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Cristiano de hoy

Es preciso aprender a orar
Todo cristiano está llamado a ser santo, y la santidad se distingue por la vida de oración.


Por: P. Juan Carlos Ortega Rodríguez | Fuente: Catholic.net




Imaginemos una misma escena vivida en tres hogares diversos. Los niños están ya descansando, el esposo embebido en el periódico, la mujer lavando los trastes en la cocina. Ella levanta la voz y dice al marido:
´Mi amor, no hay agua caliente y me va a llevar mucho tiempo lavar los platos´.
El primer esposo, sin retirar la vista del periódico, responde: ´Siempre hay imprevistos. No te preocupes, esperaré hasta que termines´. En la segunda pareja, el marido baja el periódico, busca con la mirada a su esposa y le dice: ´¡Qué pena me da! Sé lo que sufren tus manos con el agua fría. Eres encantadora, te espero´. En el tercer hogar la conversación termina de este modo: ´¡Otra vez! ¡Y cuánto sufres tú con el agua fría! Te echo una mano y después nos vamos juntos a descansar´. Todos comprendemos el diverso efecto que cada respuesta produce en la esposa.

Este ejemplo nos ayudará a comprender uno de los objetivos que el Santo Padre propone a los fieles cristianos.

Él invita a todos a buscar y alcanzar la santidad, pero a la vez recuerda que "los caminos de la santidad son personales y exigen una pedagogía verdadera y propia" ¿En qué consiste esta pedagogía? "Para esta pedagogía de la santidad - afirma el Papa - es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración"

Si todo cristiano está llamado a ser santo, y la santidad se distingue por la vida de oración, se concluye que todo cristiano debe aprender el arte de la oración. De ahí que el Santo Padre afirme con claridad que "se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial, incapaz de llenar la vida.

Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, no sólo serían cristianos mediocres, sino cristianos con riesgo de abandonarla ante nuevas propuestas religiosas, supersticiones o pruebas dolorosas. Por ello, invita a que "la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral".

Dado que "es preciso aprender a orar, debemos saber qué es la oración. El Papa responde: "ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos"; "verdadero y propio diálogo de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseída totalmente por el divino Amado, sensible al toque del Espíritu y abandonada filialmente en el corazón del Padre"

Llama la atención el uso de términos comunes al amor humano (diálogo, intimidad, ser poseído por el amado, toque sensible, abandono en el otro). En verdad, no puede ser de otro modo, ya que el hombre y la mujer cristiana sólo saben obrar como lo que son: persona humana, hombre o mujer.

En las definiciones el Santo Padre repite la palabra ´diálogo´. Como los tres matrimonios dialogan, así en la oración dialogamos con Dios.

Ciertamente, no en voz alta sino en el interior de nuestro pensamiento, pero un pensamiento dirigido a un Tú, a Otro diverso de yo mismo. Si no fuera así, no sería diálogo sino simple reflexión.

Un segundo aspecto que se destaca en las definiciones es el amor.

Aunque los tres matrimonios dialogan, percibimos que no todos logran expresar un amor total y generoso. De donde se deduce que no es suficiente con dialogar, se requiere dialogar con amor, es decir, poner juego todas lo que una persona es. Se requiere la inteligencia en un diálogo de amor. El primer esposo comprendió la situación de la mujer, la causa y las consecuencias de la misma pero no fue suficiente para expresar el amor que su cónyuge esperaba de él. Nosotros en la oración debemos reflexionar sobre una escena de la vida de Cristo, comprender lo que ocurre, las causas que le mueven a hablar y obrar de ese determinado modo, las consecuencias que comportan sus acciones y mensaje. Realizar esto ya sería algo bueno pero no suficiente.

En el diálogo de amor se requiere también expresar con sinceridad a la persona amada los sentimientos que una determinada situación produce en nuestro interior. Ante la situación del agua fría, el marido de la segunda pareja manifestó pena, dolor, y a la vez afecto y deseo de estar con su mujer. Estos sentimientos produjeron satisfacción en la esposa y estoy seguro que se dedicaría con mayor rapidez al lavado de la vajilla para poder estar lo antes posible con el esposo. No obstante, entrevemos que todavía
el marido podría haber dado más de sí mismo.

En ocasiones, la oración no es atractiva porque se reduce a simple reflexión sin expresar los sentimientos de alegría, pena, arrepentimiento, admiración que las palabras y acciones de Cristo produce en nuestro interior. Lograr este segundo paso sería un gran avance.

El verdadero amor es donación. Ante la necesidad de la persona amada, la voluntad se debe mover a la entrega y ayuda eficaz. Sólo el tercer matrimonio logró un verdadero diálogo de amor que les llevo a querer lavar la vajilla y compartir la intimidad personal y recíproca. La verdadera oración debe concluir expresando la opción de la voluntad por entregarnos a Jesús, por ser cómo Él, por compartir su doctrina y por obrar como Él
espera de nosotros.

Cuando así hacemos, "el encuentro con Cristo no se expresa solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el enamoramiento del corazón". ¡Qué hermoso enamorarnos de Cristo! Un amor que no impide, sino encauza, los demás amores y afectos humanos.

 

 

 

 



 

 

 







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