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Colaboración del hombre y la mujer

Colaboración del hombre y la mujer
No es necesario que dos seres humanos sean idénticos para tener la misma dignidad.


Por: Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre | Fuente: www.enticonfio.org







En pleno verano, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba la "Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el Mundo". La proximidad de la festividad de la Asunción de María es un marco inmejorable para su presentación. No en vano, esta Carta termina afirmando que la Virgen María se presenta a la Iglesia y a toda mujer como el "espejo en el que reconocer la propia identidad, así como las disposiciones del corazón, las actitudes y los gestos que Dios espera de nosotros".

No es un tema nuevo. ¿Recordamos la Conferencia Mundial sobre la Mujer que las Naciones Unidas organizaron en Pekín en 1995? Allí tuvo lugar un duro debate y comenzó la difusión de una corriente de pensamiento conocida como "ideología de género", frente a la cual la Iglesia Católica publica ahora el presente documento.

Al igual que hizo entonces, la Iglesia Católica defiende en esta Carta un feminismo de equidad: es decir, la igualdad legal y moral de los dos sexos. Se trata de querer para la mujer lo que queremos para todos: tratamiento justo y ausencia de discriminación. Un planteamiento lógico, máxime cuando los textos sagrados nos describen que el pecado introdujo el dominio y la explotación del hombre sobre la mujer (Gn 3, 16). En consecuencia, la redención del pecado conllevará también la lucha por erradicar toda discriminación por razón de sexo.

Pero frente a este feminismo sano y equilibrado, está el llamado "feminismo radical" o "feminismo de género", que es rechazado por la Iglesia. ¿En qué consiste y cuáles son sus postulados? Mientras que el término "género" se ha considerado tradicionalmente como una forma cortés y sinónima de la palabra "sexo" (masculino o femenino, varón o hembra), esta nueva ideología asegura que el "género" no es un concepto ligado a la naturaleza, sino una construcción social, un rol que la cultura y la sociedad nos han asignado a uno y otro sexo. Según estos ideólogos, el ser humano no siente atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza, sino más bien por condicionamiento de la sociedad.

El ser humano nacería sexualmente neutral y luego sería socializado como hombre o mujer. Según ellos no existen dos sexos, sino muchas "orientaciones sexuales". Por poner un ejemplo, Rebeca J. Cook, docente de Derecho en la Universidad de Toronto y redactora de la comunicación oficial de la ONU en Pekín, tras señalar que los géneros masculino y femenino son una construcción de la realidad social que deberían ser abolidos, añade que "los sexos ya no son dos, sino cinco", y por tanto no se debería hablar de hombre y mujer, sino de "mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales".

Como podrán deducir los lectores, para esta ideología feminista radical, la defensa de la mujer no es más que una buena excusa para impulsar la "causa" homosexual, lesbiana, bisexual, transexual... Por ello, conociendo lo que se juega en el trasfondo de este debate, se comprenderá por qué la Iglesia Católica compromete su imagen y su prestigio pronunciándose en un tema tan estratégico. Tengamos en cuenta que este "feminismo de género" propone depurar la educación y los medios de comunicación de cualquier "estereotipo" masculino o femenino, de forma que a los niños se les "ayude" a desarrollar una sexualidad polimórfica.

No estamos pues ante un debate de mera tolerancia. La ideología de género no se limita a reivindicar tolerancia para los homosexuales, sino que pasa a criticar la visión heterosexual de la humanidad; ya que presupone que estamos manipulados por una visión judeocristiana que nos ha hecho creer que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen el uno al otro.

Sin embargo, la posición del documento vaticano es muy equilibrada: Por una parte entendemos que hablar del género masculino o femenino no es una cuestión de meros roles sociales, sino que encierra una "vocación", es decir, una llamada a "ser lo que somos por naturaleza". La vocación a la paternidad y la maternidad no es un rol, sino una vocación; lo que no obsta para que debamos estar atentos a purificar los roles discriminatorios que las diversas culturas hayan atribuido a esa vocación. Añádase a esto otra matización de la Carta de la Santa Sede: El machismo tradicional invocaba la diferencia genital con la intención de justificar el abuso y la discriminación hacia la mujer; olvidando que "todo ser humano, hombre o mujer, posee una dignidad inalienable por el solo hecho de ser persona". Pero también es un error de signo contrario el del feminismo radical, cuya meta no es acabar con los privilegios machistas, sino con la distinción de los sexos.

Piensan que el enemigo a vencer no es la discriminación, sino la diferencia. Su equivocación está en pensar que para alcanzar la misma dignidad, hay que borrar toda diferencia; bien sea mediante un mimetismo o por masculinización de la mujer. Sin embargo, no es necesario que dos seres humanos sean idénticos para que tengan la misma dignidad. Es más, la dignidad implica diferencia, singularidad, originalidad... El significado de la diversidad es la complementariedad; de forma que las desemejanzas han sido queridas por Dios en función de la comunión y del don recíproco. Todo confluye para que el ser humano, hombre o mujer, alcance su realización por medio de un don sincero de sí.

Al concretar las diversas formas de este "don sincero de sí mismo", traemos a colación de nuevo la imagen de la Virgen María, modelo de las mujeres que han desarrollado su dignidad femenina en el matrimonio y la maternidad; pero modelo también de aquellas otras que han desarrollado ese misma vocación femenina sin engendrar hijos o sin la vocación expresa al sacramento del matrimonio. Veneramos a la Asunta a los Cielos como aquella de la que Dios se sirvió para revelar al mundo la riqueza del alma femenina.

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Monseñor Munilla








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