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La Obediencia de los alumnos entre los 2 y los 5 años

La Obediencia de los alumnos entre los 2 y los 5 años
¿Por qué nos desobedecen los niños? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? ¿Cómo actuar ante reiteradas o sistemáticas desobediencias?


Por: Lídia Ametller Martínez | Fuente: solohijos.com



El niño desobediente puede negarse a cumplir las órdenes que le damos de distintas formas:

· No haciendo lo que le hemos indicado, como si no nos hubiera oído.
· Diciendo "no" de manera explícita.
· Expresando su desobediencia mediante rabietas o pataletas.

¿Pero, por qué es desobediente el niño?

Para llamar nuestra atención:

Alrededor de los 2 años de edad, los niños suelen pasar por una época en que responden con un "no" a todo lo que se les pide. No debemos confundir esto con la desobediencia. Nuestro hijo ha comenzado a ser más independiente de nosotros y es necesario y saludable para su madurez que lo experimente. Aunque los padres debamos comprender esta actitud, no tenemos que excedernos en permisividad y trataremos de seguir inculcándole la costumbre de obedecer.

Otros factores que pueden estar motivando la desobediencia en los niños:

· No escuchar lo que le pedimos porque está distraído en otra actividad.
· Estar recibiendo demasiadas órdenes a la vez.
· No comprender lo que le mandamos.
· Estar habituado a que nosotros acabemos haciendo por él lo que le pedimos.
· Saber que los padres repetiremos varias veces la indicación, antes de que él deba responder.

¿Qué podemos hacer para que el niño obedezca?

· Lo primero que debemos hacer es asegurarnos que es capaz de hacer lo que le pedimos. De lo contrario, deberemos ayudarle a cumplir nuestra petición.

· Trataremos de que siempre tenga bien claras cuáles serán las consecuencias positivas y negativas de su obediencia o de su desobediencia.

· Debemos acostumbrarnos desde un buen principio a no repetir la orden más de una vez y nunca debemos terminar realizando nosotros nuestra propia petición.

· Le daremos instrucciones simples, comprensibles para él y razonables para su edad.
Podemos asegurarnos que ha entendido la petición haciéndosela repetir. También es importante que sean peticiones específicas, es decir, que quede bien claro el comportamiento que debe seguir. Por ejemplo: es mejor decir "no pongas los pies en el sofá", que "pórtate bien"

· Le daremos un número de instrucciones racional y se las diremos de una en una. Nunca le daremos la siguiente petición hasta que no haya cumplido la primera. Hemos de tener en cuenta que los niños menores de cinco años no son capaces de comprender más de tres peticiones a la vez.

· Podemos también ofrecerle dos opciones que llevarán a un mismo resultado y le daremos a elegir una de ellas en lugar de dar órdenes o hacer preguntas. Por ejemplo: en vez de decirle "ve a lavarte los dientes" o preguntarle "¿quieres ir a lavarte los dientes?", podemos plantear la siguiente opción: "¿te vas a lavar los dientes solo o prefieres que te acompañe?

· Le explicaremos a nuestro hijo las razones por las que le pedimos o le prohibimos que haga algo. Esta información deberá ser apropiada para la edad del niño. Por ejemplo: a un niño de tres años le diremos que no puede tocar un cuchillo o unas tijeras porque puede cortarse y hacerse mucho daño.

· Expondremos de manera positiva el resultado de una conducta adecuada para motivar a nuestro hijo a cumplir aquello que más le cuesta o para que asimile una conducta nueva. Así podrá comprobar que obedecer la orden conlleva consecuencias positivas para él y esto le animará a seguir por este camino. Por ejemplo: podemos decirle "cuando te pongas la chaqueta, podrás salir a jugar" o "cuando te hayas ido a la cama, te contaré el cuento que tú prefieras". Es importante que nosotros cumplamos con lo pactado.

· Utilizaremos un tono de voz agradable. Es mejor si nos ponemos a la altura de nuestro hijo (en cuclillas) y le miramos directamente a los ojos (asegurándonos que él también nos mira).

· Si intuimos que no se dispone a cumplir la orden, le preguntaremos si necesita ayuda o le ayudaremos directamente para que, poco a poco, se acostumbre a prescindir de nosotros y sea autosuficiente. En un principio podemos echar mano de juegos y mostrarnos de muy buen humor para que no identifique la obediencia con algo negativo. Por ejemplo: jugaremos a ver quién clasifica más rápido los juguetes por colores, tamaños… y le habremos dado un toque divertido a una tarea que puede provocar cansancio o desagradar.

· Le recompensaremos cuando haya obedecido nuestra orden o petición, y nunca antes. Cuanto más inmediata sea la recompensa más efecto tendrá. Deberemos acostumbrarle a recompensas afectivas y no solamente materiales. Le abrazaremos, le halagaremos y le expresaremos nuestra alegría sin miedo a exagerar. Podemos recompensar a nuestro hijo dedicándole una tarde a él solo, sin necesidad de compartirnos con otros hermanos, recados u obligaciones.
Os proponemos un juego que puede resultar muy efectivo:


Pongamos por caso que al niño le cuesta recoger los juguetes de su cuarto. En la pared de su cuarto colgaremos el dibujo de una escalera con 7 peldaños (por ejemplo, los días de la semana). Cada día que cumpla con la norma exigida colocaremos una pegatina de color en cada escalón. Irá ascendiendo por la escalera y cuando haya llegado al último peldaño, le recompensaremos con un premio.

¿Y qué podemos hacer si nuestro hijo no nos obedece?

· Podemos contar hasta cinco en voz alta para que comprenda que estamos esperando a que haga lo que le hemos pedido. Si en este tiempo nuestro hijo no ha obedecido, sin alzar la voz ni discutir, le guiaremos con nuestras manos para que lo haga. Por ejemplo: si se niega a bajar los pies del sofá, se los retiraremos nosotros. Si queremos que recoja los juguetes, le ayudaremos nosotros

· Cuando nuestro hijo desobedezca "descaradamente" a pesar de reiterados avisos por nuestra parte, no debemos perder el control. Podemos recurrir a la técnica conocida como tiempo fuera: No le reprocharemos nada ni nos pondremos a discutir con él. Le mandaremos solo a una habitación o a un rincón donde no pueda entretenerse durante un período breve de tiempo. La recomendación es que permanezca allí tantos minutos como años tenga el niño. Tendrá un momento para reflexionar sobre qué es lo que nos ha hecho enfadar y para recapacitar sobre sus reiteradas desobediencias. Por ejemplo: si nuestro hijo llora y patalea cada noche porque no quiere ir a su cama a dormir, llevadlo con mucha calma a un rincón aislado o habitación donde no pueda hacer nada. Al principio protestará enérgicamente pero poco a poco, si sois constantes y os mantenéis con firmeza, comprenderá que no puede ganaros. Los niños aprenden por ensayo-error y tardan en generalizar las consecuencias de su conducta.
Es probable que su respuesta sea ponerse a llorar o a patalear. Si queremos que nuestra acción surja efecto, debemos privarle de nuestra atención e ignorar su reacción. Si nos infunde pena y nos ponemos a consolarle, perderemos nuestra credibilidad y en otra ocasión volverá a actuar del mismo modo. En cambio, si tiene ganas de rectificar, se muestra colaborador o pide que le perdonéis, debemos reforzarle y animarle.

· Reprimenda verbal: Si la desobediencia implica peligro para el niño o para los demás (cruzar la calle, poner los dedos en el enchufe, etc.), con un tono de voz firme y enérgico, le diremos: "¡no!" o "¡basta!" . Si es necesario, pararemos físicamente su acción. No entréis en discusiones con el pero sí en razonamientos: explica con objetividad las posibles consecuencias de su acción.







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