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Consideraciones en torno al final de la vida
El proceso de secularización al que asistimos ha influido negativamente en el significado de la muerte y el valor que se le atribuye al dolor


Por: Fernando Chomali G. | Fuente: Dilemas éticos para el siglo XXI



V.Algunas consideraciones en torno al final de la vida

Dice una autoridad en materia de bioética: "En el siglo XX la muerte ha reemplazado al sexo como principal interdicción. En otro tiempo se decía a los niños que los había traído la cigüeña, pero ellos asistían a la gran escena del adiós en la recámara y a la cabecera del moribundo. Hoy los niños son iniciados, desde la más temprana edad, en la fisiología del amor y del nacimiento; pero cuando preguntan por qué ya no pueden ver a su abuelo, en Francia se les responde que se fueron a un viaje muy lejos, y en Inglaterra, que reposa en un hermoso jardín en el que florecen las madreselvas. A los niños no los traen ya las cigueñas, pero los muertos desaparecen entre las flores" 21.

Hoy la muerte es el tema tabú, es un término o banalizado o innombrable. Las clínicas quieren parecer hoteles, los cementerios parques y a los difuntos los maquillan tanto que parece que no lo fueran. En una cultura como la nuestra, tan centrada en el placer y en el bienestar, la muerte, el dolor y el sufrimiento son males que hay que eliminar a toda costa, por cuanto están desprovistos de sentido. Desde esta lectura se ha de comprender la práctica de la eutanasia. La vida sólo tiene sentido cuando es productiva, fuente de placer, y la muerte se presenta en estas circunstancias como perturbadora.

El proceso de secularización al que asistimos ha influido negativamente en el significado de la muerte y el valor que se le atribuye al dolor. Ambas realidades aparecen absolutamente desprovistas de sentido. Por ello se la anticipa (eutanasia) o se la distancia (ensañamiento terapeútico). Un autor plantea que: "la eutanasia se vincula con el proceso de secularización que inunda a nuestra sociedad y que se expresa, sobre todo, como forma suprema de reivindicación de la independencia del hombre frente a Dios y, consecuentemente, como trivialización del sufrimiento y como rechazo del simbolismo religioso de la muerte". Hoy, para muchos, morir con dignidad significa decidir el momento de la muerte. En Europa, dado que cada vez es más común que las personas mueran en hospitales y no en sus casas, muchos llegan con un "testamento vital" en el cual dan instrucciones al médico acerca de cómo quieren que terminen sus vidas. Son muchos los movimientos que han surgido en Europa y Estados Unidos que reivindican el derecho a decidir el momento de la propia muerte. El Manifiesto de quienes reivindican el derecho a la eutanasia afirma que"... es inmoral aceptar o imponer el sufrimiento. Creemos en el valor y en la dignidad del individuo, esto implica que se le deje libre de decidir racionalmente sobre su propia suerte".
Es obvio que estamos en presencia de una exacerbación del yo, que ha atravesado tanto la filosofía como la ética. El eslogan pareciera ser: es bueno porque yo lo quiero y lo deseo libremente, y a la sociedad le corresponde únicamente velar para que mi deseo se cumpla. Estos nuevos paradigmas para comprender la realidad niegan la posibilidad de conocer la verdad, porque no creen en ella y, por cierto, tampoco en la posibilidad de una ética vinculante donde es posible descubrir el bien y el mal a la luz de la razón. Para el Pontífice Juan Pablo II, uno de los grandes problemas de la civilización actual es su escepticismo frente a la posibilidad de conocer la verdad. Y si no hay verdad, todo está permitido.

Necesariamente caeremos en la ley del más fuerte, donde los embriones, fetos y moribundos serán mirados no según su ser, sino que según su hacer. Volver a los grandes temas que nos propone la filosofía y la teología es una exigencia que impone el bien del hombre y de la humanidad. A la ciencia hay que impregnarla de sabiduría. Ello no la empobrece; por el contrario, le da un peso específico insospechado en favor del hombre, y que, sin duda, será muy beneficioso para la humanidad.
Por otra parte, muchos dilemas éticos se presentan cuando la técnica corre el riesgo de ser abusiva respecto de los enfermos terminales. A veces se le imponen al paciente tratamientos que son desproporcionados respecto de su estado de salud, lo que hace retrasar el proceso natural de la muerte. El llamado ensañamiento terapéutico constituye también un peligro frente al cual debemos estar atentos.
Debemos pensar mucho acerca del final de la vida. Ello conlleva la necesidad de rehumanizar la muerte. Hace 30 años el 30% de los franceses morían en hospitales y el resto en sus casas, hoy esta proporción se ha invertido, lo que nos habla de una medicalización muy fuerte antes de la muerte y todo lo que ello significa.
Creo que la Iglesia puede hacer un aporte extraordinario en este campo. Recordemos que para Pablo, frente a Cristo, todo era basura y la muerte constituía una ganancia. Nuevamente el Evangelio, con su paradójica manera de comprender al hombre y la vida, es capaz de darle un auténtico sentido a uno de los temas que más inquieta al hombre, su muerte.
La labor evangelizadora de la Iglesia, desde este punto de vista, es un gran servicio para la humanidad, puesto que nos permite conocer al hombre a la luz del misterio de Dios, único capaz de dar una respuesta plenamente satisfactoria a las preguntas que anidan en el corazón de todo hombre.

Preguntas o comentarios al autor

Para consultar el artículo Dilemas de bioética para el siglo XXI completo:

El nacimiento de la bioética

Dilemas de las técnicas de fertilización in vitro

Clonación de seres humanos

Dilemas ante el conocimiento del genoma humano







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