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El encuentro con la samaritana

El encuentro con la samaritana

Domingo 3 de Cuaresma. Ciclo A. El agua viva es Cristo.


Por: P. Jesús Martí Ballester |



Domingo 3 de Cuaresma. Ciclo A.
27 de febrero de 2005



  • A los israelitas, el Señor les da agua de la roca.
  • El agua viva es Cristo, quien ofrece tambien a la samaritana agua viva.
  • Para evangelizar Galilea y Judea Jesús ha elegido a hombres, para Samaria a una mujer. ¿hemos advertido cómo promociona la mujer?

    1. El libro del Éxodo nos anuncia el agua viva por contraste, ya que Rafidim, en plena estepa del Sinaí, es un sequedal donde no hay ni pizca de agua, y como el agua es elemento de primera necesidad, es natural que el pueblo de Israel, después de su liberación de Egipto y devorado por la sed, acuda a Moisés protestando, como casi siempre, por las carencias del desierto: "¿Nos has hecho salir de Egipto para matarnos de sed?" Éxodo 17,3.

    Los hombres normalmente queremos ver satisfechas nuestras necesidades en cuanto aparecen. Aquella necesidad era de “primera”, pero la confianza en el Señor debe prevalecer sobre ella. Vemos lo de la tierra como prioritario y único. El Señor y sus planes quedan lejos, y nos dejamos ganar por la inmediatez. Basta hacer un recuento de nuestras vicisitudes vitales para que nos demos cuenta de que a todas ha subvenido el Señor, no siempre a nuestro gusto, pero siempre ajustado a su línea programática, que nosotros desconocemos y por eso nos rebelamos, a menos que estemos superdotados de fe y de espìritu de sacrificio.

    Aquellos caminos sinuosos que considerábamos absurdos e injustos, tenían sentido y, aunque aún no los sepamos descifrar, no habrán quedado al margen de la providencia de Dios. Tienen sed los israelitas en el desierto y es natural. Tienen sed de trascendencia sobrenatural, ellos y todos los hombres, que sólo Dios puede saciar, porque El nos ha hecho para El. Preguntaba el pueblo: "Está o no está con nosotros el Señor?". Llegó Moisés, y ante la expectación de todo el pueblo, golpeó la roca, y brotó un chorro caudaloso de agua. Y San Pablo dice "y la roca era Cristo" (1 Cor 10,4).

    El agua de la roca era la respuesta al pueblo que dudaba desconfiado y por eso preguntaba por la presencia de Dios en el desierto con ellos: El chorro generoso de agua era la respuesta a su interrogación: Sí que está, y sigue estando y estará Dios con el pueblo, saciando su sed, de una manera total e integral, individual y social. Jesús es la fuente de agua viva, que va a ofrecer a la samaritana.

    2.”He sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15,24). Galilea es evangelizada. Lo es también Judea. ¿Qué pasa con Samaría? ¿No recibirá la Buena Noticia?. Sabemos que una vez quisieron apedrear a Jesús y a sus discípulos, por lo que Juan y Santiago pidieron a Jesús que hiciera bajar fuego del cielo (Lc 9,54). Nos es conocido que por cismáticos, siendo parte de Israel, odian ferozamente a los judíos. ¿No habrá manera de que puedan recibir el influjo de la Palabra de Jesús?. Para Galilea y Judea Jesús ha elegido hombres. Para Samaría va a elegir a una mujer.

    Por tanto, Jesús en la samaritana no va a convertir a una pecadora, va a elegir una evangelizadora. Jesús va de Judea a Galilea. Pudo haber hecho el viaje por el valle del Jordán, aunque esta ruta, sobre todo en mayo, era más incómoda por el calor sofocante y agotador de la orilla del río, que discurre bajo el nivel del mar. Por eso, como la mayoría de los que hacían este recorrido, Jesús con su grupo, se decidió por la montaña, y porque esperaba manifestarse a una persona, que sería la semilla de la predicación para toda una comarca, de otro modo inaccesible.

    2. Nos conviene, ante la nueva evangelización, observar el procedimiento de Jesús en el trato con las personas y en su apertura a la buena noticia. ¿Cómo va a abordar a esa persona? Jesús está cansado por la fatiga del camino y se ha sentado junto al pozo de Jacob, no sólo pozo, sino manantial, en Siquem, hoy Nablus, cerca de la tumba de José, por donde Abraham hizo su entrada en la tierra prometida, en la región palestinense de Samaría. Es mediodía y llega una mujer a sacar agua.

    Los judíos son enemigos de los samaritanos. Se detestan brutalmente. Pero Jesús, no sólo no es enemigo de nadie, sino que está sediento del amor de todos: “Que soy Dios y no hombre, enemigo a la puerta”. Jesús abre el diálogo. Comienza humillándose. ¡Que me pida él a mí!. Yo me mantego en mi sitio! ¡Que me busquen ellos!. Sin embargo, pedir algo, es un resorte psicológico para simpatizar con cualquiera y romper la barrera de la distancia: "Mujer, dame de beber". Hoy diríamos: “dame fuego”. La mujer se extraña y lo manifiesta: "¿Como siendo judío?"... -"Si tú conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tu y él te daría agua viva".

    La samaritana entiende las palabras en sentido literal, ¡cómo va a entenderlas! Jesús, que es maestro en el arte de elevarse de lo terreno a lo celestial, ofrece un agua de otra naturaleza, trascendente. Agua que puede satisfacer las necesidades más profundas del corazón humano. Le habla de la vida eterna. Le habla de la eternidad, de esa realidad desconocida y hoy, desgraciadamente, tan silenciada, porque los hombres se están tratando de engañarse contentándose con esta vida hermosa, sí, pero tan pobre y limitada, que sólo se la puede tolerar con la esperanza de la eterna. Callar sobre la vida eterna es dejar vía libre a los pretendidos intelectuales para que se proclamen modernos, terrenales y progresistas, siguiendo a Nietzsche, que en su Prólogo a Zaratustra, 3, clama: "¡permaneced fieles a la tierra!".

    Los teólogos "fieles a la tierra" dejan sin alimento y sin dirección a las fuerzas más intensas y generosas del corazón humano, con lo que no se consigue mayor compromiso social, mayor promoción del hombre, mayor solidaridad en una economía más justa; el resultado es egoísmo y narcisismo espirituales; veleidad esotérica pululante; multiplicación de métodos mentales y de meditación. Una teología desequilibrada nunca será una teología profética, sino sólo... una teología desequilibrada.

    La vida eterna no es una válvula de escape ni una disculpa; no es una justificación ni del mal social ni de la ignorancia o pereza de nuestras mentes; no es el patrimonio de los más poderosos, ni de los más cobardes, ni de los más inteligentes. Jesucristo predica a la Samaritana que el agua que él le dará salta hasta la vida eterna.

    Unamuno decía: «Yo no digo que merezcamos un más allá, ni que la lógica nos lo demuestre, digo que tenemos necesidad, lo merezcamos o no, y basta. Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad y que sin ésta todo me es indiferente. Sin ella no hay ya gusto de vivir... Es demasiado fácil afirmar: «Es necesario vivir, es necesario contentarse con esta vida». ¿Y los que no se contentan?» Con la esperanza de la vida eterna: «La leve tribulación de un momento nos procura, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna» (2 Cor 4,17). «Pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas» (2 Cor 4,18).

    4. "Señor, dame esa agua". Sólo quien ha experimentado la sed del desierto, como los israelitas en Rafidim, está capacitado para entender el valor del agua, que se convierte en el símbolo de lo único que puede satisfacer profunda y plenamente al hombre. Sólo quien ha experimentado la sed ardiente de Dios, sabe valorar el precio del Agua Viva de la gracia.

    5. Un fariseo ni siquiera hubiera dirigido la palabra a una mujer, ni menos la hubiera estado esperando, ni menos hubiera recorrido tan largo camino, hasta cansarse, pues ni los rabinos ni ningún hombre podía hablar en la calle con una mujer. El escándalo pues, estaba servido. Como sucede a menudo, en un primer encuentro después de haber hablado de cosas triviales e intrascedentes, aflora el problema verdadero. No perdamos de vista que esta mujer es elegida para evangelizar aquella comarca.

    Por otra parte, conviene saber que Cristo no podía acceder a Samaría, como lo hacía sin dificultad en las sinagogas de Galilea y en Judea, y en Jerusalén en el templo. De ahí que tenga que hacer su catequesis a campo libre, junto a un pozo. Está en Israel y ha sido enviado a predicar en Israel. Samaría es una región cismática. Tienen su templo, rival del de Jerusalén, en el monte Garizim, y de los libros revelados, sólo aceptan el Pentateuco. ¿Dónde predicará Cristo? A la intemperie. Se pone de manifiesto el sentido de adaptación de Jesús para cumplir “la obra” que le ha encomendado el Padre. ¿Quién proclamará la buena noticia en Samaría?

    Los judíos son mal recibidos. Se lo encargará a una mujer samaritana Pero no se puede recibir tal encargo sin haber sido curada antes. La samaritana tiene un problema personal, que le preocupa poco, dado el ambiente social sincretista del país en el que vive. A muchísimas personas de nuestra sociedad les trae también sin cuidado el mismo problema. Por eso Jesús le va a ofrecer la vida, sin que ella ni se arrepienta, ni él le ofrezca el perdón, como hará con la adúltera.

    En Judea se tiene una conciencia más estricta que en Samaría. Sobre todo los que la acusaban y acosaban. ¡Cuántas mujeres viven aquí tan campantes en situación semejante o peor que la samaritana! "Bien dices: no tengo marido; porque cinco tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido". El sexto marido no es obstáculo para que Jesús le ofrezca la vida y ella pueda recibir esa agua. Jesús le va a dar el agua de su revelación de Mesías, aún sin romper con ese marido. ¿Acaso le preguntó a Simón Pedro, o a Andrés o a los otros apóstoles por su vida privada?

    La va a evangelizar y la dejará con su responsabilidad y su conciencia, al igual que al recaudador y a Zaqueo. La buena noticia es por sí misma vivificante y exigente. Anunciada por Cristo, debió de ser irresistible, atrayente, positiva, luminosa y deslumbrante, con sabor a Dios y a felicidad. La felicidad que ella andaba buscando inútilmente. Entonces, ¿por qué Jesús le desvela su situación personal? Para darle a la mujer una prueba de que él no es uno de tantos, para que acepte el evangelio. De hecho ella decidirá que es un profeta, porque “me ha dicho todo lo que he hecho”: "Anda, trae a tu marido". -"No tengo marido".

    6. Ni un reproche, ni las preguntas de dónde y de cuándo y cuántas veces. Nada de hurgar la herida, que es ignorancia y un poco de rencor o una especie de resentimiento. Se remonta y en vez de ponderarle el mal que ella ha hecho le habla de la riqueza que él le quiere dar. Basta que la desee. El que ha visto a Dios, o sabe ver y decir a qué sabe Dios, no necesita magnificar el pecado, que es contraproducente e indica falta de sensibilidad y delicadeza. ¡Bastante humillado está ya el pecador!

    Así obra Jesús también con la adúltera, con Zaqueo, con Leví el publicano y con el hijo pródigo. Su padre no le pregunta: ¿De dónde vienes? ¿Dónde has gastado el dinero? Jesús mira al pecador para que se entregue. "Mirar Dios es amar" dice San Juan de la Cruz. Lo otro es mirarse a sí. A Dios le duele el mal que le hacemos al pecar, porque nos lo hacemos nosotros por ignorancia: "Perdónalos, no saben lo que hacen". Nos quiere felices y ve que nos hacemos desgraciados cuando nos alejamos.

    7. Ella intenta escabullirse con preguntas curiosas que desvíen la conversación, echa balones fuera. Es igual, ya está cazada. Y, como ha hecho oración: "dame esa agua", aunque ha sido de manera interesada, "para no tener que venir aquí a sacarla", Jesús que ha dicho: "Pedid y recibiréis", se la da, y se revela, por primera vez, como Mesías: "Yo soy el Mesías: el que habla contigo".

    La samaritana al contacto con Jesús, ha ido descubriendo gradualmente primero a un judío, después a un señor. Si se le notaba la clase de lejos y al instante, ¿qué sería de cerca y oyéndole hablar, y, sobre todo una mujer, que tienen una intuición singular?. Reconoce también en él a un profeta. Por fin, al Mesías. Y los samaritanos, han terminado conociendo: "al Salvador del mundo" Juan 4,5. Es la única vez que en el Evangelio se le llama así.

    8. Cuando se tiene un conflicto interior, queda bloqueada la Palabra. La samaritana comienza a entender. Los cinco maridos que ha tenido no han llenado su sed de infinito. Cada uno de ellos comenzó gustándole y terminó encontrándole fallos y aburriéndole, hastiándole. Ahora vive con el sexto. ¿Cuánto le durará? Durante la decadencia del Imperio romano, había llegado la corrupción a tal extremo, que las matronas no contaban los años por los cónsules sucesivos, sino por sus maridos sustituidos. En nuestra sociedad los divorcios han dejado de ser malvistos. ¿Están satisfechos?

    El epicureismo de antes de Cristo, el hedonismo, el materialismo, domina entre gran parte de nuestros conciudadanos. Comenzamos a zapear en la televisión y en todas las cadenas nos sirven lo mismo, pues por lo visto hay demanda, porque la publicidad mide el índice de audiencia. Como si los 2000 años de cristianismo se hubieran esfumado.

    9. "Señor, veo que tú eres un profeta". El profeta ha descubierto su vida. Ella se siente desnuda, como Eva en el paraiso, experimenta su debilidad, se siente criatura. Comienza a darse cuenta de sus pecados. Ante Jesús ya no valen las caretas. Todos andamos por el mundo disfrazados e infelices por dentro. Ante Dios no valen ni palabras, ni excusas, ni disimulos. Sólo cuenta la verdad ante él y la humildad y la confianza en su misericordia.

    La confesión nos humilla y por eso la dejamos, y cada día somos más infelices, aunque tengamos todos los cargos, honores y prestigio que hayamos buscado o cultivado. Los ataques a la Religión y concretamente al cristianismo, son como una protesta interior de no querer ver en el espejo nuestra pobreza, miseria y debilidad. Y, como niños, rompemos el espejo. Si conocíeramos el Don de Dios y quién es el que nos está pidiendo de beber y ofreciéndonos agua viva, caeríamos en sus brazos como pequeños desamparados y pobres.
    10. A nosotros, y a todos, como a la samaritana, Cristo nos dice que el que bebe de esa agua vuelve a tener sed. Alcohol, droga, sensualidad, euros, poder, éxito, fama. Siempre exigen más, más, más, hasta la extenuación destructiva. ¿Qué remedio, pues? "El que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: porque esa agua se le convertirá dentro de él en un manantial que salta dando una vida sin térmimo".

    La mujer, evangelizada por Jesús, comienza a pedir: "Señor, dame de esa agua para que no tenga que venir a sacarla de aquí". Quiere traducir las palabras de Jesús en eficacia material. Como pidieron los judíos cuando multiplicó los panes: "Danos siempre de este pan".

    11. Cuando se escucha la palabra pensando en su utilidad, no se aprecia el don de la Palabra y sus exigencias, sino que se lee o por curiosidad, o para poder hablar, o para conseguir salir airosos en nuestro cometido; se intenta hacer que todo converja en el éxito apostólico y ascético, pastoral y personal: se cifra el objetivo en adquirir claridad de ideas, en que nos broten intuiciones nuevas, ideas originales para sí y para los demás, pero afecta poco o nada nuestra vida, y no se obra nuestra conversión, que es el objetivo principal a estas alturas de la Cuaresma.

    12. "Dame de esa agua". A Santa Teresa le encantaba esta oración y tenía pintada en su celda la escena de la samaritana. Para ella esa agua viva era la contemplación infusa, el don de Dios, todos los bienes mesiánicos, la paz, la alegría, la plenitud.

    13. Pero conviene no polarizar el mensaje de esta lectura en el personaje de la Samaritana, tan insinuante y atractiva, en perjuicio de otras dimensiones de la perícopa. Pretende toda ella valorizar el Don de Dios, simbolizado en el agua, que es Cristo, su amistad, su seguimiento, nuestra divinización y plenitud. Es la perla preciosa el tesoro escondido en el campo (Mt 13,44). El que lo encuentra se hace rico. Es lo mejor que le puede pasar.

    El testimonio de la mujer samaritana fué convincente. Hablaba de su propia vida y contagiaba la sed que el Maestro le había puesto en el corazón. La había sembrado Cristo, y la cosecharán después los discípulos, cuando ya resucitado y subido al cielo, tengan que venir, anunciada a Jerusalén la cosecha por el diácono Felipe, Pedro y Juan (He 8,14) para imponerles las manos y confirmarlos. “Vosotros recogéis lo que otros han sembrado”. “Uno es el que siembra y otro el que recoge”. La seguridad de la cosecha es estímulo para seguir sembrando, aunque no la veamos, ni la cosechemos nosotros.

    El encuentro vivo con Cristo, como el de la samaritana, es el que hace al cristiano convincente y persuasivo, y ese encuentro sólo lo conseguiremos en la oración. Sin oración, los sembradores siembran granos vacíos, sin germen de vida, consiguientemente estériles. “Qué piensas tú que es predicar? ¿Estar hablando una hora de Dios? No. Que venga a tí un demonio y salga hecho un ángel”, escribió San Juan de Avila. Decía un obispo americano a un célebre actor de muchas tablas: usted dice las mentiras como si fueran verdades. Y el actor le contestó: Al revés que ustedes, que dicen las verdades como si fueran mentiras.

    14. Hagamos nuestro acto de fe como los samaritanos, y prometamos con el salmo, que enlaza la primera con la tercera lectura: "Escucharemos tu voz, Señor. Demos vítores a la Roca que nos salva; démosle gracias al son de instrumentos. Que somos su pueblo y el rebaño que él guía. No endurezcamos el corazón, como nuestros padres en Masá y Meribá" Salmo 94.

    Ablandemos el corazón roto por la contrición, rechazando las tentaciones actuales de nuestro actual desierto, contra la actitud de nuestros padres en el suyo, donde recharon a Dios y rompieron su Alianza, para recibir con fruto la sagrada eucaristía, Agua Viva, Sacramento Nupcial de la Nueva Alianza en la Sangre de Cristo, Viviente y gloriosa.

    Jesús Martí Ballester
    jmarti@ciberia.es







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