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El 50% de la caída del comunismo fue obra de Juan Pablo II; el 30%, de Solidaridad

El 50% de la caída del comunismo fue obra de Juan Pablo II; el 30%, de Solidaridad
Entrevista a Lech Walesa, ex Presidente de Polonia


Por: ABC | Fuente: Análisis Digital



31/05/09

La conversación con el ex presidente de Polonia Lech Walesa (Popowo, 1943) gira en torno a los últimos 20 años de su país, que han tenido una in fluencia clave en el Viejo Continente.

-El 4 de junio se cumplen 20 años de las primeras elecciones casi libres en Polonia. Aquel año, en noviembre de 1989, cayó el muro de Berlín. ¿Qué balance hace de este periodo?

-Si alguien me hubiera dicho entonces que iba a vivir lo que me ha tocado vivir, no sé, que hoy iba a estar en España, no me lo hubiera creído. Si me hubieran dicho entonces que iba a vivir todo lo que he vivido, me habría sentido el hombre más feliz de la galaxia, no digo del mundo, sino de la galaxia..., que llegaría a ver a Polonia en una Europa sin fronteras. Todo eso me habría parecido imposible, increíble. Pero ahora que ya ha sucedido, detecto también las cosas que hemos hecho mal, las que hemos estropeado, las oportunidades que hemos perdido. Esto ya es harina de otro costal. Y aquí se confirma mi famosa frase: «Estoy a favor, pero a la vez contra».

-Usted siempre ha sido un poco paradójico.

-Sí. ¿Pero acaso no tengo razón? La vida me ha hecho así.

-Hace poco dijo usted que si seguían echándole basura en Polonia, acusándole de que había colaborado con el servicio secreto de la época comunista, dejaría el país.

-A veces hablo con metáforas. A mí se me acercan muchas personas con esto y con aquello, con que habría que hacer algo, con que si podría hacer algo... Cuentan con que puedo hacer algo. Yo les respondo entonces: «No contéis conmigo, que me voy», pero en el sentido de que no voy a hacer lo que me dicen, no en el sentido de que me vaya a ir del país.

-¿Está usted contento con el recorrido de Polonia desde que pertenece a la UE?

-No del todo. Pienso que si se hubiera hecho lo que proponía, el éxito habría sido mayor. Yo propuse otro tipo de privatización, también propuse otro sistema político, pero el pueblo eligió otra cosa y está en su derecho. Creo que yo habría conseguido más. Pero la democracia es más importante para mí.

-Usted está en el llamado «Grupo de sabios», doce personas que piensan para un futuro mejor de la UE, un grupo al que también pertenece el ex presidente español Felipe González. ¿No ve incompatible ese trabajo con promocionar a Libertas, un nuevo partido creado por el multimillonario irlandés Declan Garley, que provocó el «no» de Irlanda a la reforma política de la UE, es decir, con un euroescéptico?

-Sí, efectivamente estoy trabajando allí con González, un excelente político y una persona muy trabajadora, aunque políticamente tengo otras opiniones. Pero no le puedo reprochar nada porque está trabajando muy bien. Probablemente él, y otros muchos, no estarán contentos de que yo esté aquí. Esto (lo de Libertas) me está acarreando problemas por todas partes. Están diciendo de mí de todo. Me están insultando. Dicen que soy un traidor. Que me vendí. Que todo esto de Libertas es mentira. Pero yo sigo buscando. Y siempre digo que la gente libre tiene que organizarse. Yo digo: «Quizás tengan razón. Hay que escucharles». No temo estos contactos. Yo no pertenezco a ese partido.Yo me sentí siempre muy cerca de Juan Pablo II. El final del comunismo se debe en un 50 por ciento al trabajo de Juan Pablo II. Y en un 30 por ciento es obra mía y del sindicato Solidaridad.

-¿Se siente su país todavía amenazado por Rusia?

-Hubo un tiempo que llamo la época de la tierra, en el cual la gente tenía pocas necesidades. Necesitaba comer y tener un sitio para vivir. Esto más o menos se dio hasta el final del siglo XX. Entonces luchábamos por la tierra. Nos quitábamos tierra. Cambiábamos fronteras. Ahora hay otra época, que es la del intelecto, de la globalización, de la información. Estamos en otra época. Ya se acabó lo de las fronteras. Me parece que Rusia también está entrando, poco a poco, en nuestra época. Ya no les molestamos en su paso. Pueden pasar por encima de nosotros. Por eso no tienen que combatirnos. Yo soy una persona muy práctica.

-Jaruzelski empieza a ser respetado en su país porque, se dice, en realidad lo que evitó, en 1981, fue la invasión rusa de Polonia. Mientras que de usted se publica últimamente que habría trabajado en realidad para los servicios secretos comunistas. ¿El mundo al revés?

-Hay que entender los tiempos. Hay una nueva generación. Yo les llamo los lobeznos, los que quieren quitar de en medio a los viejos. Les molestamos. Es la lucha de generaciones. Ellos no tienen pasado, tampoco tienen mucha experiencia o sabiduría. Lo único que tienen es que quieren aprovecharse del pasado. Yo siempre digo que el que al final ha de juzgar es Dios. No soy partidario de empezar a saldar cuentas. Y yo soy un revolucionario de aquella época. Otros, sin embargo, juegan con las cuentas del pasado. La democracia lo permite.

-Usted tuvo una relación muy especial con Juan Pablo II. Hace 20 años había líderes que se diría tenían más clase que los actuales: Reagan, Thatcher, Mitterrand, Kohl... ¿Cómo ve usted a los políticos del momento?

-Yo me sentí siempre muy cerca de Juan Pablo II. El final del comunismo se debe en un 50 por ciento al trabajo de Juan Pablo II. Y en un 30 por ciento es obra mía y del sindicato Solidaridad. El 20 por ciento restante se debe a Reagan, Mitterrand, Kohl, los demás. Los tiempos crean a los dirigentes. Teníamos a Reagan, al que no le gustaba el comunismo ni en pintura, y forzaba la carrera armamentística, la guerra de la galaxias. Rusia no aguantó el ritmo de esa carrera armamentística. Por otro lado estaba Mitterrand, socialista, que les decía: «Yo soy socialista, pero no podéis tratar así a los obreros. No podéis pegar a los obreros. Yo estoy con vosotros, pero no en estas circunstancias». Por tanto ayudaba a Solidaridad. Estaba la señora Thatcher, que decía al régimen comunista: «¿Pero qué clase de economía tenéis, que no vale para nada? Tendrías que permitir la economía privada, para que las cosas funcionen. Hablaré con vosotros cuando todo esto vaya de otra manera». Y también Kohl. Y otros. Nosotros nos entendíamos sin palabras. Cada uno hacía su trabajo. Pero todo esto se unía y parecía que estábamos coaligados para luchar contra la URSS. El mundo sospechaba que estábamos confabulados. Pero no había ninguna confabulación. Simplemente, surgió así. Esto duró hasta la caída del comunismo, que era lo que nosotros pretendíamos. Luego, nació otra época. La reunificación de Alemania. Europa como un Estado. Un contexto completamente nuevo.

-Y ahora tenemos a Europa...

-Y no estamos preparados. Y por eso no hay líderes. Tienen que crecer y crecerse de verdad para dar cuenta de la nueva situación. No hay programa. No se sabe lo que hay que hacer. Unos dicen que lo único que hace falta son las libertades: la libertad y el mercado libre. Otros que los valores. ¿Pero qué valores? Cada país tenía unos valores diferentes. Hay que consensuarlos. ¿Cómo hacerlo? ¿Dónde? Y esos son los dramas de nuestro tiempo. Unos dicen que hay que hablar con libertad. Y cuando yo hablo con ellos (Libertas), mire cómo me zancadillean. ¿Cuál es la actitud adecuada? ¿Hablar o no hablar? Yo creo que hay que hablar.

 







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