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Occidente está jugando con fuego

Occidente está jugando con fuego
Las nuevas ideologías han desarrollado unos planteamientos políticos insólitos, que se concretan en las llamadas leyes del deseo


Por: Josep Miró i Ardèvol | Fuente: Forumlibertas



Cada vez con mayor frecuencia una parte de las fuerzas políticas, culturales y económicas que gobiernan el mundo Occidental, América del Norte y Europa, atacan los fundamentos de la Iglesia Católica en el mundo: su autoridad moral, el sacerdocio, y el papado. No es la primera vez en la historia, ni será la última. En este caso, la nueva ideología agresora está adscrita al liberalismo relativista de lo políticamente correcto, homicida y sucesor de la modernidad.

Su foco está centrado sobre la Iglesia católica, la columna vertebral del cristianismo en el mundo, con sus más de 1.100 millones de fieles y veintiún siglos de generación de cultura. Una estructura que desde su vértice en Roma se extiende a los lugares más recónditos de la Tierra. Allí donde hay un ser humano llega la Iglesia. Se trata de la realidad más universal que existe.

El intento de demolición irradia también sobre el más amplio conjunto del cristianismo, cuando se sitúa enfrente de este liberalismo relativista. Solo quedan a salvo aquellos grupos postcristianos que han substituido el vigor de la fe y la razón, es decir la búsqueda de la verdad y de la aprehensión de la realidad, por la fragmentada cultura de la desvinculación. Una concepción construida por el emotivismo, el hedonismo narciso y el hiperindividualismo, que considera que la única forma de realización personal radica en la satisfacción de la pulsión del deseo, muy marcada por la una sexualidad integrada en el régimen general del sobreconsumo.

Esta ideología ha desarrollado unos planteamientos políticos insólitos, que se concretan en las llamadas leyes del deseo -España es un excelente ejemplo-, que tienen algunos puntos de contacto, para nada accidentales, con los más primarios mecanismo políticos del Imperio Romano. El circo sangriento, la bacanal, el reparto de bienes (llámese trigo gratuito o subvenciones mil). La Iglesia Católica es el único intelectual orgánico de envergadura que se le opone en Occidente.

No es una confrontación baladí. Se contraponen los fundamentos de dos modelos de sociedad. Uno el vivido. El que ha permitido convertir a Occidente, en su variante norteamericana o europea, en el modelo a seguir. Con las mejoras o matices que se quieran, pero a imitar. Nadie en China, la India, en África, la mayoría del propio Islam, concibe un esquema distinto: Estado de Derecho, ejercicio de las libertades, democracia, libre empresa, mercado más o menos regulado, productividad, redistribución de la riqueza y estado del bienestar. Ese es el desiderátum y el resultado final de una civilización que ha transitado, no sin duros traumas, desde una cultura basada en el honor y el deber a otra basada en el razonamiento, la razón económica, y la construcción del bienestar. Y esta última fase está ahora amenazada por el impulso de construir un modelo compuesto de dos partes necesariamente contradictorias entre sí, ´la sociedad-del deseo´.

En este contexto, el choque contra la Iglesia tiene diversos vectores: el liberalismo de lo políticamente correcto, la ideología de género y su extensión el homosexualismo político, una gran parte de la industria mediática basada en la cultura basura, y como supremo envolvente la lógica del beneficio y el mercado. Detrás de cada una de sus razones, y ahí Marx tenia razón -como en otras cosas-, existe una razón económica.

Los ataques han adoptado muchas variantes que podríamos simbolizar en dos obras, El Código Da Vinci, o el contubernio maligno y bimilenario del catolicismo, y el film Ágora, que desarrolla visualmente la tesis del obscurantismo cristiano. Todo es puro invento, manipulación burda, pero que importa. Goebbels ya demostró que la verdad no interesa, solo importa la difusión mediática, y en este terreno la Iglesia siempre tiene la batalla perdida, como perdida la tenía ante la fuerza de las legiones del Imperio.



Esta nueva ola señala unos blancos vitales, el sentido del sacerdocio, la autoridad moral del Papado, y lo hace componiendo un relato donde los retazos ciertos se unen a manipulaciones o simples inventos para construir un argumento que no busca la verdad sino el daño.



Ha habido curas pederastas -cada vez menos-, como los ha habido ladrones, amantes de mujeres, u homosexuales. Claro que los hay, pero la manipulación está en presentarlo como un hecho masivo, cuando son la excepción y por tanto la regla es otra. Los sacerdotes son el grupo social que menores tasas de faltas y delitos sexuales y otros delitos graves comete. Esta es la evidencia de las cifras.



Para construir la ‘otra verdad’ se acude a:

La acumulación. Por ejemplo se habla de 4.000 sacerdotes pederastas en Estados Unidos, pero los primeros casos se remontan a 1940. Se acumulan denuncias de más de 50 años. Hay otra forma de dar la cifra pero entonces ya no impresiona. En aquel país de 300 millones de habitantes, con más de 2,5 millones de estudiantes en centros católicos, se han dado a lo largo de medio siglo algo menos de 8 denuncias de pedofilia al año a cargo de sacerdotes, y bajando. En Alemania, y se trata también de denuncias, solo el 0,037% acaecidas los últimos 15 años corresponden a sacerdotes. Es lo mismo que decir que el 99,9% de los pedófilos son seglares. ¿A nadie se le ocurre preguntar en qué cree este 99,9%?

La agregación. Se presentan como ‘abusos’ en el área anglosajona -es el caso de Irlanda- y se añade o presupone que ´sexuales´ lo que es un bofetón o un insulto, algo que nada tiene que ver y que era común en la enseñanza no hace tantos años.

La liquidación de la presunción de inocencia. Por definición, todo sacerdote acusado es culpable para la BBC, periódicos como The New York Times y buena parte de la prensa anglosajona y medios españoles como El País, la Ser, El Periódico, entre otros, o medios públicos como TV3 y Catalunya Ràdio. Se limitan a repetir una y otra vez, día tras día, las mismas tesis surgidas de las mismas fuentes, sin ningún afán de hurgar en los hechos. ¿Pereza periodística o leña al mono? Se habla de denuncias como si fueran sentencias, cuando en muchos casos no existe tal, o es absolutoria o es causa archivada. La diócesis de los Ángeles publicó en Febrero del 2004 un informe sobre 104 acusaciones. De ellos 43 eran casos muy antiguos y los denunciados -que no culpables- estaban muertos, otros habían abandonado el sacerdocio. De los 16 que sí permanecían solo 4 se enfrentaban a juicios, sobre los que todavía no existía sentencia. El 25% de los denunciados llegaron a ser considerados por la justicia civil. En un conocido informe, Deal Hudson y en relación a la diócesis de Boston, una de las más afectadas afirmó: “solo 4 de los más de 80 sacerdotes etiquetados por los medios de comunicación como “pedófilos” son en realidad culpables de abusar de niños pequeños”. Esto es solo un 5% de las denuncias.

La ocultación del papel de la homosexualidad. La ideología de lo políticamente correcto es censora por su propia lógica interna, y no admite sobre la homosexualidad algo que no sea exaltación. Pero la realidad es que una gran parte de las denuncias presentadas como fruto de tendencias pedófilas corresponden a actos homosexuales. Según la Congregación para la Doctrina de la Fe, a la que llegan los casos diocesanos más graves, en relación a vulneraciones canónicas en el ámbito sexual, el 60% corresponden a relaciones homosexuales con jóvenes, el 30% con mujeres, y solo el 10% son de naturaleza pedófila. Muchos de los casos presentados en Estados Unidos como pederastia, o abusos de menores, respondían en realidad a tenor de la edad del afectado a una relación homosexual. Esto en Estados Unidos, donde la edad de emancipación sexual es en la mayoría de casos a los 18 años y en los menos los 16 años. En España, muchos de los que se desgarran las vestiduras ahora asumen, impasible el ademán, la relacione sexuales entre un adulto y un menor de 13 años cumplidos, perfectamente legal, si media como es lógico el consentimiento, porque aquí la ley es generosa con el pederasta.

La mentira. Pura y dura. Se ha presentado como un hecho que la Iglesia condena a la excomunión a las víctimas que denuncian el delito, cuando en realidad establecía en la instrucción ‘Crimen Solicitacionis’ de 1962, actualizada en la revisión del Código Canónico de 1983 delictis gravioribus; o que el Papa ‘tapó’ el caso del cura pedófilo Murphy denunciado en 1975, cuyo caso fue archivado por la justicia por falta de pruebas, y que ¡20 años después! viajó a Roma junto con otro caso en relación a la posible vulneración del sacramento de la Confesión, y que aún en este segundo hecho el entonces Cardenal Ratzinguer no intervino. ¿Cuál es la base para acusar a Benedicto XVI? Ninguna, pero el The New York Times y sus palmeros han llenado páginas con todo ello.

Fuera de contexto. La suma del efecto de acumulación y agregación se multiplica a eliminar todo contexto de referencia. Solo en España, en un estudio de 1994 encargado por el Ministerio de Asuntos Sociales y realizado por el doctor Félix López, los abusos a menores cometidos por maestros y profesores afectaban al 23% de las niñas y al 10% de los niños. Pero de ahí nadie dedujo que estos profesionales en su conjunto eran una banda de pedófilos, porque hubiera sido desproporcionado e injusto. Con muchos menos mimbres tejen la acusación contra los sacerdotes.



Jugar con fuego

Para Europa, para Estados Unidos, los valores que promueve la Iglesia y por extensión el cristianismo son rocas donde se asienta el sistema de valores que permite que la sociedad y la economía funcione, con defectos, errores, pero de manera más satisfactoria que en ninguna otra parte. No hay otro sistema alternativo, porque el liberalismo de la desvinculación tiene capacidad destructiva pero carece de modelo solvente para efectuar la substitución. Es simplemente el salto a la nada, a la autodestrucción. Si la Iglesia queda muy dañada sobre todo en Europa, la que por ahora demuestra una mayor pérdida, quien acabará pagando los costes ante los graves desafíos que la atenazan, será la propia Europa, no la Iglesia que extendida por el mundo crece y se desarrolla en América Latina, que ya concentra la mitad de los católicos del Mundo, en África, en Oriente. Es una estupidez pensar que el fermento que la Iglesia aporta a una civilización la une inexorablemente a la misma. Antes que la europea vivificó la cultura siriaca y bizantina en oriente, y ellas fueron el centro del cristianismo durante siglos. Se articuló estrechamente con el Imperio Romano de Occidente hasta su destrucción. Son las civilizaciones las que mueren. La Iglesia permanece, crece, y vivifica nuevas culturas. La campaña contra ella es en realidad una práctica de autosuicidio de la ideología desvinculada, porque en este Occidente libre que depende del substrato cultural católico es el único hábitat donde la van a dejar vivir.







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