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El palio y el anillo del pescador

El palio y el anillo del pescador
¿Qué significado tienen estos dos gestos sencillos y profundos?


Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net



Benedicto XVI ha iniciado, ante la ciudad de Roma y ante el mundo, su servicio como obispo de Roma. Era el domingo 24 de abril. Una multitud de creyentes llenaba la plaza de San Pedro y las calles que a ella llevan. Junto al nuevo Papa, los cardenales, muchos obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, y miles y miles de personas de toda condición.

Después de las lecturas, un cardenal impuso el palio sobre los hombros del Papa. Luego, otro cardenal le dio el anillo del pescador, y el Papa se lo puso en la mano derecha.

¿Qué significado tienen estos dos gestos sencillos y profundos? Lo explicó el mismo Benedicto XVI en la homilía que siguió a este rito: “El primer signo es el palio, tejido de lana pura, que se me pone sobre los hombros. Este signo antiquísimo, que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de Dios, toma sobre sus hombros.

El yugo de Dios es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de la libertad. Conocer lo que Dios quiere, conocer cuál es la vía de la vida, era la alegría de Israel, su gran privilegio. Ésta es también nuestra alegría: la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica - quizás a veces de manera dolorosa - y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente Él, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia.

En realidad, el simbolismo del Palio es más concreto aún: la lana de cordero representa la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida. La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad - todos nosotros - es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto; no puede abandonar la humanidad a una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El Palio indica, primeramente, que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros. Se convierte así en el símbolo de la misión del pastor del que hablan la segunda lectura y el Evangelio de hoy”.

Luego Benedicto XVI pasó a explicar el simbolismo del anillo del pescador. “El segundo signo con el cual la liturgia de hoy representa el comienzo del Ministerio Petrino es la entrega del anillo del pescador. La llamada de Pedro a ser pastor, que hemos oído en el Evangelio, viene después de la narración de una pesca abundante; después de una noche en la que echaron las redes sin éxito, los discípulos vieron en la orilla al Señor resucitado. Él les manda volver a pescar otra vez, y he aquí que la red se llena tanto que no tenían fuerzas para sacarla; había 153 peces grandes y, «aunque eran tantos, no se rompió la red» (Jn 21,11).

Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: «Maestro, por tu palabra echaré las redes». Se le confió entonces la misión: «No temas, desde ahora serás pescador de hombres» (Lc 5,1.11). También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera”.

Pastor y Pescador. San Pedro dejó sus miedos y empezó una misión que le llevó lejos, muy lejos, a una ciudad que se llamaba Roma. Miró a Cristo y confió. También ahora Benedicto XVI comienza a servir como sucesor de Pedro, como pastor, como pescador, a toda la Iglesia. También él confía. Y nos pide a todos un apoyo, el mejor apoyo: una oración. Una oración que nacerá espontánea de millones de corazones, que también dirán, a quien hasta ahora era Joseph Ratzinger: ¡gracias por tu generosidad, gracias por cuidar al rebaño, gracias por lanzar las redes y llevarnos hacia la vida verdadera, hacia Cristo, hacia la Casa del Padre!


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