Contaminados por la cultura de la desvinculación
Por: Josep Miró | Fuente: e-cristians
Sí, nosotros los miembros de la Iglesia, estamos contaminados de una manera variable por este gran mal que afecta al conjunto de la sociedad: la cultura de la desvinculación. Este tipo de hiperindividualismo hace imposible cualquier actitud de donación más allá de aquello que es de mi estricto interés personal. Atención, en muchos casos este interés es muy legítimo mi familia, el trabajo, los hijos, la situación difícil, la entidad a la que pertenezco... la cuestión no es esta sino el hecho que esta dedicación actúe de manera absoluta haciendo imposible la participación en iniciativas más amplias, otras. Interesantes iniciativas de formación, información y acción se encuentran desatendidas porque los católicos no salen de su nido.
En el transcurso de los últimos años constato como cada vez más nuestra gente va quedando más cerrada en ella misma. ¿Puede ser un efecto de la crisis? Es probable, pero parte de este fenómeno ya se venía observando antes, si bien con menos intensidad, pienso tanto sólo en términos de mi grupo, de mi familia, de aquello que me concierne directamente; pienso sólo en términos de mi movimiento de aquello que nos da protagonismo, pero soy incapaz de incorporarme a nada que sea más colectivo, a nada que implique participar junto con otros. Y este es un problema muy grave porque desde el punto de vista organizativo el catolicismo en nuestra casa está extraordinariamente fragmentado y si no hay actuaciones transversales cooperativas que permitan convertir esta fragmentación en colaboración positiva no haremos nada de aquello que tenemos que hacer. Sabrán que son hijos míos al ver como se estiman entre ellos. Entonces a ver si el mandato se cumple. Ejemplo: no tiene sentido montar un seminario basado en una sola sesión diaria, limitado a 50 personas, haciendo pasar a lo largo de una semana gente del más alto interés internacional para debatir aspectos fundamentales sobre la relación crisis económica y la crisis moral; también para informar de cuál es la situación real en la que se encuentra el Vaticano y el resultado sea que todo el mundo esté tan ocupado que cueste un esfuerzo extraordinario cubrir las plazas. Parece como si los tuvieras que arrancar para hacerlos venir. En estas condiciones, un seminario de este tipo no tiene sentido, sólo al ser anunciado ya tendría que invitar a la gente a venir, y en todo caso las dificultades tendrían que ser porque habría mucha más gente que se querría apuntar que las 50 plazas disponibles.
Y no, no es un problema de carencia de tiempo. Es como quien dice que ruega poco por carencia de tiempo pero va fijo una hora al gimnasio. Es una cuestión de prioridades. Es una cuestión de desapoltronamiento. Si no cambiamos radicalmente y ayudamos a cambiar acabaremos bloqueados en nuestras propias y pequeñas iniciativas. Y lo subrayo una vez más: no se trata de abandonar lo nuestro, lo que hagamos, aquello que nos es más inmediato, se trata de encontrar el tiempo necesario para participar con acciones comunes o se encuentra este punto de equilibrio o la reducción a una anécdota antropológica del catolicismo catalán. Que el Señor nos perdone y haga más que nosotros.