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La Iglesia busca ayudar el talento creativo
Artículo del P. Felipe Santos dedicado al cine, la creatividad, la belleza y las posibilidades morales del arte.


Por: P. Felipe Santos SDB | Fuente: .




Desde que apareció el cine, el día de los Inocentes de 1895, la industria se ha convertido en un medio de comunicación universal que ejerce una profunda influencia en el desarrollo de las personas y en sus elecciones. Posee una notable capacidad para influenciar en la opinión pública y en la cultura en todos los confines de la tierra.

El juicio general de la Iglesia acerca de esta forma de arte es positivo. Hemos comprendido que las obras maestras de la cinematografía pueden constituir importantes desafíos para el espíritu humano, ya que puede afrontar de manera profunda temas de gran importancia y significado desde el punto ético y espiritual.

Sin embargo, algunas producciones cinematográficas, dice Juan Pablo II, merecen la crítica y la desaprobación. Esto sucede cuando las películas distorsionan la realidad, sofocan la libertad auténtica y muestran escenas de sexo y violencia que van contra la dignidad humana. sabemos que los Directores que hacen esto, lo hacen en nombre de la libre expresión artística.

La libertad no es un bien humano indivisible; no se la puede invocar para justificar el mal moral o para asumir comportamientos deplorables, sobre todo considerado el modo acrítico en el que la mayor parte de las personas acepta el poder del cine y su notable fuerza de persuasión.

Animando y aprobando films que refuercen y eleven el espíritu humano, y condenando la producción y la visión de las proyecciones que muestran y hasta parece que justifican la depravación humana, la Iglesia no pretende limitar la creatividad, sino liberar el talento creativo y exhortarlo a que persiga ideales más altos de esta forma de arte.

El arte auténtico concierne a la verdad, a la bondad y a la belleza. Debe tener como fin servir al bienestar integral y al desarrollo de aquellos a quienes se dirige.

Recuerdo las palabras que los Padres del Concilio Vaticano II dirigieron a los artistas durante la sesión final: este mundo en el que vivimos necesita belleza para no caer en la desesperación. La belleza, como la verdad, llevan la alegría al corazón de los hombres y es un fruto precioso que resiste al paso del tiempo, que une las generaciones y hace que se comuniquen con admiración.

La Iglesia ha tutelado siempre las mejores obras de arte y culturales. Por eso tiene el deber de promover la calidad moral del arte que tiene tanta influencia en la gente.

El cine llegará a ser un factor cada vez más positivo para el desarrollo delos hombres y un estímulo para la conciencia de la toda la sociedad, como ha ocurrido en muchos films durante su ya larga historia centenaria.

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