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El síndrome de Jonás
El Papa nos invita a todos a salir de nosotros mismos y de ir al encuentro de los demás, sin tener en cuenta las culpas de unos y de otros


Por: P. Joan Carreras | Fuente: nosponemosencamino.blogspot.com.es



 


El Papa Francisco dirigió ayer un discurso vibrante y encendido. Para todos cuantos han malinterpretado las palabras del Papa pronunciadas en las entrevistas que ha concedido en las semanas pasadas, nuestro Pontífice recalca con fuerza tres ideas centrales de la Nueva Evangelización: primacía del buen ejemplo; urgencia de ir al encuentro de los demás; y proyecto pastoral centrado en lo esencial.

En el primer punto, la primacía del buen ejemplo se sitúa esta interesante afirmación que ahora transcribimos y que toca de lleno el tema de esta última etapa de "caminemos juntos":

 

 



 

"Tantas personas se han alejado de la Iglesia. Es equivocado echar las culpas a una parte o a la otra, es más, no es cuestión de hablar de culpas. Hay responsabilidad en la historia de la Iglesia y de sus hombres, las hay en ciertas ideologías y también en las personas singulares. Como hijos de la Iglesia debemos continuar el camino del Concilio Vaticano II, despojarnos de cosas inútiles y dañinas, de falsas seguridades mundanas que entorpecen a la Iglesia y dañan su verdadero rostro" (1).


También ayer, el Papa habló del síndrome de Jonás, es decir, de aquella enfermedad que pueden sufrir las personas de bien y que consiste en encerrarse en su propia torre de mafil:

 

 

 



 

"El Señor le pidió que fuera a Nínive, y él huyó a España. Jonás, dijo, "tenía las cosas claras": "la doctrina es ésta", "se debe hacer esto" y que los pecadores "se las arreglen ellos, yo me voy". A aquellos que "viven según este síndrome de Jonás", añadió el Pontífice, Jesús "llama hipócritas, porque no quieren la salvación" de la "gente pobre", de los "ignorantes" y de "pecadores": "El ´síndrome de Jonás´ no tiene celo por la conversión de la gente, busca una santidad -me permito la palabra- una santidad de "lavandería", toda bonita, impecable, pero sin ese celo de ir a predicar el Señor. Frente a esta generación enferma del ´síndrome de Jonás´ el Señor promete la señal de Jonás" (2).


En el momento en que uno se siente "bueno", su propia bondad se convierte en el principal obstáculo de la reconciliación. En el mismo momento en que se enroca en su castillo, quien padece el síndrome de Jonás se separa de los pecadores. La soberbia no sólo exalta a quien la padece, sino que comporta el desprecio de los demás.

Hay dos grandes obstáculos para la reconciliación de los hombres o de los grupos o naciones:

1) En primer lugar, la soberbia del que no reconoce la propia culpa y se niega por tanto a pedir perdón a quienes ha podido ofender con sus actos.

2) En segundo lugar, la soberbia de quien se considera ofendido y espera que los "ofensores" se disculpen y le pidan el perdón de sus ofensas.

Con mucha frecuencia, en las dos partes se encuentran ambos obstáculos porque la soberbia ofusca en ambas direcciones: agranda las ofensas cometidas por los demás y esconde nuestras culpas.

Por eso el Papa nos invita a todos a salir de nosotros mismos y de ir al encuentro de los demás, sin tener en cuenta las culpas de unos y de otros. Más aún, dando el paso de reconocer nuestras culpas y de pedir perdón a quienes hemos ofendido. Nosotros podemos siempre perdonar aunque nadie nos haya pedido perdón.

 

 

 

 

 

 

 

 

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