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Progresismo y modernismo
El progresismo es un fenómeno que se ha dado siempre en la historia de la humanidad


Por: Federico Rodríguez de Rivera | Fuente: arcol



De vez en cuando nace alguien que se siente iluminado y que piensa que el mundo, hasta su venida a la tierra, ha corrido una carrera equivocada. Su inteligencia es "única" y él es el mesías.

Normalmente ese progresismo tenía una orientación religiosa porque, más o menos, ese EGO superlativo aspiraba a la eternidad. Y así han ido surgiendo personajes "inventores" de religiones, algunos iluminados como Mahoma, otros simplemente siendo ellos la propia luz como Lutero.

Pero, desde Lutero, no ha sido ya necesario recurrir a ángeles del cielo para crear nuevas religiones. La libre interpretación ha sido la puerta para la "múltiple" interpretación. El mundo posterior de "según el Rey, así la religión" debería ser en puridad: "según el individuo, así su propia y subjetiva religión". Pero ese individualismo radical no ha funcionado y siempre el "fuerte" ha impuesto a los demás su visión particular.

Ese EGO exaltado ha derivado de "descubridor de la realidad" al "intérprete" para acabar en el "creador de la realidad" y así afirma el nuevo profeta cualquier cosa que se le ocurra bajo el lema "la libertad os hará verdaderos"; lo que queráis, eso es el bien, eso es la verdad.

Pero tampoco ha funcionado y ha vuelto a ser el "más fuerte", el "partido progresista" de cada nación, el que ha impuesto "su libertad" y "su verdad" que siempre tiene tres dogmas comunes: no hay Dios, no hay familia, no hay conciencia.

Y es que el comenzar de cero implica que el "acto creador" lo hace el individuo humano y le sobra la noción de criatura y la virtud de la humildad.

Comenzar de cero implica también eliminar el pequeño núcleo creador de la vida humana que es la familia. En ella hay orden en las pasiones, hay un fin colectivo, hay una llamada al sacrificio y a la generosidad y son limitaciones para el libre sexo, y el vivir sin ataduras.

Comenzar de cero necesita eliminar todo tabú, toda limitación interior a mi libertad absoluta. La conciencia, la noción de mal, el pecado y cualquier sistema en el que mis acciones estén limitadas por otro que no sea yo sobra.

Así, con esos ojos se contempla la religión, y en especial la religión de los católicos. Y se siente una gran irritación.

La sociedad hoy está controlada por el progresismo. Ha negado todos sus cimientos pero intenta construir un nuevo credo común de la "libertad infinita", del "placer libre" y del bienestar y de la salud como valor para el máximo disfrute.

La libre interpretación ha deshecho las religiones cristianas, todas prácticamente menos al catolicismo. En lo católico hay una roca inexpugnable que cuando alguien desmorona intelectualmente se encuentra, de pronto, con que se ha desmoronado a sí mismo como católico pero que lo católico sigue ahí, pero en otro sitio.

El progresismo tiene mucho respeto a la fuerza del Islam, sobre todo por su capacidad de justificar la violencia.

El progresismo ha encontrado en el panteísmo oriental un dios difuso que puede asumir dentro de la moral de "los buenos sentimientos".

Por eso el modernismo progresista piensa que para controlar occidente sólo le falta una única batalla: "acabar con lo católico".

Y es que los católicos seguimos sosteniendo los viejos cimientos de la humanidad: Dios, la familia y la conciencia.

Y, mientras haya católicos nuestros ojos podrán ver los frutos de esa creencia. Su paz, su capacidad de entrega, su capacidad de amar, de solucionar intelectualmente los problemas humanos, de ofrecer trabajo, dinero y vida en el servicio real de "cada ser humano" y será el contraste del "desastre" que el amor a la "Nueva Humanidad" ha ido dejando el progresismo como estela.

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