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La guerra de los mundos (U.S.A., 2005, Paramount).
Crítica de Francisco Gómez a la cinta de Steven Spielberg en la que nos lanza interesantes prguntas con relación al sentido de la existencia humana.


Por: Francisco Gómez | Fuente: Arbil.org



Precedido de una hábil e intensa campaña de marketing promocional, el grandioso artificio de ciencia-ficción dirigido por Spielberg, recientemente estrenado, se inspira en la célebre obra homónima de H.G. Wells publicada en 1898. Su objetivo, hacer pasar un rato entretenido al espectador, podemos afirmar que se cumple; por contra, no provocará muchos pensamientos profundos. No obstante, subyace en ella toda una auténtica concepción de la existencia que conviene conocer

Precedido de una hábil e intensa campaña de marketing promocional, el grandioso artificio de ciencia-ficción dirigido por Spielberg, recientemente estrenado, se inspira en la célebre obra homónima de H.G. Wells (publicada en 1898). Su objetivo, hacer pasar un rato entretenido al espectador, podemos afirmar que se cumple; por contra, no provocará muchos pensamientos profundos.

Aunque efectivamente este film de corte fantástico está destinado a “arrasar” en los cines a escala global (más de 2 millones de espectadores han abarrotado las salas españolas en 2 semanas), no por aguardado consigue convencer netamente; a pesar de su impecable factura técnica y pretencioso soporte argumental, deja una ligera sensación de desasosiego al cabo de sus 117 minutos.

En extracto: el futuro de la raza humana vista a través de una “actual” familia americana que lucha por sobrevivir. Un descargador de muelle, divorciado y padre poco modélico, el día en que su ex-mujer le lleva a sus dos hijos, ve cómo la vida de todos se trastorna y da un vuelco cuando repentinamente un ataque del exterior deja el lugar devastado. Sin lugar donde ocultarse, Ray deberá protegerles con sus únicas fuerzas huyendo no sabe bien a dónde…

Al concluir, permanece la impresión de que, aunque el precio de la entrada esté bien empleado, hay algo que le falta a este producto a la medida de un correcto aunque por momentos excesivo intérprete principal, Tom Cruise. Señalamos el excelente trabajo de Dakota Fanning (la niña actriz), siendo apreciable también la aparición secundaria de Tim Robbins (en el papel de un enigmático hombre); completando un escaso reparto encabezado por aquel mediano actor pero inefable ídolo femenino.

Esta secuela sobrada de medios, adapta con acierto a nuestros tiempos aunque quizá sin su encanto primigenio, esta historia de la sobrecogedora lucha del hombre -cómo no encarnado en la primacía estadounidense- por la supervivencia ante una brutal invasión extraterrestre.

Evidentemente esta espectacular superproducción de Kathleen Kennedy, con un ritmo irregular aglutina de manera astuta elementos heredados del imaginativo clásico cinematográfico de 1953; a la vez que de cintas posteriores, mostrando algunas reminiscencias por ejemplo del Mars Attacks!, y quizá recurriendo hasta a la difícilmente calificable Independence Day.

Cualidad muy destacable es la fotografía de Janusz Kaminski, que proporciona el imprescindible ambiente visual, dramático y levemente tenebroso (sin llegar a la épica aventurera en la trilogía de “El Señor de los Anillos”). Y la música de John Williams aporta un complemento de calidad artística al conjunto.

Pero inmediatamente puede surgir la comparación y el contraste con la saga “ La Guerra de las Galaxias ”, la cual si bien está situada en un espacio tiempo claramente más alejado de nosotros, puede en cambio parecernos más creíble en cuanto a la eterna lucha entre el bien y el mal, que el hombre lleva dentro (sin que ello implique la necesidad de su localización “fuera” de nuestro planeta).

Atención a la poco sutil huella de la Cienciología, secta –pretenciosamente autodenominada iglesia- a la que pertenece el protagonista, de manifiesto cuando en una de las escenas iniciales, que no nos pasa desapercibida, uno de los edificios que caen al suelo derribados por misteriosas máquinas -tripuladas por extraños personajes - es un templo cristiano. El problema no es sólo el símbolo (Cruz incluida) sino la eliminación de la esperanza.

Tampoco es casualidad el modelo de “familia” que se nos muestra, del tipo “reconstituida”. Igualmente, no podemos detectar en la trama ninguna señal de trascendencia, más bien se nos sumerge en un vacío cósmico de temor ante una potencia esencialmente maléfica, que arrastra a varios hasta la locura. Por otra parte, la secuencia del avión estrellado evoca la masiva tragedia del 11-S, aún tan presente en el subconsciente colectivo de ese país.

Como interesante planteamiento de fondo: la cómoda, frenética y distraída existencia moderna choca brusca y violentamente con unas presencias ajenas, inteligentes y hostiles (en forma de crueles alienígenas), que nos desprecia por nuestra condición de cuerpos inferiores.

Sugiero una reflexión: el estilo de vida que prima en Occidente, estresado, autocomplaciente y sin fuertes creencias, se encuentra con que toda su capacidad de sociedad tecnológica y organizada, incluida la militar, ahora es prácticamente inútil contra esta súbita amenaza. Y los habituales enfrentamientos sociales se ven obligados a superarse, desbordados por estos imprevistos hechos.

El mensaje que se nos transmite, se sintetizaría en que: el hombre, criatura solitaria en un universo ocupado también por desconocidos pero “avanzados” y terribles entes de ciega voluntad destructiva, más mortíferos que nosotros mismos, se une desigualmente para intentar evitar su trágico destino; esta vez en defensa activa ante un enemigo común.

El crudo retrato del limitado ser humano, nos revela portadores de grandezas y miserias, aptos para lo mejor (la solidaridad) y lo peor (el crimen) frente al miedo y el egoísmo, cuando nuestra propia continuidad está gravemente en juego.

El guión –firmado por Josh Friedman (Reacción en cadena)-, no exento de un típico voluntarismo (importante ingrediente del pensamiento dominante), además de poco brillante, expresa la ausencia de un claro mensaje de positividad y confianza en medio de la desolación.

Así, el individualismo y la cuestión del azar como solución son signos identificables de la negación del Ser que ha creado el mundo y nos ha regalado el deseo de significado y la compañía en el camino; lo que se rechaza es verdad de lo que somos: seres dependientes y frágiles y a la vez llenos de una riqueza infinita.

El relato culmina con la victoria de un oscuro designio de la Naturaleza que nos salva repentina e incomprensiblemente, cuando todo parece perdido y abocado a la extinción. Parece que fuésemos simplemente otra especie, más evolucionada que otros organismos pobladores de nuestro mundo, con sentimientos y razón pero sin un alma inmortal que nos distinga.

Es indiscutible que merece la pena ir a verla, con esta serie de prevenciones y a pesar de sus altibajos –parcialmente compensados por unos espléndidos efectos especiales-; por otro lado, pérdidas en su hilo narrativo y el final, demasiado abrupto y falto de emoción, hasta cierto punto hacen necesarias más explicaciones.

Resumiendo: ¿Quién nos ha hecho dueños de la Tierra?, ¿dónde reside la seguridad de nuestro futuro?, ¿qué sentido tiene el sacrificio de tantas vidas inocentes?. La respuesta completa a estas importantes cuestiones, no las encontraremos en la película.


Si te interesa profundizar en estos temas te invitamos a conocer el trabajo que está realizando la Arbil.org







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