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El difícil arte de los discursos
Una cosa es componer discursos y otra, muy distinta, es saber cómo usarlos de modo adecuado


Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Yoinfluyo.com



Platón explicaba, en uno de sus Diálogos, que una cosa es componer discursos y otra, muy distinta, es saber cómo usarlos de modo adecuado.

Un discurso se construye desde las ideas. Si está hecho correctamente, expone un argumento de modo armónico, bien trabado, que se basa en un adecuado conocimiento sobre el tema. Detrás de las palabras, se supone que existe buena intención y deseos de exponer de la mejor forma posible el argumento considerado.

Pero no basta con eso, porque un discurso no vale sólo por estar bien elaborado, sino, sobre todo, por estar orientado oportunamente a los destinatarios.

Buenos discursos han fracasado porque los oyentes (o los lectores) no cuentan las disposiciones suficientes para acogerlos, o porque quienes elaboran esos discursos no encuentran la forma oportuna para presentarlos a ese grupo de personas.

Por eso, el arte de los discursos, como notaron Platón, Aristóteles (en el mundo antiguo) y San Agustín (en el mundo cristiano), exige un profundo conocimiento de los corazones, de las personas, de sus situaciones, de sus estados anímicos, de sus miedos, de sus esperanzas, de sus dudas, de sus prejuicios, de sus problemas, de sus intereses, y de sus anhelos más profundos.

Es difícil, desde luego, conjugar un buen dominio de un tema determinado con un buen conocimiento de las reglas de la exposición, que estén de acuerdo con la “psicología” básica que permite descubrir qué discurso es adecuado para cada tipo de personas.

Uno de los grandes retos del mundo de la comunicación consiste precisamente en eso: en encontrar las palabras aptas para cada corazón.

Ese reto vale para cualquier forma de comunicación humana: desde la escuela hasta el programa televisivo; desde la orientación personal o la consulta psicológica, hasta el diálogo entre amigos.

Vale también para el mundo del Internet, sin olvidar sus enormes posibilidades (la rapidez de información, la interactividad, la posibilidad de participar en foros o de comentar noticias) ni sus grandes riesgos.

El arte de los discursos ha sido, es y será siempre difícil. Pero vale la pena realizar un esfuerzo constante por encontrar formas para conocer más y mejor a quienes nos escuchan: para que las palabras que les dirijamos se conviertan en un camino fecundo hacia el crecimiento en el saber, hacia el acercamiento a la verdad que todos anhelamos.

Vale la pena tener un corazón abierto, enamorado, que percibe lo que ocurre en los destinatarios, y que busca siempre nuevos caminos para compartir eficazmente conocimientos que sirven, que unen, en el tiempo y en la eternidad.







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