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Terri Schiavo

Terri Schiavo
El caso de Terri nos lleva a reconocer, de un modo dramático, que no todo lo legal es ético.


Por: Fernando Pascual | Fuente: catholic net



(Escrito el 23-3-2005, pocos días antes de la muerte de Terri Schiavo)

Una vida que depende completamente de los demás. En cierto sentido, toda vida humana depende de los otros. Pero la vida de Terri Schiavo de un modo más radical.

Nacida en 1963 y casada con Michael Schiavo, sufrió un grave daño cerebral en 1990. Su marido lleva varios años luchando para provocar su muerte, mientras los padres de Terri buscan salvar su vida. El caso ha pasado a los tribunales; se ha suspendido la alimentación e hidratación de Terri en tres ocasiones: el año 2001 (2 días), el año 2003 (6 días) y ahora, desde el 18 de marzo de 2005.

Son muchos los que luchan desesperadamente por salvar a Terri. Junto a sus padres se han movilizado un gran número de ONGs, personalidades del mundo del espectáculo, de la empresa, de la política, de las religiones. Voluntarios de las más distintas clases sociales buscan maneras para que Terri no muera de hambre.

Lo que causa un dolor profundo es constatar que otros, los que más pueden hacer por ella (médicos, enfermeras, autoridades de las que depende el caso) se escudan en “obedecer órdenes”. Acogen un texto legal y lo llevan a la práctica, como si eso fuese motivo suficiente para tener la conciencia tranquila.

El caso de Terri nos lleva a reconocer, de un modo dramático, que no todo lo legal es ético. Desde un punto de vista formal, quizá muchos piensen que ha sido “justo” desconectar los tubos. Ha habido juicios, hay leyes, un juez ha dictaminado (en este caso, ha “ordenado”) seguir lo que pide el esposo de esta mujer: que se la “deje morir”. En realidad, la orden busca provocar la muerte de Terri: una cosa es permitir que una enfermedad incurable siga su proceso, y otra es desentenderse de un enfermo crónico (este es el caso de Terri) al dejar de ofrecerle atenciones tan fundamentales como las del agua y la comida.

Una sentencia injusta no es obligante. Quienes la obedecen asumen su parte en la injusticia. Seguramente se defenderán, se “justificarán”, diciendo que todo ha sido “legal”. Pero un crimen sigue siendo un crimen aunque esté apoyado por una ley injusta (como tantos crímenes del pasado y del presente en países dictatoriales y en países que presumen de ser “democráticos”).

Hubiéramos deseado encontrar un puñado de héroes que se enfrentasen a la orden del juez. Sería hermoso ver que algunas enfermeras y médicos se hubiesen negado a interrumpir la alimentación de Terri.

Sentimos un dolor profundo por lo que está pasando. Un dolor que nos dice que llega la hora del heroísmo. No de la violencia: con los golpes sólo se genera más rabia y más angustia. Pero una resistencia pacífica, en casos como el de Terri, se hace necesaria, especialmente cuando vemos, con angustia, que las vías legales han resultado insuficientes.

No podemos someternos tranquilamente a poderes que han dejado de buscar el bien de las personas. Debemos, más bien, vivir según un amor y un respeto profundo hacia los marginados, los débiles, los niños, los ancianos y los enfermos. Enfermos que, como Terri, piden en silencio afecto, justicia, cuidados médicos y un poco de agua y de comida para seguir viviendo...

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