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Para reconstruir, es necesario derribar

Para reconstruir, es necesario derribar
Domingo 33º del Tiempo Ordinario. Ciclo C. Jesús sabe que deja en la tierra un polvorín que ha de estallar.


Por: P. Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net



Domingo 33º del Tiempo Ordinario. Ciclo C.
18 de noviembre de 2007



El texto evangélico es complejo: destrucción de Jerusalén profetizada en género apocalíptico; anuncio del fin del mundo; persecución de los cristianos. Pero con la promesa: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. El mensaje de Jesús no es pesimista sino lleno de buenas noticias: yo estaré con vosotros inspirándoos lo que tenéis que decir.



1. A la vuelta del exilio de Babilonia, los judíos habían esperado que después de tanto sufrimiento, encontrarían por fin, la paz y la felicidad definitivas. Pero la realidad les decepcionó. Tuvieron que continuar viviendo bajo la dominación persa. Se les hundió la fe viva y sólo quedaron formalismos muertos. Encontraremos más sentido a la lectura de hoy del profeta Malaquías leyendo los versículos anteriores donde el Señor increpa al pueblo: - “Hijos de Jacob, desde los días de vuestros padres os venís apartando de mis preceptos y no los observáis". -El pueblo se defendió contra la acusación del Señor: - "¿Qué hemos dicho contra ti?". - "Habéis dicho que es inútil servir a Dios. ". -No ganamos nada material como ganan los soberbios, impíos y malvados. Ellos triunfan, nosotros fracasamos. Ellos disfrutan de la vida, nosotros somos siempre unos desgraciados. : "Por eso llamamos felices a los soberbios, que haciendo el mal, se multiplican y quedan impunes". Es el eterno problema de la prosperidad de los malvados y el sufrimiento de los justos. -En ese momento Malaquías lanza una vigorosa llamada a la renovación espiritual: -Los que temen a Dios están inscritos en el libro de la vida y el Señor tiene especial providencia de ellos. Son propiedad de Dios: - "Yo seré indulgente con ellos, como un padre con el hijo que le sirve", el día que ha de venir. El día en que yo actúe, la justicia divina se pondrá de manifiesto entre tantas arbitrariedades, favoritismos y atropellos humanos.

2 -"Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré..." Serán destruidos los malvados, porque son paja. Si no hubieran sido sólo paja, el fuego no habría sido destructor, sino acrisolador. Este texto, con el apocalíptico de Lucas de hoy, inspiró en la Edad Media la terrible Secuencia del “Dies irae”, que hasta la renovación de la Liturgia del Vaticano II, nos aterrorizaba en las misas de difuntos. Aquel día que está preparando el Señor, brillará la justicia divina para reparar tantas injusticias humanas. Será un día tétrico, "que no dejará rama ni raíz". Para los buenos, en cambio, amanece un día feliz, "que lleva la salvación en las alas". “Pero a los que honran mi nombre, los iluminará un sol de justicia" Malaquías 3,19. La llama de amor viva les habrá purificado.

3. Es el día de la tan anhelada era mesiánica, en que la justicia será el alimento de todos los hombres que vivirán en paz perfecta, armonía y felicidad, sin discriminación de razas, ni clases, sin envidias ni egoísmos, sin excesos ni defectos. Todos vivirán inundados por la justicia interior, cuyo fruto primero será la justicia social, como exponente de desarrollo de la verdadera personalidad. Serán hombres plenos y consumados en perfección, que vivirán su relación con las cosas, con los hombres y con Dios, según el orden querido por su voluntad de amor.

4. Aquel será el día en que el amor gobernará la tierra, pues ya ha se habrá cumplido la hora "del Señor, que llega para regir la tierra con justicia". Habrá llegado el kairos, el momento del amor pleno, la hora de la sinceridad en la que triunfará la justicia de Dios, tan diferente de la de los hombres, que admiten sobornos, dilaciones, egoísmos de partido, de amiguismos, de carrierismos y de sorpresas y engaños a los que desde arriba dominan y disponen a su talante y según sus políticas y conveniencias. Y habrá que celebrarlo con el son de la cítara, de clarines y de trompetas y de todos los instrumentos. Y habrá que invitar al mar para que retumbe, y a los ríos para que aplaudan y a los montes para que aclamen al Señor que llega patra gobernar con rectitud” Salmo 97.

5. "Algunos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Teniendo en cuenta que la mole soberbia del Templo era el símbolo de la Ciudad Santa de Jerusalén y el orgullo religioso de todo el pueblo judío, la profecía de Jesús debió de caer como una bomba. Si alguien, antes de 11 de septiembre, hubiera dicho algo semejante a los admiradores de la Torres Gemelas, buque insignia del poderío y signo de la prosperidad de Estados Unidos de América, habría causado desconfianza, y habría provocado la extrañeza y habrían estado tentados de responderle: Pero tú estás loco Y espantosa y cruelmente ha sucedido. Como el año 70, se cumplió la profecía de Cristo, en la destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos de Tito.

6. "Maestro, ¿cuándo va a ser eso?". Era natural que lo preguntaran. Y ¿qué hicieron algunos seguidores de Cristo: Si esto se acaba, mejor es no trabajar. A esta postura contestará Pablo en el texto que hemos leído hoy: . Ante la confusión de los primeros cristianos de la proximidad del fin del mundo que les indujo a la pasividad, Pablo les impone el mandato del trabajo. La espera del día del Señor nos ha de motivar al trabajo incesante y constante para mejorar el mundo y purificar las estructuras de pecado y estimular la solidaridad dando pasos adelante hacia el mundo más humano y justo. Prepararse para utilizar y cultivar los inventos de la ciencia y los avances de la técnica para construir un mundo mejor y más sabio y espiritual, que prepare la llegada del Reino de Dios. "Tenéis que imitar mi ejemplo de trabajador día y noche. Y el que no quiere trabajar que no coma". "Trabajad con tranquilidad para ganaros el pan" 2 Tesalonicenses 3,7

Todo trabajo —tanto manual como intelectual— está unido inevitablemente a la fatiga El libro del Génesis lo expresa de manera verdaderamente penetrante, contraponiendo a aquella originaria bendición del trabajo, contenida en el misterio mismo de la creación, y unida a la elevación del hombre como imagen de Dios, la maldición, que el pecado ha llevado consigo: -- Por ti será maldita la tierra. Con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida -- (Gén 3,17). Este dolor unido al trabajo señala el camino de la vida humana sobre la tierra y constituye el anuncio de la muerte: --Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra; pues de ella has sido hecho...-- (Gén 3,19).

Casi como un eco de estas palabras, se expresa el autor de uno de los libros sapienciales: -- Entonces miré todo cuanto habían hecho mis manos y todos los afanes que al hacerlo tuve...-- (Ecl 2,11). No existe un hombre en la tierra que no pueda hacer suyas estas palabras. El Evangelio pronuncia, en cierto modo, su última palabra, en el misterio pascual de Jesucristo. Y aquí también es necesario buscar la respuesta a estos problemas tan importantes para la espiritualidad del trabajo humano.

El sudor y la fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la condición actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a cada hombre, que ha sido llamado a seguir a Cristo, la posibilidad de participar en el amor en la obra que Cristo ha venido a realizar (Jn 17,4). Esta obra de salvación se ha realizado a través del sufrimiento y de la muerte de cruz. Soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad.

7. Pero los hombres han seguido preguntando por el cuándo y unos dijeron que cuando la desolación de las tropas de Atila asolaban Europa. Otros, al fin del primer milenio. Otros, espantados ante los avances de la Media Luna. San Gregorio Magno creyó ver el anuncio del fin del mundo en las calamidades de su tiempo (Homilías sobre san Mateo). San Vicente Ferrer lo vio en el gran cisma de Occidente, en la guerra de los Cien Años y en la hecatombe de la peste negra. Todas las sectas religiosas: Adventistas del Séptimo Día, Testigos de Jehová... lo han anunciado repetidas veces, y lo siguen anunciando. E incluso se ha especulado sobre el tercer secreto de Fátima, ya desvelado. Pero el tiempo del fin no la marcan las catástrofes humanas sino Dios, y Jesús no quiso responder a la pregunta impertinente. "No les hagáis caso". Sólo les manda oración y vigilancia. "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas". Porque: «Todo es catástrofe sin Dios!», ha dicho Eugenio Ionesco.

8. Jesús nos habla también, como Malaquías, de la destrucción del templo, pero con la promesa de que todo esto ocurrirá antes de que amanezca el sol de la salvación para sus discípulos, que quiere sean todos los hombres. Ante la admiración de los apóstoles frente al Templo, monumento de piedra, símbolo de duración y permanencia, Jesús habla de crisis y de destrucción. Todo lo material es destructible. ¿Habéis seguido alguna vez el nacimiento de un pollo? A partir del primer picotazo, se va desmoronando poco a poco la cáscara. Por fin, de la ruina del huevo, de entre los cascotes resquebrajados, sale aturdido el pollo, nace la vida. De un modo semejante, el Reino de Dios ha de nacer a partir de la destrucción de la actual construcción injusta. Las relaciones personales, familiares, internacionales, las instituciones y el mismo cosmos, entrarán en el torbellino de la destrucción. Pero sobre esa inseguridad cósmica, los discípulos de Cristo tienen la certeza de la presencia y la actuación de Jesús en medio de todos los avatares y persecuciones de la historia.

9. La seguridad de que sólo los valores que Jesús predica van a permanecer les dará claridad y fortaleza para no seguir los contravalores del mundo, cuando les asalte la tentación de claudicar. Quizá vista con ojos humanos nuestra vida puede ser un fracaso. Tendremos que sufrir soledad, desprecio e, incluso la incomprensión de la propia familia, que busca el éxito o la prosperidad en esta vida. Tendremos dificultades con los poderes de este mundo, que exigen adulación y que siempre marginan al que anuncia verdades y exigencias diferentes. Pero, cuando todo se haya derrumbado, y la contradicción entera se haya desplomada sobre vuestras cabezas, "ni un cabello de vuestra cabeza se habrá perdido: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas" Lucas 21,28.

10. Jesús no perdió nada en la Pascua. El cristiano tampoco perderá nada después de su cruz y de su fracaso. Saltará hecho añicos este mundo, en lo que tiene de inicuo

jmarti@ciberia.es







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