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El hombre desencarnado y el angelismo
La tecnología crshal Mcea grandes ilusiones, algunas más graves que otras. MarLuhan y Bruce Powers, reflexionan sobre la deshumanización y el peligro del angelismo.


Por: Hugh McDonald | Fuente: VE-MULTIMEDIOS




Pese a que la comprensión intelectual no es el acto de ningún órgano físico, el entendimiento del hombre debe madurar a través del proceso de conocimiento sensorial. Sin una vida sensorial el hombre no tiene contacto con la realidad, y el entendimiento permanece vacío.


Un peligro de la tecnología es la ilusión de que podemos trascender los límites de nuestros cuerpos. En este sentido, Marshall McLuhan y Bruce Powers advierten del peligro del "hombre desencarnado", cuando el hombre pierde contacto con su cuerpo, lo que también se llama "angelismo" (9).

Toda tecnología tiene efectos específicos y predecibles en quien la usa. En tanto instrumento extenderá y amplificará alguna potencia u órgano humano preexistente.

Cuando una potencia humana es amplificada, esto afecta el orden y el equilibrio que existe al interior del hombre. Un hombre que pierde la vista se hará más consciente de sus otros sentidos.

En efecto, partes del cerebro que procesan la información visual en una persona vidente, son usadas para procesar la información de los otros sentidos en un invidente. Cuando un hombre recupera la vista, los otros sentidos retroceden.

Cada tecnología necesita de la atención humana en una nueva forma, pues acelera y extiende una particular facultad humana. Esta necesidad de atención significa que el hombre no es tan sólo el amo y el creador de la tecnología, sino que se da asimismo un proceso inverso, por el que el hombre se hace dependiente de la tecnología y es configurado por ella.

El usuario de la tecnología de la información encuentra que la distancia física y las limitaciones físicas se hacen irrelevantes. Esta tecnología cambia la manera de relacionarnos con nuestra propia unidad psico-somática, y nuestra manera de relacionarnos con los demás.

El telégrafo fue la primera tecnología eléctrica de la información, e hizo a la gente tomar conciencia de acontecimientos en otros continentes más rápidamente que lo que tomaban conciencia de los acontecimientos realizados en las aldeas vecinas.

Empezando con el telégrafo, nuestra imagen del mundo ha cambiado. La eliminación de la barrera de la distancia en las comunicaciones ha creado lo que McLuhan llamó la "aldea global" (Global Village). En inglés, la palabra village significa una pequeña comunidad, pero tiene también una agradable resonancia emocional, de un lugar de amables vecinos.

McLuhan, sin embargo, advirtió que la aldea global no es necesariamente un lugar amigable. La eliminación de las barreras de la distancia puede también agravar los conflictos.

La superación de las limitaciones físicas, y la apariencia de que el mismo cuerpo humano es obsoleto, es un efecto de tecnologías tales como la realidad virtual y muchos modos de comunicación por computadoras.

Parte de la vida moderna es la posibilidad de hacer amistades y asociarse con gente a través de la Internet sin haberlos visto nunca, e incluso sin jamás haber hablado con nuestro más cercano vecino.

La tentación de la tecnología ha existido siempre. El libro de la Sabiduría describe los efectos de la idolatría, por la que el hombre adora los trabajos de sus propias manos (10).

La obra de las manos del hombre es algo dependiente del hombre tanto en su existencia como en su significado, y cuando el hombre pone su propia obra en el lugar de un ser superior, o como el Ser Supremo, entonces empieza a imitar a su propia obra y pierde su sentido.

Los hacedores de ídolos serán como ellos, con ojos que no ven, con oídos que no oyen. La tergiversación del orden propio del hombre hacia sus productos conduce a su vez al desorden en todos los campos de la vida del hombre.

La tecnología de las comunicaciones electrónicas va más allá que cualquiera de los productos previos de la habilidad del hombre. Las primeras tecnologías extendían el poder de los miembros del hombre, y con la invención de la escritura, en un sentido, se logró poner la memoria del hombre fuera de sí mismo.

Las actuales tecnologías de la comunicación reemplazan los sentidos exteriores del hombre y, más recientemente, los sentidos interiores y el más importante, el sentido central o común, aquél que se encarga de reunir los diversos datos provistos por los sentidos exteriores en una cohesiva unidad.

El mundo de la información, comoquiera que sea concebido, puede dar la apariencia de existir independientemente por medio de la electrónica, y el usuario humano se convierte en un mero participante de ese mundo. Esto implica un proceso que Marshall McLuhan llamó auto-amputación (11). En un nivel biológico, el organismo humano busca mantener un estado de homeostasis o equilibrio.

Cualquier cosa que perturbe ese equilibrio es un trastorno para el sistema, y el sistema reaccionará buscando restablecer el equilibrio. Esto sintetiza las observaciones clínicas de Hans Selye, quien formuló una teoría general de las enfermedades basada en la tensión nerviosa (12).

Las observaciones de Hans Selye se refieren a la dimensión somática del hombre, pero es consciente de la unidad psico-somática del hombre. La percepción de una amenaza puede dar lugar a una reacción física que podría convertirse en un verdadero daño físico.

Cuando nuestra capacidad de reunir información es potenciada por la tecnología, nos encontramos con un nivel mayor de tensión, y para mantener el equilibrio tendremos que encontrar estrategias que nos permitan lidiar con ella. Una estrategia es huir del caudal de información.

Otra estrategia es intentar absorberlo, lo que trae consigo dos efectos. Un efecto es el de entumecimiento o anestesia. Si no podemos controlar la velocidad con que la información llega a nosotros, entonces nos hacemos menos sensibles ante ella.

El efecto de entumecimiento es una auto-amputación, en la que tratamos de separar de nosotros la facultad que nos perturba.

El otro efecto es el del reconocimiento por medio de patrones. A la vez que perdemos sensibilidad ante el creciente número de detalles individuales, podemos empezar a ser conscientes de ciertos patrones de mayor dimensión.

Otra estrategia es tratar de combatir lo que amenaza al equilibrio, en este caso, el creciente flujo de información.

Para dar un ejemplo concreto, si vemos televisión o viajamos en automóvil, somos capaces de ver en un período corto de tiempo, incluso en menos de una hora, más rostros individuales que los que nuestros antepasados, que viajaban a pie, hubieran podido ver en toda su vida. Nuestra capacidad de absorber nuevos rostros es limitada.

El conductor reacciona adecuadamente concentrándose en dirigir el vehículo, y alejando su atención del creciente flujo de detalles tales como los rostros de los peatones. El que ve televisión puede reaccionar entumeciéndose a sí mismo.

Los rostros que aparecen en la televisión no producen ya un efecto emocional en él. Puede sentirse amenazado y esto, creo yo, es la raíz de la sensación de que hay demasiada gente en el planeta. Un viajero que atraviesa la China y la India a pie no tiene la impresión de que hay demasiada gente.

Una persona en una gran muchedumbre ve tal vez veinte personas a su alrededor, pero una cámara por encima de la muchedumbre revela una muchedumbre incomprensible para la imaginación humana.

La difundida ansiedad entre las personas del primer mundo por ser demasiados es efecto de ver miles de rostros en la televisión, mientras que alguien podría caminar por horas a través de calles y barrios sin ver a nadie.

Santo Tomás de Aquino era consciente de los efectos de los sentidos en el entendimiento. Los sentidos son necesarios para la vida del entendimiento, pero los sentidos han de estar ordenados adecuadamente hacia el entendimiento y deberán someterse al intelecto.

Un desorden o desequilibrio en el campo sensorial puede conducir a un desorden en el entendimiento. Dado que las nuevas tecnologías plantean mayores exigencias a nuestros sentidos al extender su capacidad, esta misma tecnología exige asimismo nuevas formas de ascetismo.



El hombre como animale technicum
El hombre, en tanto compuesto de alma y materia, es a la vez un animal y un espíritu, pero no es ni un animal ni un espíritu en un sentido propio.

Los otros animales poseen un tipo de conocimiento, teniendo sentidos exteriores e interiores tales como el sentido común, discerniendo las relaciones entre los objetos en el espacio y el tiempo, y el sentido de la estimativa, que enseñan al animal a buscar algunas cosas y huir de otras.

La estimativa consiste en todo un repertorio de conductas, y es diferente en cada animal. Podemos llamar a la estimativa instinto. El instinto implica el apetito, no sólo que el animal sepa que algo es comestible, sino que también lo desee y busque comerlo.

En un sentido propio, el hombre también conoce algunas cosas por instinto. En el nivel puramente biológico, hay un pequeño conocimiento práctico innato al igual que en los otros animales.

Tal vez sólo para sobrevivir durante los primeros días de vida, un niño sabe cómo respirar y dónde buscar alimento. Pero incluso el conocimiento innato de la respiración pasa, y el niño debe aprender cómo respirar en una etapa posterior.

En otro sentido, podemos afirmar que el hombre se encuentra determinado por su naturaleza. No somos libres respecto a nuestro deseo de ser felices (13). Ésta no es sin embargo una determinación material, pues somos libres con respecto a los medios para alcanzar la felicidad.

El deseo de ser felices puede ser llamado un instinto natural, pero es un instinto tal que indica muy claramente la naturaleza espiritual del hombre. El deseo o el apetito requieren simplemente de un conocimiento previo, y la felicidad que el hombre busca no puede ser encontrada en ningún bien limitado.

Dado que los sentidos sólo pueden conocer bienes limitados, el deseo humano de felicidad es un signo del conocimiento intelectual, y por lo tanto un signo de la espiritualidad del hombre.

El hombre en tanto animal, sin embargo, debe actuar en el mundo material. Los otros animales están determinados por sus instintos. En tanto un animal dado se encuentra en su entorno ecológico natural, sus instintos funcionan infaliblemente.

Cuando un animal bruto se encuentra en su entorno natural, su conocimiento opera rápida y consistentemente, y encuentra placentero obrar de acuerdo a sus instintos. Esto pone al hombre en desventaja, pues si un hombre tuviese que deliberar conscientemente antes de cada acción, moriría.

Por ello, en lugar de instintos, el hombre adquiere hábitos, que le permiten actuar en una determinada dirección rápidamente, consistentemente y sin resistencia psicológica. Daría lugar a equívocos decir que un hábito es un modo pre-consciente de conducta.

La formación de los hábitos requiere de cierta participación del razonamiento consciente. En el caso de la formación de los hábitos en los niños, son los padres los que hacen el razonamiento.

Una vez que un hombre adquiere un hábito, el hábito es como una segunda naturaleza, y a veces es difícil e incluso imposible resistirse.

Los hábitos morales son de naturaleza general y son esenciales a un hombre bueno, independientemente de su cultura. Las cuatro virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza son comunes a todas las culturas.

Ninguna sociedad honra a los hombres tontos por ser tontos, a los ladrones por ser ladrones, a los cobardes por serlo, o a lo glotones. Si un héroe fuese un glotón, o un genio fuese un cobarde, es honrado a pesar de sus vicios, no a causa de ellos.

Otros hábitos se refieren sólo a ambientes particulares. Los hábitos técnicos particulares incluyen habilidades lingüísticas, habilidades profesionales, y habilidades técnicas.

No es necesario hablar de una forma particular, con un lenguaje y acento particulares para ser un buen hombre en un sentido general, ni tampoco se da que una habilidad técnica conduzca a la perfección moral más que otra.

Aún así, todo ser humano empieza como una tabula rasa y es completado por la formación de hábitos, no sólo morales sino también técnicos.

Dado que un hábito es una disposición fija, individualiza al hombre. Aparte del género, la mayor diferencia entre los seres humanos no viene dada por las características biológicas sino por sus hábitos adquiridos.

En los sesentas los críticos culturales hablaban de una brecha generacional, una diferencia cultural que hacía imposible que la gente menor de 30 años entendiese a los mayores de esa edad. La diferencia no se basaba meramente en la edad, sino en los hábitos formados por un nuevo ambiente tecnológico.

Ese ambiente tecnológico era principalmente el formado por la televisión. De la misma manera, hay una gran diferencia cultural entre aquellos que han adquirido los hábitos de usar la tecnología de las computadoras y aquellos que no. El aporte de Marshall McLuhan fue mostrar cómo podíamos entender los efectos culturales de la nueva tecnología examinando el impacto que el desarrollo de la imprenta tuvo en la cultura (14).

Es más fácil examinar los efectos de la tecnología en la cultura si se los mira retrospectivamente. Los efectos de una nueva tecnología en quien la usa permanecen ocultos. Por ejemplo, manejar un automóvil exige una manera habitual y específica de concentrar la atención, que es diferente a la de un peatón.

El operador de un vehículo motorizado tiene que hacerse más consciente de las señales de tráfico, las condiciones del camino, y las intenciones de los otros conductores. Asimismo, tiene que hacerse menos consciente de otras cosas.

A menos que haga un esfuerzo consciente por contrarrestar sus hábitos cognoscitivos, el conductor verá el mundo de una manera distinta cuando no está manejando.


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Notas

9. Ver Bruce R. Powers y Marshall McLuhan, The Global Village: Transformations in World Life and Media in the 21st Century, Oxford University Press, Oxford - Nueva York 1989. Cap. 1: "The Resonating interval". (Trad. al castellano: La Aldea global: Transformaciones en la vida y los medios de mundiales en el siglo XXI, Gedisa, Barcelona 1990.)

10. Ver Sab 14-15; Sal 115. [

11. Ver Marshall McLuhan, Understanding Media, McGraw-Hill, 1964, cap. 4, "The Gadget Lover". (Trad. al castellano: Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano, Paidós, Barcelona 1996.)

12. Ver Hans Selye, Stress without Distress, J.B. Lippincott Co., New York 1974. (Trad. al castellano: Tensión sin angustia, Guadarrama, Madrid 1975.)

13. Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, q. 19, a. 10, c.: Respondeo dicendum quod liberum arbitrium habemus respectu eorum quae non necessario volumus, vel naturali instinctu. Non enim ad liberum arbitrium pertinet quod volumus esse felices, sed ad naturale instinctum.

14. Ver Marshall McLuhan, The Gutenberg Galaxy, University of Toronto, 1962. (Trad. al castellano: La Galaxia Gutenberg. Génesis del "Homo Typographicus", Aguilar, Madrid 1969.)

 








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