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Una Nueva Aventura
Una Nueva Aventura...la enfermedad. Reflexiones al conocer el diagnóstico de la enfermedad de Parkinson


Por: Roberto Skertchly | Fuente: Catholic.net



Pues sí, es un hecho, estoy invitado a una nueva aventura… Esta “idea” me vino de manera contundente, clara, indudable, al estar rezando horas después de ir al doctor, el cual me diagnosticó síndrome de Parkinson.

La verdad te hará libre… conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8:32).

Cuando pensaba en esta posibilidad, que el temblor en las manos, mi lentitud de movimiento pudiera ser Parkinson’s, literalmente me ponía a temblar, sin embargo cuando el doctor me dijo: “usted tiene síndrome de Parkinson”, me sentí muy en paz, casi de inmediato me vino a la mente (Jn 8:32.) El conocer la verdad sobre mi salud, me liberó; para mí, el conocer la verdad (tengo Parkinson’s) me libera (ya no es ¿qué será?, ¿será un tumor?), y una actitud positiva de confianza total en Dios no permite que la enfermedad me aprese, me limite.
Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman (Romanos 8:29) mi amor a Dios es incompleto, imperfecto, a veces ralamente existente, pero mi deseo de amarlo es siempre existente y por gracia de Dios siempre es fuerte. De manera es que Dios “intervino” para mi bien, y por eso tengo Parkinson’s. Es otra de esas caricias de Dios de las que hablamos.

La gran aventura

¡He aquí por lo que le llamo “una gran aventura”!

Aquí empieza… Dios tiene su plan. ¿Cuál será este plan? No sé y no importa. Él intervino para mi bien y con eso me basta. Quizás esta condición signifique una vida mucho más trascendental, ¡mucho más cerca de Él! Yo creo, en otras palabras, que me está invitando a que viva más su presencia continua. Encuentro que es importante descubrir la bondad de Dios en la enfermedad. Como dice Michael J. Fox actor canadiense, actualmente activista en la lucha contra la enfermedad de Parkinson: “por cada cosa que esta enfermedad me ha quitado, algo de mayor valor me ha dado”.
¿Cómo puedo vivir más intensamente la presencia de Dios? No se necesita un terremoto, ni un milagro, ni una aparición para descubrir a Dios en la vida. Pero aun siendo así, yo necesité mucho. Aunque lo hubiese podido descubrir en la suave brisa, necesité de mucha oración de mi madre por ejemplo, de muchas personas, de mi familia por ejemplo, de muchos eventos, de momentos felices o de enfermedad por ejemplo, para verdaderamente descubrirlo en mi vida, para encontrarme con Él, para abrirle la puerta de mi corazón… para empezar una nueva aventura donde Él va adelante.
Para poder seguirlo necesito de su presencia, de su paz, de sus Palabras…”Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 5:4-7).
La fórmula perfecta: siempre alegres en el Señor, sabiendo que Él está cerca, delante, liderando sin inquietarse ni angustiarse por nada, presentado nuestras peticiones a Dios, disfrutando así su Paz…

Milagros… ¿Porque no pedirle a Dios un milagro?, me preguntaba un amigo, “Él te lo concederá”… mmm… y la gran aventura, ¿dónde quedó? Creo con todo mi corazón que es mejor pedirle que me deje descubrir los milagros que a diario me obsequia desde siempre:

Salmo 139 (138)
LA OMNIPRESENCIA DE DIOS


1 Señor, tú me sondeas y me conoces,
2 tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
3 te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.

4 Antes que la palabra esté en mi lengua,
tú, Señor, la conoces plenamente;
5 me rodeas por detrás y por delante
y tienes puesta tu mano sobre mí;
6 una ciencia tan admirable me sobrepasa:
es tan alta que no puedo alcanzarla.

7 ¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiré de tu presencia?

8 Si subo al cielo, allí estás tú;
si me tiendo en el Abismo, estás presente.
9 Si tomara las alas de la aurora
y fuera a habitar en los confines del mar,
10 también allí me llevaría tu mano
y me sostendría tu derecha.

11 Si dijera: "¡Que me cubran las tinieblas
y la luz sea como la noche a mi alrededor!",
12 las tinieblas no serían oscuras para ti
y la noche sería clara como el día.

13 Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
14 te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
15 y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

16 Tus ojos ya veían mis acciones,
todas ellas estaban en tu Libro;
mis días estaban escritos y señalados,
antes que uno solo de ellos existiera.

17 ¡Qué difíciles son para mí tus designios!
¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!

18 Si me pongo a contarlos, son más que la arena;
y si terminara de hacerlo,
aún entonces seguiría a tu lado […]

Sí. La gran aventura se convertirá en la suprema aventura no por medio de un milagro, sino al descubrir todos los milagros de nuestra vida obrados por Dios. La gran aventura se convertirá en la suprema aventura no por medio de un milagro, sino al descubrir que el mejor plan, el de mayor numero de milagros restantes, es el Suyo y no el mío. El milagro de curarme no es plan; su Plan es un gran plan.

Pienso que pedir un milagro que me cure es similar a Job evocando la “felicidad” pasada: 1 Job continuó pronunciando su poema, y dijo: 2 ¡Si pudiera volver a los tiempos pasados, a los días en que Dios cuidaba de mí, 3 cuando hacía brillar su lámpara sobre mi cabeza y yo caminaba a su luz entre las tinieblas! 4 ¡Si estuviera como en el otoño de mi vida, cuando Dios protegía mi carpa, 5 cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo y me rodeaban mis hijos; 6 cuando mis pies se bañaban en leche cuajada y la roca derramaba para mí arroyos de aceite! […](Capítulo 29)

Lo cual trajo como respuesta: 1 El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo: 2 ¿Quién es ese que oscurece mi designio con palabras desprovistas de sentido? 3 ¡Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré, y tú me instruirás! 4 ¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? Indícalo, si eres capaz de entender. 5 ¿Quién fijó sus medidas? ¿Lo sabes acaso? ¿Quién tendió sobre ella la cuerda para medir? 6 ¿Sobre qué fueron hundidos sus pilares o quién asentó su piedra angular, 7 mientras los astros de la mañana cantaban a coro y aclamaban todos los hijos de Dios?
8 ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del seno materno, 9 cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones? 10 Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas, 11 y le dije: "Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas". 12 ¿Has mandado una vez en tu vida a la mañana, le has indicado su puesto a la aurora, 13 para que tome a la tierra por los bordes y sean sacudidos de ella los malvados? […] (Capítulo 38)

Si no le entiendo a su plan prefiero entregarle todo lo que me ha dado y seguirlo para en verdad encontrarme con Él, y poder decirle: Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. (Job 42:5)

Es quizás “extraño”, pero todo esto me lleva a la conclusión de que lo que debo hacer es “abrazar” la enfermedad de Parkinson y seguir a mi Líder, seguirlo a Él, a Jesús con la formula de Filipenses siempre presente. Será una aventura, una gran aventura.

Aquí es donde estoy y se los quise comunicar… no quería que siguiera pasando el tiempo sin compartirles mi nueva aventura…

Comentarios al autor: rsskertchly@yahoo.com
 







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