollo en países industrializados. Por ejemplo, de Jamaica y Ghana, hay más doctores preparados en esos países en el extranjero que dentro de sus fronteras.

Pero los emigrantes traen beneficios económicos sustanciales para sus naciones de origen, debido al flujo de remesas enviadas a sus familias. Los datos del Banco Mundial ponen este flujo en cerca de 80.000 millones de dólares sólo en el 2002.

Un problema subrayado en el informe de la OIT es el caso del 10-15% de emigrantes irregulares. El informe observa que las condiciones laborales de estos emigrantes suelen estar marcadas por la explotación, la discriminación y la xenofobia.

Baja el número de refugiados

Un problema relacionado con la emigración es el tema de los refugiados. Este mes se han sabido algunas noticias buenas con el anuncio del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de que el número global de refugiados y personas en situación preocupante había caído hasta los 17,1 millones en el 2003, la cifra más baja en al menos una década.

Según las estadísticas provisionales para el año 2003, hechas públicas por ACNUR, esto representa una caída del 18% con respecto al 2002. La nueva cifra incluye a 9,7 millones de refugiados (un 10% menos); 1,1 millones de refugiados que han vuelto; 4,2 millones de personas desplazadas internas; 233.000 personas desplazadas internas que han vuelto; 995.000 buscadores de asilo; y 912.000 otros, que incluyen a las personas apátridas.

El Alto Comisionado Ruud Lubbers atribuía esta aguda caída a diversos factores, que incluyen los crecientes esfuerzos internacionales para encontrar soluciones para millones de personas desarraigadas y las labores en curso del ACNUR y sus asociados para resolver las situaciones de refugiados «permanentes», que han durado años o incluso décadas.

En particular, observaba Lubbers, se ha dado un nivel sin precedentes de repatriaciones voluntarias en los últimos dos años. Cerca de 3,5 millones de refugiados, la mayoría afganos provenientes de Pakistán e Irán, han vuelto a su hogar.

Amor a los emigrantes

El 14 de mayo el Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes publicaba una instrucción titulada «Erga Migrantes Charitas Christi» (La Caridad de Cristo hacia los Emigrantes).

El consejo explicaba que el documento «se propone responder, sobre todo, a las nuevas necesidades espirituales y pastorales de los emigrantes, y transformar siempre más la experiencia migratoria en instrumento de diálogo y de anuncio del mensaje cristiano».

La instrucción observa que frente a los emigrantes la Iglesia siempre ha contemplado la imagen de Cristo que decía «era forastero y me hospedasteis» (Mateo 25:35). Pero, los emigrantes son más que sólo un vecino en necesidad, observa la instrucción: «El cristiano contempla en el extranjero, más que al prójimo, el rostro mismo de Cristo, nacido en un pesebre y que, como extranjero, huye a Egipto, asumiendo y compendiando en sí mismo esta fundamental experiencia de su pueblo (cfr. Mateo 2,13ss.)». «La acogida al extranjero es inherente, por tanto, a la naturaleza misma de la Iglesia y testimonia su fidelidad al Evangelio», observa la instrucción.

La emigración presenta a los cristianos algunos desafíos. Los cristianos están invitados a practicar la evangelización y la solidaridad, así como «a profundizar en esos valores, compartidos también por otros grupos religiosos o civiles, absolutamente indispensables para garantizar una convivencia armoniosa».

Un desarrollo más reciente, la creciente presencia de musulmanes, así como de seguidores de otras religiones, en países tradicionalmente cristianos, exige mayores esfuerzos en el diálogo ecuménico e interreligioso, observa el documento.

La instrucción trata de manera amplia los detalles humanitarios, sociales y pastorales de la labor de la Iglesia con los emigrantes. «Las Iglesias particulares están llamadas a abrirse, precisamente a causa del Evangelio, para brindar una mejor acogida a los inmigrantes con iniciativas pastorales de encuentro y diálogo, pero igualmente ayudando a los fieles a superar prejuicios y suspicacias».

Pero también se dedica una parte importante a tratar los desafíos espirituales de las migraciones. De hecho, observa la instrucción, hoy el mundo se encuentra «ante un pluralismo cultural y religioso que nunca ha sido experimentado de forma tan consciente como ahora». El pontificio consejo pide «el respeto, en la medida de lo posible, de la identidad cultural de los interlocutores».

Aunque se invita a los cristianos a respetar las demás culturas y religiones, el documento aconseja que no se cree confusión en situaciones de diversidad religiosa. Las Iglesias y lugares de oración no deben utilizarse por miembros de religiones no cristianas. En las escuelas católicas, no se debería obligar a los estudiantes a tomar parte en una liturgia católica o a realizar acciones contrarias a sus convicciones religiosas.

Al mismo tiempo, la instrucción insiste en que las escuelas católicas «no deben renunciar a sus características peculiares y al propio proyecto educativo de orientación cristiana, cuando en ellas se reciben a los hijos de inmigrantes de otras religiones». La instrucción también considera que debería desaconsejarse el matrimonio entre católicos y los emigrantes no cristianos.

Una parte del documento se dedica a animar a los cristianos a proclamar el Evangelio a los emigrantes. La instrucción explica que la misionariedad de la Iglesia no se limita a enviar misioneros a otros países. Más bien, incluye «ir hacia cada hombre para anunciarle a Jesucristo y, en Él y en la Iglesia, ponerlo en comunión con toda la humanidad». Una tarea que aumentará en importancia con el flujo creciente de emigrantes.







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