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Indulgencias: Dios nos asocia a su Amor

Indulgencias: Dios nos asocia a su Amor
Dios ha querido asociarnos a su Amor salvífico.


Por: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net



En algunos lugares, y por motivos complejos, las indulgencias han quedado casi en el olvido. Otros intereses las han cubierto con una gruesa capa de polvo. Quizá incluso con buenas intenciones, por ejemplo para evitar problemas con los protestantes.

Pero de este modo no sólo dejamos de lado un aspecto profundo de la doctrina católica, sino que nos alejamos del proyecto maravilloso de Dios, que ha querido asociar a los hombres a su Amor salvador.

En una reunión del Papa Benedicto XVI con los párrocos de Roma (el 26 de febrero de 2009), uno de los sacerdotes quiso poner sobre el tapete este tema. Subrayó cómo en muchos ambientes católicos no se habla de las indulgencias, o se han dejado de lado las bendiciones, o ha quedado casi olvidada una devoción tan rica y fecunda como la de los Primeros viernes de mes. Quizá la causa, decía este sacerdote, se deba a la ignorancia, o a una errónea interpretación del Concilio Vaticano II (que no ha modificado la doctrina sobre las indulgencias), o a una mentalidad que ve esas prácticas como algo del pasado que ya no tiene ningún sentido.

Benedicto XVI ofreció, como respuesta, unas reflexiones profundas y sencillas. Recordó, en primer lugar, cómo el Papa Pablo VI había regulado la praxis sobre las indulgencias con la constitución “Indulgentiarum doctrina” (1967).

Luego explicó de dónde arranca la doctrina católica sobre las indulgencias.

“Diría que se trata sencillamente de un intercambio de dones, es decir, cuanto en la Iglesia existe de bien, existe para todos. Con esta clave de la indulgencia podemos entrar en esta comunión de los bienes de la Iglesia”.

Existen, el mismo Papa lo reconoció, problemas con los protestantes, los cuales consideran que sólo en Cristo está el tesoro de los dones de Dios. “Pero para mí lo maravilloso es que Cristo -el cual es realmente más que suficiente en su amor infinito, en su divinidad y humanidad- quería añadir a cuanto ha hecho Él, también nuestra pobreza”.

Reconocer esta verdad abre un horizonte magnífico de intercambios de amor. Seguía el Papa: “(Cristo) no nos considera sólo como objetos de su misericordia, sino que nos hace sujetos de su misericordia y del amor junto con Él, de modo que -aunque no cuantitativamente, al menos en sentido mistérico- nos quisiera añadir al gran tesoro del cuerpo de Cristo. Quería ser la Cabeza con su cuerpo, en el que se realiza toda la riqueza de lo que ha hecho. De este misterio resulta precisamente que existe un thesaurus Ecclesiae, que el cuerpo, como la cabeza, entrega tanto y que nosotros podemos tener uno del otro y entregar uno al otro”.

Las indulgencias se comprenden en este horizonte de intercambio de dones. Sólo Dios salva, y este punto es clave para comprender el cristianismo en toda su autenticidad. Al mismo tiempo, Dios condesciende, acoge nuestra pequeñez, y la une a su Amor en favor nuestro. Nos asocia, de este modo, como pobres pero auténticos colaboradores en un movimiento maravilloso de misericordia.

Benedicto XVI aclaraba en seguida que estamos ante cosas que no son en sí necesarias, pero que han surgido “en la riqueza de la meditación del misterio. Así el Señor nos ofrece en la Iglesia estas posibilidades”. Por eso, “nadie debería despreciar esta riqueza, crecida durante los siglos como ofrenda y como multiplicación de las luces en la Iglesia. La única luz es la de Cristo. Aparece en todos sus colores y ofrece el conocimiento de la riqueza de su don, la interacción entre cabeza y cuerpo, la interacción entre los miembros, de manera que podemos ser verdaderamente juntos un organismo vivo, en el cual uno dona a todos, y todos donan al Señor, el cual se nos ha donado completamente a sí mismo”.

Es parte de nuestra fe católica reconocer cómo Dios ha querido asociarnos a su Amor salvífico, cómo nos invita, a pesar de nuestra pequeñez, a participar en su ofrecimiento salvador, en sus deseos para redimir a quienes viven en el pecado.

Por eso vale la pena recordar qué son las indulgencias y cómo aprovecharlas para que el tesoro de la Iglesia, que es la Sangre de Cristo, llegue a muchos corazones, los limpie de sus culpas y los introduzca en la vida maravillosa del amor, en el tiempo presente y en el Reino de los cielos.

Para profundizar, cf. Pablo VI, Ingulgentiarum doctrina (1967)

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