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Religión y derecho a la vida
Cuando se busca la verdad es cuando se producen con más frecuencia las conversiones religiosas.


Por: Ramón Pi | Fuente: La Gaceta de los Negocios/análisis digital



Me preguntaba la semana pasada cómo es posible que personas de mente poderosa, cultas y amantes del derecho, que se conmueven ante el maltrato a niños y desvalidos, se muestren incapaces de comprender y aceptar algo tan básico como el derecho a la vida de los seres humanos concebidos y aún no nacidos. Parece incomprensible, pero este aparente misterio ha de tener una explicación.

No es fácil contestar a esta cuestión, como no lo es el que, durante siglos, tantas personas civilizadas aceptasen la esclavitud hasta anteayer, como quien dice, y además considerándose a sí mismas buenas cristianas porque trataban a sus esclavos como si fuesen de la familia.

Una primera causa es que el aborto provocado, como antaño la esclavitud, es algo sumamente práctico en términos utilitaristas. Resuelve los problemas de los supervivientes: de la madre, porque liquida un embarazo no deseado; de la familia, porque se ahorra los inconvenientes de ayudar a la madre atribulada; del médico abortador, porque su actividad es un jugoso negocio. Y la víctima principal no puede, obviamente, protestar.

En buena lógica, el altísimo precio que se paga por esto debería ser inasumible en una sociedad civilizada, no sólo porque quedan secuelas psicológicas muy duras en la madre, sino sobre todo porque no se debería anteponer jamás un beneficio material a cambio de una vida humana inocente. Pero nunca faltan excusas para justificar lo injustificable: los pueblos invadidos de la antigüedad evitaban, gracias a la esclavitud, ser pasados a cuchillo por el invasor; a los sacrificados en un aborto se les ahorra una vida difícil… A veces las excusas son puros disparates, como decir que los esclavos no eran humanos, o que el hijo en el vientre de su madre es parte del cuerpo de ésta y puede extirparse como un grano. Todo vale, porque el aborto hoy, como antes la esclavitud, es algo práctico.

Las legislaciones de los países civilizados han progresado moralmente cuando los defensores del bien frente al mal han actuado conforme a sus convicciones aunque eso les acarrease perjuicios o les restase poder. Pero para esta conducta es precisa una muy fuerte motivación, y la fe religiosa es ese impulso en la gran mayoría de los casos. Hay personas excepcionales que no necesitan de la fe para defender al no nacido, pero, como digo, son excepciones. Es más: cuando se busca la verdad a toda costa es cuando se producen con más frecuencia las conversiones religiosas. Ésta es también una experiencia constatable. Y acaso tratar de impedir este fenómeno sea lo que anima a no pocos promotores de las leyes abortistas, que en el fondo de lo que abominan es de la religión. Pero la fe ha sido, es y será uno de los principales motores del progreso moral de los pueblos.
 







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