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Sólo el amor es digno de fe

Sólo el amor es digno de fe
¡Hay tantas formas de amor que son indignas de ese nombre!


Por: Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre | Fuente: www.enticonfio.org




Las tecnologías modernas han disminuido, en no pequeña medida, el tradicional envío de tarjetas postales de felicitación de Navidad. Los “SMS”, los “emails”, diversos tipos de “chat”, etc., son hoy el género de comunicación en alza.
Sabemos de sobra que lo importante es el mensaje, y que el medio utilizado es secundario. Por ejemplo, algunos de los “PPT” navideños que solemos recibir en nuestro correo electrónico, suelen transmitir un testimonio de fe incluso más profundo que el expresado en muchas de las tarjetas postales...

Sin embargo, es un hecho incuestionable que la extensión de la secularización ha coincidido en el tiempo con la introducción de las nuevas tecnologías, aunque entre estos dos hechos no haya una relación de causa-efecto. Y cuando ambas cosas coinciden (la vaciedad del mensaje y la nueva tecnología), entonces, parece como si pudiésemos ser testigos, de una forma particularmente elocuente, de la pobreza espiritual de nuestra generación...

Mientras que la tradicional felicitación navideña –independientemente del medio utilizado para transmitirla- nace de la necesidad de testimoniar y de comunicar la alegría de la fe de la que somos portadores; no pocos de esos “mensajes” que en estos días colapsan los terminales de la comunicación (y, de paso, llenan las arcas de las compañías telefónicas), son la expresión de las carencias afectivas que anidan en nuestra generación. En realidad, parece como si no supiésemos qué decir, pero a la vez, tenemos la necesidad de expresar que “estamos aquí”, y requerimos saber que no estamos solos...

La mayor pobreza generada por nuestra cultura materialista, es un profundo sentimiento de soledad y de orfandad moral... Llenamos nuestras calles de luces de colores, en formas geométricas sin significado alguno; como expresión de una “llamada oculta” que nace de nuestra profunda soledad, y que no hace sino generarnos más sufrimiento, si cabe, al comprobar cómo esos sentimientos sinceros son manipulados desde la vorágine consumista... No lo dudemos, tras el compulsivo envío de millones de SMS en estos días, se encierra el deseo de ser “algo” para “alguien”...

Paradójicamente, el mensaje cristiano al que la secularización da la espalda, transmite la gran noticia de que el hombre no está solo. Dios está con nosotros para siempre: es el Emmanuel, el “Dios con nosotros”. Desde la encarnación en Nazaret y la natividad en Belén, Dios comparte su vida con nosotros, y nos bendice con su entrañable “presencia”. El rechazo de este mensaje de salvación, condena al hombre a padecer las duras consecuencias de una soledad existencial, incluso, óntica...
Los cristianos tenemos una fe que nos rescata de la soledad, y con gozo y alegría damos testimonio de ello. Esta es la caridad más preciosa: el testimonio de la comunión con Dios y con el prójimo. Felicitar la Navidad es algo tan importante como necesario...

Este año, he pensado felicitaros la Navidad de una forma especial. Quiero compartir con vosotros una felicitación que he seleccionado, de entre las muchas recibidas. Se trata de un mensaje de fe que me han hecho llegar a mí, y que yo también
quiero extenderos a todos vosotros. Es la tarjeta navideña que me ha enviado –y, ahora, también a vosotros- D. Manuel Ureña, Arzobispo de Zaragoza. La transcribo literalmente:

“Sólo el amor es digno de fe; sólo el amor nos sacará de este túnel y de todos los túneles, también del túnel de la muerte y de la vida sin Dios y sin prójimo. Pero nos salvará no un amor cualquiera. ¡Hay tantas formas de amor que son indignas de ese
nombre! Nos salvará el Amor en mayúscula, esto es, la caridad en la verdad y desde la verdad. Ese Amor no está a nuestro alcance. Pero nos ha sido entregado en Cristo por el Espíritu. Vayamos a Belén para ser encontrados por el Amor. ¡Feliz Navidad 2009!”

Con el deseo de que durante esta Navidad, este Amor sea una realidad en cada una de nuestras familias, con cariño os envío mi bendición.

Monseñor Munilla







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