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El dinero: ¿Valor sustancial?

El dinero: ¿Valor sustancial?
La mente se busca, y sucesivamente se crea, símbolos adecuados para sus fines funcionales. De ahí vemos cómo se decanta el valor sustancial del dinero, o sea, cómo se desarrolla la comprensión de la equivalencia en símbolos.


Por: Andreas Boehmler | Fuente: www.arbil.org




En lo que sigue Simmel desarrolla para comenzar la aparente necesidad lógica de un valor sustancial. Parece que lo que mide un valor tiene que ser igualmente un valor.

Esta dificultad Simmel la supera mediante un análisis de cómo la mente humana parte, en un origen, de relaciones directas antes de acceder a una complexión psicológica que le permite ya no comparar cosas singulares sino comparar proporciones. Así se abre la posibilidad lógica de una función del dinero independiente de todo valor sustancial.

Esto evidentemente significa un incremento en intelectualidad, es decir, en la capacidad de abstracción. La mente se busca, y sucesivamente se crea, símbolos adecuados para sus fines funcionales. De ahí vemos cómo se decanta el valor sustancial del dinero, o sea, cómo se desarrolla la comprensión de la equivalencia en símbolos.

Así, en el desarrollo histórico, evidentemente se exige en un principio un medio de intercambio y una medida de valor que en sí misma sea un valor. Todo el proceso en dirección del carácter puramente simbólico-representativo del dinero es a la vez condición y resultado de la mayor eficiencia económica, de un mayor grado de flexibilidad que agiliza las relaciones económicas.

En el dinero simbólico-representativo todo lo incompatible e incomensurable se hace compatible y conmensurable.

Estos pasos vamos a desarrollarlos ahora. Una dificultad inicial consiste en que, "a pesar de todas las diferencias que pueda haber entre el dinero y todo aquello cuyo valor se mide con él, por cuanto los dos tienen valor, ambos han de coincidir". En este sentido dinero significa también cualidad: "(A) causa del hecho de que se le compara con valores, esto ee, que participa de una igusldad cuantitativa con ellos, el dinero no puede prescindir de su cualidad de valor".

Ahora bien, le mente humana supera esta dificultad de comparabilidad directa entre objeto y dinero comparando dos proporciones -entre "singularidad" y "totalidad". Así una "cantidad" específica de dinero puede medir el "valor" de un objeto específico.

Sin embargo, para que esto sea así "presuponemos una relación de medida general entre la cuantía de bienes y la cuantía de dinero". Lo decisivo aquí es que en la práxis humana establezcamos aprióricamente una equivalencia entre las totalidades de bienes y dinero: "Si la equivalencia de éstas constituye la base, como un a priori eficaz, aunque no sea consciente, por encima de su contingencia subjetiva se establece una proporción objetiva entre las cantidades de las partes.

Equivalencia no implica ninguna igualación entre factores simples, sino una proporción, esto es, la igualdad de dos quebrados". Importante es el anotar que esta equivalencia no es algo medible sino se establece aprióricamente. Esto se entiende tanto mejor, además, cuanto más claro se tiene que el dinero no es una cantidad propiamente dicha; no lo es realmente sino sólo funcionalmente: "Ninguna cantidad de mercancías posee, de por sí, una relación determinada con una determinada cantidad de dinero, puesto que, en principio, con una menor cantidad de dinero se pueden alcanzar todos los fines de éste. Podría decirse que, sea cual sea la cantidad absoluta de dinero, mientras ésta cumpla con su función, seguirá siendo tanto «dinero»"53.

Otra aspecto muy similar que puede dificultar la comprensión de la equivalencia apriórica es que cuanto más desarrollada es la economía menos dinero en circulación hace falta para cumplir la misma función. También desde aquí se podría reclamar la incomensurabilidad entre la totalidad de dinero y la de la mercancía. No obstante, esa equivalencia práctica se fundamenta en dinero y mercancías actuales. Del mismo modo que el dinero es dinero sólo en acto, -es decir, gastándose-, también las mercancías son mercancías sólo en acto, es decir, vendiéndose.

En consecuencia, desde el punto de vista de la microeconomía, resulta la fijación de los precios: "Los equilibrios subjetivos continuos tienen que hacer cristalizar la relación objetiva entre la mercancía y el precio que también depende de la proporción entre la existencia general de mercancías y la cantidad general de dinero (operativos), así como, con todas las modificaciones necesarias, de la proporción entre la totalidad de necesidades del individuo y el conjunto de ingresos de que dispone para satisfacerlos".

En resumen: hasta ahora sólo hemos manifestado que el dinero, en su sentido conceptual puro -es decir, en su función de medir valores- no requiere valor sustancial. En su realidad histórica, sin embargo, constatamos que todo carácter funcional del dinero parte de un valor sustancial. Esto es, el carácter monetario se añade al carácter utilitario de una cosa: "En los estadios económicos primitivos, todo género de valores de uso aparece como dinero: ganado, sal, esclavos, tabaco, pieles, etc. Cualquiera que haya sido el medio de evolución del dinero, en el principio tiene que haber habido un valor que se haya experimentado inmediatamente como tal".

Ahora bien, "la extensión de los órdenes valorativos y su regularidad final (aumenta considerablemente) al pasar a través de lo que carece de valor, aunque solamente se puede realizar tal cosa mediante una inteligencia del individuo crecida y una organización permanente del grupo". Aquí nos encontramos de nuevo ante el carácter intelectual o ideal del dinero puesto que la economía está fundamentada en la división del trabajo.

Esta división, por su parte, exige coordinación u organización, y el dinero es el medio ingeniado que establece la relación entre lo dividido. En un comienzo, pues, el dinero es un medio que además de su carácter ideal, es decir funcional, tiene carácter utilitario-substancial, el cual en el proceso de "intelectualización" se va perdiendo: "En contradicción aparente con nuestra conclusión, según la cual el dinero no precisa ser un valor en sí, vemos que es lo más necesario y lo más valioso, lo que primero muestra una tendencia a convertirse en dinero54.

Parece una conclusión evidente que el valor se adscibe originariamente a aquellos objetos que, a causa de su necesidad manifiesta, demuestran una frecuencia especial en el intercambio frente a la multiplicidad de las otras cosas". Su función: medida de valor y medio de intercambio, nace de su esencia, o sea, lo funcional de lo sustancial, lo ideal de lo material: "Tal objeto no hubiera podido surgir ni como medio de intercambio, ni como medición de valor, si su materia no se hubiera experimentado de modo inmediato como valiosa".

Aquí se entreve un rasgo primordial del dinero. Mientras históricamente el valor le advenía al dinero desde el pasado, conceptualmente le adviene del futuro. Esta primacía del futuro sobre el pasado y presente en el dinero hace que el dinero se inscriba nítidamente en el nuevo emfoque del tiempo en la Modernidad, ser moderno es significa abandonar al pasado.

La vida exige, sin embargo, concebir armónicamente el tiempo, así que, también respecto a lo que aquí nos ocupa, urge armonizar la triple fuente del valor (del dinero): pasado, presente y futuro. No basta con unilateralismos, sea cual fuera su procedencia. Simmel, no obstante, al pensar el tránsito de lo sustancial a lo funcional en el dinero, cae en el unilateralismo futurista al describir este paso como algo connatural al proceso cultural diferenciación y relación (intercambio): "Se puede decir que el valor del dinero pasa de su «terminus a quo» a su «terminus ad quem» y que además de su valoración inmediata y material, otros motivos, asimismo, pueden conceder valor real de dinero a un determinado objeto (y de hecho así lo hacen). Cuanto más extensos y múltiples son los servicios que ha de rendir el dinero y cuanto mayor es la rapidez en la circulación de cada cantidad, tanto más ha de superar su valor funcional a su valor sustancial".

Resulta, por ende, cada vez más patente que el dinero es esencialmente representación, que hace por tanto referencia a algo futuro, que es un ente intencional, sí, pero que también es representación del trabajo pasado, en terminología marxista. Su eficiencia en el presente se deriva precisamente de su doble referencia: futuro y pasado. Actúa adecuadamente sólo en cuanto el nexo entre su procedencia pasada y su destinación o uso futuro. Este tema, sin embargo, es bien difícil de desenrededar. Volveremos sobre él cuando tratemos de qué tipo de poder es el dinero, es decir, cuál es su eficiencia dada su esencia indeterminada.



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