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La confusión medio-fin y sus consecuencias patológ

La confusión medio-fin y sus consecuencias patológ
Con la expansión aparentemente infinita de su poderío material la humanidad se comporta como un capitán cuyo barco está construido de acero de tal cantidad que la aguja magnética de su compás ya no señala hacia el norte sino sólo hacia la propia masa de a


Por: Andreas Boehmler | Fuente: www.arbil.org




Entonemos este apartado con una reflexión del físico alemán Heisenberg que pinta metafóricamente la ofuscación del sentido (finalidad) de la vida por el mundo de los medios: "Con la expansión aparentemente infinita de su poderío material la humanidad se comporta como un capitán cuyo barco está construido de acero de tal cantidad que la aguja magnética de su compás ya no señala hacia el norte sino sólo hacia la propia masa de acero. Con tal barco ya no se puede ir hacia ninguna parte. Sólo trazará un círculo estando además a la intemperie del viento y las corrientes".

Si el capítulo anterior resaltó el lugar medial absoluto del dinero, dentro de la teoría simmeliana de la acción humana, ahora el análisis se dirige a contemplar y dilucidar las causas de la confusión de este carácter estrictamente medial con el de finalidad. De esta confusión, dicho de otra manera: del olvido de los fines auténticos, se deducen nítidamente una serie de actitudes vitales patológicas: la avaricia, la parsimonia, el despilfaro, la codicia, el cinismo y la indolencia.

Ahora bien, conviene anotar de nuevo que el pensamiento moderno, sucesivamente, ha combatido o dejado caer en olvido la doctrina de la tradición aristotélica acerca de los hábitos y su modo de operación85. En resumen, el hábito es para el hombre un gran factor de síntesis y armonización: de pasado, presente y futuro; de vida teórica y práctica; de espíritu y naturaleza. Además tiene el carácter ambivalente de acto y potencia, según se lo mire: es un "haber" actual y una disposición.

El hábito bueno: la virtud es lo que confiere a la acción del hombre su estatuto de propiamente "humana". Sintetiza los aspectos cognitivos y volitivos de la acción. El hábito al ser una disposición inmediatamente operativa permite tomar decisiones concretas en cuanto a los medios, pero y aquí viene lo fundamental-sin perder de vista los fines, porque él mismo es incorporación, encarnación sucesiva del fin último. En el acto virtuoso, aun cuando aparentemente sólo se refiere a los medios, los fines no son algo separado sino que están presentes. Tener un hábito significa siempre cierta actualidad o incorporación del fin.

Aquí tenemos una gran diferencia entre "dinero" y "hábito", en medio de tanta semejanza: el dinero es potencia en cuanto en potencia, aun cuando las antes enunciadas formas patológicas confieren al dinero un cierto carácter de acto. Así sucede siempre cuando este medio puro se convierte en lo que por definición vital no es: fin. El hábito, sin embargo, además de ser poder es presencia «actual» del fin. De este modo, no hay prudencia actual sin el hombre prudente (disposición habitual), ni justicia sin el justo, ni fortaleza sin el hombre fuerte, ni templanza sin el hombre templado etc.

Cuando Simmel, por ende, describe la expansión psicológica de los medios en fines, ejemplificada en el dinero: el medio absoluto como fin absoluto, lo hace a partir del olvido del modo de operar de los hábitos. Ya no cabe síntesis entre la facultad cognitiva y volitiva en el hombre, característica de la elección o decisión del hombre virtuoso. La racionalidad queda amputada, reducida al ámbito de los medios mientras abunda el voluntarismo de fines. El "bien" ya no es "razón de fin" en el sentido substantivo-ontológico sino representativo. Es valor entendido como representación; es un correlato meramente teórico del fin práctico-volitivo: "la idea objetiva, que es un valor, de acuerdo con su importancia teórica y sensible, es un fin según su importancia práctica y volitiva".

Tenemos aquí una nítida coincidencia con el pensamiento weberiano que también destaca por su voluntarismo de fines y su racionalismo de medios. En esto los sociólogos contemporaneos en general se revelan tanto kantianos como nietzscheanos: los fines "felicitarios" son libres, los medios necesarios86: "En todas circunstancias, la creación de un fin último solamente es posible mediante un acto espontáneo de voluntad, mientras que el valor relativo incondicional de un medio solamente se puede reconocer por medio de un conocimiento teórico. La determinación del fin se establece por razón del carácter, el estado de ánimo y el interés; la orientación, sin embargo, nos la impone, el carácter de las cosas".

Un tal dualismo destruye, sin embargo, la vocación de la acción a la unidad o armonía: entre su parte cognitiva y volitiva. Cimentada sobre una tal racionalidad empobrecida, la acción -su acumulación y sucesión en el proceso cultural- debe constituirse sobre el olvido de los fines porque en su seno vemos separados radicalmente fines y medios, acto y potencia. El acto virtuoso, sin embargo, mantiene siempre presente al bien como su razón de fin sin que sea necesaria su presencia consciente-actual: es una presencia consciente habitual.

Al hábito no le falta la conciencia, es también intelecto de los primeros principios o fines últimos, pero sin que esta presencia del fin sea un desgaste de energía - esto lo afirma Simmel. Más bien el contrario, es un factor de mayor eficacia, eficiencia y consistencia de la acción87. Estos parámetros definen una teoría de la acción humana que mira más allá de la eficacia inmediata que se refiere al logro de un resultado objetivo. Se intenta incorporar los efectos del resultado objetivo tanto sobre las personas que han cooperado en su consecución como sobre el entorno en el cual este resultado ha repercutido.

Con esto se quiere decir que no hay posibilidad real de separar , en cuanto a su racionalidad, los medios y los fines, sino que se debe buscar una consistencia de los planes de acción, que una racionalidad reducida a una técnica no les puede proporcionar sino que debe hacer referencia a una verdadera "práxis" humana, que a su vez ha de fundamentarse en una adecuada y completa comprensión de lo que es el hombre como protagonista de las actividades económicas88.

Después de este excurso se comprende que el argumento simmeliano acerca de la necesidad práctica de olvidarse de los fines últimos como condición necesaria del proceso cultural -esto es: vida o praxis o mediación- no es forzoso aunque por la fuerza de los hechos así parezca. Sin una racionalidad práctica completa89, evidentemente, la suplantación del mundo de los fines por el mundo de los medios resulta de hecho "prácticamente" forzosa. En este marco de referencia tan sólo tendría razón Simmel cuando afirma "Es evidente que esta metempsicosis90 del fin último habrá de ser tanto más fundamental y frecuente cuanto más complicada sea la técnica de la vida".

Insistimos: un tal proceso existe sólo de hecho no de derecho: falto de una racionalidad práctica completa (teoría de las virtudes) que guie y oriente las decisiones o acciones singulares libres que forman la materia prima del proceso cultural. Simmel, con toda la tradición moderna, no distingue bien los conceptos "praxis" y "póiesis" (producción). En la "praxis" aristotélica los fines no son "objetivos" o "resultados de un mecanismo". Entender el proceso cultural como pura objetivación reduce "cultura" a "producción" técnica o aun mecánica91: La "elaboración de los medios es la tarea práctica por excelencia; cuanto mejor resuelta esté, más podrá prescindir el objetivo final de los esfuerzos de los esfuerzos volitivos y más claramente aparecerá como el resultado mecánico de los medios... de tal modo que aquellos objetivos verdaderos desaparecen de la conciencia por completo, e incluso a menudo son negados". De nuevo se hace patente que el concepto simmeliano de "fin último" es algo irreal por no ser más que un principio heurístico o una función. En tal supuesto, no cabe duda, la pérdida de conciencia del fin no carecería del todo de razón.

Afirma Simmel, en consecuencia, que tanto la dinámica misma del proceso cultural como la constitución relativista del mundo favorece esa transformación psicológica de los medios en fines, sobre todo cuando se toma en cuenta que "el individuo nace dentro de un sistema teleológico de muchos eslabones" lo cual hace dificil la tarea de trasmitir no sólo su aceptación sino además su comprensión: el hacerse cargo de él personalmente. MacIntyre92, -bajo un ángulo no-escéptico-, analiza brillantemente este proceso de degradación de las virtudes en diversidad de simulacros de virtud, es decir: la persistencia de lo ético-formal más allá de la comprensión de su contenido material.

Los análisis acerca del valor sustancial y funcional del dinero nos han hecho ver que el dinero tiende a no-ser-más que "función" o "forma", y en la medida de serlo se convierte en "medio" absoluto. Como tal, está abocado como ningún medio a convertirse psicológicamente en "fin" o "valor" absoluto: "En la medida que su valor aumenta como medio amenta su valor como medio y llega a alcanzar tal altura que opera como valor por antonomasia y la conciencia del fin se detiene ante él definitivamente". Como medio absoluto se vuelve fin o valor absoluto. Veremos cómo la economía monetaria genera, -falto de un regulativo racional práctico-, toda clase de actitudes y comportamientos patológicos siempre por "interrupción" de la cadena teleológica.

Aquí, no cabe duda, Simmel apunta a algo fundamental: que los objetivos93, entendidos como objetos o medios, no pueden nunca llegar a satisfacer al hombre definitivamente. Su equivocación, sin embargo, -seguimos a la tradición realista-, consiste en que no quiere ni aceptar un fin último ni que éste sea otro que el hombre mismo, o sea, su estado subjetivo de satisfacción. En cada momento, -aunque éstos sean "sine termino", la cadena teleológica habría de terminar en el sujeto.

La felicidad94 entendida aquí como satisfacción, deleite o gozo, no puede, para un moderno, ser algo ob-jetivo, no puede tener su fuente en un "otro que". En cuanto a un "otro" material-inmanente, por cierto, esta postura nos parece del todo razonable. Se hecha en falta, sin embargo, la apertura hacia un "otro" espiritualtrascendente. Sí, este último se ofrece como fin o bien último del hombre sin que esto quite al hombre su libertad o su felicidad personal singular. Pues la doctrina cristiana confirma que, -aun cuando formamos parte del cuerpo místico de Cristo-, la unión o identificación no destruye la alteridad de la persona humana sino que le confiere su perfección definitiva.

Se puede sospechar, en fin, que la filosofía moderna en general no ha sabido aportar definiciones acertadas respecto al problema de la "alteridad" (o negatividad o mediación). Esto se hace notar hasta en el hastío y la desesperación evocados constantemente en las obras de Simmel. Por cierto, en lo referente al dinero vemos que, sí, Simmel lo analiza en tanto mediación y relación, es decir: toma en cuenta el problema, pero no lo sabe "domesticar". Lo subjetivo y lo objetivo nunca encuentran su relación definitiva. El "yo" está siempre en fase de "salir", no sabe "volver": no se encuentra jamás consigo mismo estando fuera de sí. Como no se acepta una realidad trascendente infinita la estructura infinita del querer nunca puede encontrar su objeto adecuado; el proceso sujeto-objeto está condenado a no descansar nunca, corre "ad infinitum" porque en Simmel el fin último es algo puramente formal o funcional: "Porque lo que está en discusión aquí no es que el fin último sea inalcanzable, sino que es una forma ideal que no se puede completar con ningún contenido concreto... (E)ste aparece únicamente como el principio eurístico y regulativo... Por así decirlo, el fin último es solamente una función o una exigencia".

No obstante, -aun con ese "impedimento"-, nos parece extraordinario el análisis del "medio absoluto" como "valor" o "fin absoluto" y la consecuente "interrupción" patológica de la cadena teleológica. Además, desde la concepción simmeliana de fin último como principio heurístico o función, estas patologías resultantes de la "metempsicosis" no carecen de racionalidad: "De este modo, aquella elevación del medio a la dignidad de fin aparece en una categoría menos irracional... (E)l hecho de que los medios se conviertan en fines se justifica considerando que, en última instancia, los fines no son más que medios... de que solamente depende del punto de vista si se determina un momento teleológico como medio o como fin". He aquí, pues, otra manifestación de su cosmovisión relativista a ultranza.




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