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¡Preparad los caminos del Señor!

¡Preparad los caminos del Señor!
Adviento. Señor, ayudanos a escuchar tu voz y preparar tu venida.


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net



Juan 1, 6-8. 19-28

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?" Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: "Yo no soy el Mesías". De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues?¿Eres Elías?" El les respondíó: "No soy". "¿Eres el profeta?" Respondió:"No". Le dijeron: "Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron.¿Qué dices de ti mismo?" Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: ´Enderecen el camino del Señor´, como anunció el profeta Isaías". Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos le preguntaron: "Entonces por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta?" Juan les respondió:"Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias". Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

Oración introductoria

Señor, como Juan Bautista quiero ser testigo de tu luz, de tu amor, de tu verdad. Que esta meditación, con tu gracia, me ayude a crecer en el amor, a cambiar mi corazón para poder cumplir con mi propósito de amarte en los demás, cada día, más y mejor.

Petición

Que la experiencia de tu amor mueva mi voluntad para querer compartir con los demás la buena noticia de saber que Tú nos amas.

Meditación del Papa

Ayer la liturgia nos invitó a celebrar la Natividad de san Juan Bautista, el único santo cuyo nacimiento se conmemora, porque marcó el inicio del cumplimiento de las promesas divinas: Juan es el "profeta", identificado con Elías, que estaba destinado a preceder inmediatamente al Mesías a fin de preparar al pueblo de Israel para su venida. Su fiesta nos recuerda que toda nuestra vida está siempre "en relación con" Cristo y se realiza acogiéndolo a él, Palabra, Luz y Esposo, de quien somos voces, lámparas y amigos. "Es preciso que él crezca y que yo disminuya": estas palabras del Bautista constituyen un programa para todo cristiano.
Dejar que el "yo" de Cristo ocupe el lugar de nuestro "yo" fue de modo ejemplar el anhelo de los apóstoles san Pedro y san Pablo, [...] San Pablo escribió de sí mismo: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí". Antes que ellos y que cualquier otro santo vivió esta realidad María santísima, que guardó en su corazón las palabras de su Hijo Jesús. (Benedicto XVI, 25 de junio de 2006).

Reflexión

Uno de los personajes clave que aparecen en escena durante el período del Adviento es Juan el Bautista. Como buen precursor, toma siempre la delantera para preparar la llegada del Mesías y ofrecerle un pueblo bien dispuesto; para "hacer volver -como dice el profeta Malaquías- el corazón de los padres hacia los hijos, y convertir el corazón de los hijos hacia los padres". Es este mismo profeta quien, refiriéndose a la misión del nuevo Elías, anuncia a Israel esta promesa de parte de Dios: "He aquí que Yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará el camino delante de mí" (Mal 3,1). Y sabemos que Jesús, en el Evangelio, siempre que habla de Elías se refiere a Juan el Bautista.

Pero, ¿quién este Juan Bautista? El evangelista san Juan nos dice que "éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz y para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz"(Jn 1, 7-8). Su misión es, por tanto, hablar en nombre de otro y dar testimonio en favor de otro. ¡Mucha humildad se necesita para cumplir esta misión! Y Juan supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida. Cuando se presentaron ante él los sacerdotes y levitas, enviados por las autoridades judías desde Jerusalén, confesó con toda claridad: "Yo no soy el Mesías" –respondió sin rodeos–. Y, sin las falsas modestias típicas de las mojigatas, también declaró que él no era Elías, ni el Profeta. Él, simple y llanamente se autodefinía "la voz". Sí, "la voz que grita en el desierto", como dijo Isaías.

Pero, ¿para qué sirve una voz que grita en el desierto? ¿es que alguien puede escucharla? El desierto significa que tenemos que hacer espacios de silencio en la soledad de nuestro interior para acoger esta voz; y también que hemos de saber desprendernos de las cosas materiales que nos disipan y nos distraen para poder concentrarnos en lo esencial.

San Agustín comenta bellamente este pasaje en uno de sus sermones diciendo que “Juan era la voz y Cristo la Palabra eterna del Padre”. El sonido de la voz de Juan permitió a Jesús pronunciar la Palabra de vida y hacerla llegar hasta nuestro corazón. Juan cumplió su misión de voz y desapareció: "Conviene que Él crezca -dirá en otro momento- y que yo disminuya".

Pero el mensaje de esta voz es de una grandísima profundidad y trascendencia: "Preparad los caminos del Señor" -clama esta voz-. Preparar el alma para la venida –¡ya tan próxima!– de nuestro Redentor, que nace como Niño en carne mortal para salvarnos. Preparar los caminos del Señor significa abandonar el pecado y acercarnos a la gracia; significa aprender a ser humildes, como Juan Bautista, dejar entrar al Señor en nuestro corazón y que Él sea quien rija el destino de nuestra existencia. Significa también estar con el corazón atento para poder descubrir a Dios que viene a nosotros, pues tal vez por su humildad, su silencio y su sencillez, podría pasarnos desapercibido, como sucedió a los judíos: "En medio de vosotros hay uno -les decía el Bautista- a quien no conocéis, al que yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia". Que no nos vaya a ocurrir que llegue la Navidad, que pasen estas fiestas y ni nos demos cuenta de lo más importante: ¡el festejado, Jesús!

Ojalá, pues, que seamos dóciles a esta voz que grita en el desierto y sigamos "preparando los caminos del Señor". Que cuando Cristo venga en esta Navidad nos encuentre a todos con el alma bien dispuesta, prontos para escuchar su palabra, para acoger su mensaje y recibir su salvación. Sólo así las fiestas navideñas dejarán en nuestro corazón un fruto perdurable para siempre.

Propósito

Hoy le hablaré a alguien, con mucha alegría y esperanza, de lo que Cristo ha hecho en mí.

Diálogo con Cristo

¿Cuántas veces he sentido pena de reconocer mi fe ante los demás? ¿Cuántas veces te he negado Señor por miedo a las críticas o burlas en el trabajo, en la escuela, con los vecinos o familia? Tú sabes Padre mío de mi debilidad, de mi cobardía ante el qué dirán, por ello te suplico que fortalezcas mi voluntad para que sepa comunicar a los demás la auténtica alegría de la Navidad. Que mi testimonio de vida ayude a que otros sepan preparar el camino para recibirte en su corazón.

 

 

 

 



 

 







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