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Conclusión

Conclusión
El sentido no sería más que una función para mantener en acción el "perpetuo mobile" de la vida. El dinero le servía de símbolo para las formas de movimiento esenciales de la vida.


Por: Andreas Boehmler | Fuente: www.arbil.org




A lo largo de esta investigación pudimos comprobar que nuestro autor principal de referencia, de continuo, recurre a todo tipo de analogías para cimentar y situar sus exégesis acerca del ser y obrar, de la esencia y eficiencia del dinero.


Mas, el mismo había dejado claro en el prólogo a la "Filosofía del dinero" que sus investigaciones acerca del dinero tienen la finalidad de poner de manifiesto sus convicciones epistemológicas en general, según la posibilidad de encontrar en cada singularidad de la vida la totalidad de su sentido. El sentido no sería más que una función para mantener en acción el "perpetuo mobile" de la vida. El dinero le servía de símbolo para las formas de movimiento esenciales de la vida. La "filosofía del dinero" es un manifiesto epistemológico: la relatividad. La relatividad es la forma de la unidad del ser, y el dinero su manifestación vital-práctica.

El dinero se propone como la «respuesta» cultural más patente a la milenaria disputa filosófica sobre "permanencia" y "cambio". Este discurso intenta establecer una relación adecuada entre el pensamiento de Parménides y el de Heráclito; el primero niega la realidad del movimiento, el segundo nos presenta el fuego como símbolo del ser: su propio movimiento es la fuente de su unidad, la permanencia es fruto del cambio.

Para la filosofía moderna, -«superada», gracias a la herencia cristiana, la concepción cíclica o circular del mundo clásico-, la relación entre "permanencia" y "cambio" se plantea sobre todo en términos lineales, esto es, en términos históricos. En Simmel, dos epistemologías poderosas: la filosofía de la historía (Hegel) y la teoría de la evolución (Spencer), dan lugar a una filosofía de la cultura que se cimenta en la metodología sociológica, o sea, la «interacción recíproca». Simmel insiste en que el carácter de "perpetuo mobile" del mundo no es de tipo metafísico sino cosmológico. De lo móvil nace lo estable, de la interacción entre sujeto y cosa, nace lo objetivo: las formas sociales o instituciones.

El dinero es el máximo símbolo de este proceso porque es la forma de las formas, el absoluto formal que está dentro del movimiento: es la relatividad de las cosas, pero, al medirlo todo no se mide con nada, es el absoluto, fuera del movimiento: El dinero es al mismo tiempo símbolo y portador de movimiento, nada más, es negación del «ser-para-sí» y de toda permanencia; es "el valor abstracto de la riqueza, que no desaparece en los valores aislados, ... es el alma y la determinación de los procesos económicos".

El dinero es, por lo tanto, la «quintaesencia práctica»: es idealmente mera forma, función y cantidad. Es el concepto universal de las cosas en cuanto que económicas. Respecto del «Ser» en general y del dinero valdría: lo formal permanece mientras lo material cambia. Las formas, en el proceso cultural se consolidan y se elevan a categoría: el mundo objetivo. Lo permanente se nos presenta como producto de la relatividad: La realidad se encuentra en movimiento perpetuo y aunque, por así decirlo, por falta de agudeza de visión, no podamos constatarlo, las formas y las constelaciones de los objetos se fortalecen en la aparición del objeto duradero".

La unidad igualmente nos la presenta como producto de continua síntesis dialéctica, parecida a la del «fuego heraclitiano»: "(L)o duradero por excelencia y lo no duradero por excelencia constituyen la unidad en la que se diluye por completo la totalidad del «ser»".

Concluimos con las propias palabras de Simmel: "Cuanto más se impregna la vida de una sociedad con los caracteres de la economía monetaria, más eficaz y claramente se dibuja en la vida consciente el carácter relativo del ser, ya que el dinero no es otra cosa que la relatividad de los objetos económicos incorporados en una constitución especial que representa su valor". La esencia relativa del dinero se traduce en su eficiencia relativizadora: obra como "negación" y "relación".

En la ´Introducción´ a la presente investigación "Esencia y Eficiencia del Dinero, la teoría del dinero en Georg Simmel" pusimos de manifiesto -ya desde el principio- que nos resulta intolerable e inaceptable la inducción omnímoda del carácter dialéctico relativo-absoluto del dinero al "ser" y "obrar" en general.

Este trabajo, sin embargo, no se había propuesto desmantelar este relativismo craso por medio de un análisis más detallado de las bases epistemológicas de la sociológía en general, ni de Simmel en particular. Lo que con lo dicho en esa ´Introducción´ se pretende es proporcionar tan sólo una visión comprensiva del por qué del relativismo sociológico, de por qué cauces epistemológicohistóricos se ha ido forjando, y de por qué tipo de razones nos parece insostenible.

Por medio de ámplias referencias, tanto en la ´Introducción´ como a lo largo de los análisis, a «pensadores de la escición cultural» que no comparten sin más la concepción simmeliana de la "tragedia cultural"181 se intentaba crear una conciencia respecto de modos no-trágicos de pensar la «negatividad». Hay que señalar que también la «negatividad» -negación o diferencia- se dice de muchas maneras.

No es un concepto unívoco como nos lo presenta la dialéctica moderna. El proceso cultural no es el despliegue de una fuerza cósmica sino fruto de acciones libres. En cada una el hombre responde a este don recibido, se hace por tanto responsable de sus actos. Es patente la dimensión moral objetiva de la vida humana, no cabe inducir la justificación del «Relativismo» desde el carácter relativo del dinero.

El dinero es tan sólo una manera de decir la «relatividad». El dinero es medio. La calificación moral del dinero no se confunde con su esencia relativista sino que se refiere a su obrar. A esto se refiere ampliamente Ramiro de Maeztu en "El sentido reverencial del dinero". Que a Simmel le falte el instrumental filosófico para enjuiciar el obrar humano en términos éticos no extraña teniendo en cuenta el desmoronamiento moderno de la concepción de "racionalidad", dando lugar a la dialéctica entre racionalismo y voluntarismo: una cosmología de las pasiones o impulsos, aspecto en el cual insistíamos reiteradamente.

Por último, queremos dejar bien claro que los análisis simmelianos, a pesar de su pretensión errónea de universalidad, tienen un valor difícilmente negable. Su teoría de la relatividad pone el dedo en la llaga de muchas teorías unilaterales, sobre todo, la del mecanicismo económico. La economía no es un ámbito separado ni separable del obrar humano en general. La economía es algo profundamente humano, tiene sus raíces y sus fines en la persona humana integralmente considerada.

La economía, bien aprovechados los análisis simmelianos, se comprende tan sólo integrada dentro de una teoría más general del obrar humano, objeto de la reflexión ética. Simmel, dentro de sus presupuestos epistemológicos, se había limitado a decir cómo obra el dinero de hecho. Hay que dejar atrás, sin embargo, este límite y preguntarse por cómo debería obrar el dinero de derecho182. La investigación se debería, por lo tanto, reanudar donde Simmel la había abandonado. Esto podría ser la tarea de un trabajo futuro.





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