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La relación entre los obispos y los movimientos
Entrevista con el padre Álvaro Corcuera, director del movimiento


Por: Jesús Colina | Fuente: Zenit.org



Si bien la relación entre los movimientos y los obispos en ocasiones puede ser difícil, la paciencia, el diálogo y sobre todo el amor a la Iglesia permitirán superar las dificultades y llevarán a una unidad y a un nuevo impulso apostólico, considera el padre Álvaro Corcuera, L.C.

El padre Corcudera es director general del movimiento Regnum Christi, realidad eclesial reconocida por la Santa Sede con cerca de 70.000 miembros, jóvenes y adultos, diáconos y sacerdotes, en más de 30 países. Es también director general de la congregación religiosa de los Legionarios de Cristo.

--Recientemente el Papa ha exhortado a los obispos a acoger "con mucho amor" a los distintos movimientos eclesiales que han surgido en el seno de la Iglesia en las últimas décadas (Cf. Discurso a obispos participantes en un encuentro organizado por el Consejo Pontificio para los Laicos). ¿Cómo cree que deben interpretar los movimientos estas palabras?

--P. Corcuera: Es preciso agradecer estas palabras del Papa Benedicto XVI. Nos reafirman en la convicción de que los movimientos eclesiales, que el Espíritu Santo ha hecho surgir en el seno de la Iglesia, no son un problema, sino un don. Y, por lo mismo, todos debemos acogerlos con gratitud y caridad pastoral, de manera que, con su estilo de vida y su característico empuje apostólico, los nuevos movimientos eclesiales contribuyan eficaz y ordenadamente a la común tarea de predicar el Evangelio al hombre de hoy. Acoger los movimientos con amor significa ayudarles a ser fieles a la Iglesia, ir al paso de la Iglesia, ni adelante ni detrás. Encontrar un corazón abierto en los pastores que Cristo ha puesto al frente de su Iglesia ayudará a los miembros de los movimientos eclesiales a injertarse serenamente en el tejido de las iglesias particulares con el propio carisma.

-- ¿Cómo puede entenderse que sea compatible la existencia de movimientos eclesiales con la unidad de la Iglesia?

--P. Corcuera: El que haya diversidad de dones espirituales es un signo más de la riqueza y variedad con que el Espíritu Santo quiere embellecer la única Iglesia de Cristo. La unidad no está reñida con la variedad de carismas, antes bien pone de manifiesto que en el Cuerpo Místico de Cristo cada miembro tiene una función específica, y con ella contribuye al bien de todo el cuerpo.

Además, la Iglesia es la gran familia que Dios Padre ha formado con cuantos creen en Cristo y han recibido su Espíritu. Y como en toda familia, los diversos miembros que la componen tienen diversas misiones, diversas sensibilidades, diversas cualidades. Pero nadie es mejor o peor. Sencillamente todos forman la familia de Dios. En la Iglesia el Espíritu Santo obra con sabiduría y amor y, dado que cada hombre y mujer son irrepetibles, a cada uno lo conduce por un sendero espiritual diverso, hacia su plenitud en Cristo. Los movimientos tienen, ciertamente, su propio estilo espiritual y atraen a personas de diversas sensibilidades. Pero esa diversidad, vivida con humildad y sincero amor a la Iglesia, lejos de romper la unidad, hace que la Esposa de Cristo pueda predicar el Evangelio a los hombres de todas las culturas y sensibilidades.

--Si el Papa ha planteado las cuestiones de la unidad y de la acogida es porque a veces se dan incomprensiones y desajustes en la relación de estos movimientos con las Iglesias locales. ¿Cómo cree que se deba responder en estas situaciones?

--Padre Corcuera: Lo primero que me viene a la mente es que las incomprensiones y desajustes que se pueden presentar entre los movimientos y las Iglesias locales no nos deben desalentar. Más bien son la oportunidad para reflexionar y ejercer las virtudes que sean necesarias para lograr la complementariedad en armonía y labor conjunta.

Profundizando un poco más, veo que la historia de la Iglesia muestra la maravillosa presencia de la Providencia. Al estudiar la historia, uno descubre maravillado cómo Dios lleva a su Iglesia de la mano para conducirla a plenitud, y cómo no ha dejado de suscitar los carismas que ha considerado necesarios en cada momento para salir al encuentro de sus hijos, y para que el anuncio de la buena noticia del Evangelio sea la comunicación "performativa", "que comporta hechos y cambia la vida", como dice Benedicto XVI en su encíclica sobre la Esperanza. El Evangelio nos compromete a ejercer actitudes y conductas que construyan la unidad necesaria. "Porque el pan es uno -nos recuerda san Pablo-, somos un solo cuerpo, aún siendo muchos, pues todos participamos de ese único pan" (1 Co 10, 17). El fruto de esta verdad del cuerpo místico de Cristo es la comunión en el amor, que es nuestra vocación definitiva. Y el amor nos lleva a todos a aceptar lo que cada uno ha recibido, para juntos cumplir la misión de anunciar el Evangelio a todas las personas y naciones.

Como recordó el Papa Juan Pablo II en su mensaje al Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales de 1998, "los movimientos fueron suscitados por el Espíritu de Cristo para dar un nuevo impulso apostólico a toda la comunidad eclesial". Esto los movimientos lo asumen con sentido de responsabilidad buscando crecer para poder servir más y mejor. Pero crecer no por crecer, sino como respuesta de amor a la Persona Amada.

--¿Cómo ve la experiencia de los movimientos eclesiales en su relación con los obispos y las diócesis a lo largo de los últimos años?

--P. Corcuera: En general, especialmente después del gran encuentro de los movimientos con el Papa Juan Pablo II en el 1998, se puede hablar de una experiencia positiva. Se ha logrado una buena integración de los movimientos eclesiales en numerosas diócesis. En algunos casos sigue habiendo dificultades e incomprensiones humanas que, sin embargo, se pueden superar con paciencia, mucho diálogo y, sobre todo, amor a la Iglesia y a su misión. También el intercambio y la colaboración entre los diversos movimientos eclesiales han aumentado notablemente y este hecho es de gran importancia para poder prestar un servicio eficaz a las Iglesias locales y a sus pastores.

A casi un año de distancia, recuerdo el mensaje que nos ofreció el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el cardenal Franc Rodé, C.M. Fue en julio del año pasado, en el marco de un Encuentro de Juventud y Familia, promovido por el Regnum Christi en Atlanta (Estados Unidos). Nos dijo que donde hay un miembro del Regnum Christi - y lo mismo debe valer para los miembros de cualquier movimiento eclesial - hay profunda comunión con el Vicario de Cristo y con los demás pastores, que la comunión con el Papa y con la Iglesia es nuestra garantía de fecundidad apostólica. Nos animó a seguir así, trabajando mucho en las Iglesias locales , cooperando con los obispos, con los párrocos y con los religiosos. Nos recordó que la Iglesia es nuestra casa y nuestro hogar, y nos invitó a que siga siendo siempre el ambiente de nuestro trabajo, de nuestra entrega.

No creo que pueda yo explicar mejor que el cardenal lo que pretendemos que sea nuestro amor a la Iglesia y nuestra obediencia a los obispos y a los pastores. Estamos comprometidos en hacer vida este llamado poniendo todo nuestro corazón y fuerzas en ello. Para ello, sabemos que el mejor medio es ayudarles a formarse en un profundo espíritu de oración, en la recepción viva, gozosa y transformadora de los sacramentos, en una vivencia sólida de las virtudes teologales, lo que presupone formar un corazón manso y humilde como Cristo.

--¿Qué está haciendo el Regnum Christi para fomentar la unidad y profundizar en el trabajo en el seno de la Iglesia local?

--P. Corcuera: Lo primero de todo, seguir fomentando, como ha sido desde los días de nuestra fundación, que los legionarios de Cristo y los miembros del Regnum Christi tengan una verdadera experiencia de amor a Cristo, a la Iglesia, al Papa y a los obispos; que sea un amor apasionado y fiel, obediente y motivado, pronto y alegre. Que ése sea el verdadero motor y sentido de cualquier acción.

Y, por supuesto, buscamos que los miembros del Regnum Christi se injerten plenamente en su Iglesia local. Formar parte del movimiento Regnum Christi comporta un compromiso de autenticidad en la vida cristiana en todos los ambientes -familia, trabajo, amigos-, y no menos en el parroquial y diocesano. Lejos de distanciar a los miembros de la vida diocesana y parroquial, su pertenencia al Regnum Christi los compromete a una participación más activa, poniendo al servicio de los pastores sus talentos personales así como la riqueza del mismo carisma del Movimiento. Y los compromete a ser fieles activos en sus parroquias, apóstoles que conocen a sus pastores, oran por ellos, acogen sus enseñanzas, conocen sus necesidades y apoyan sus planes pastorales.

Como movimiento, buscamos cooperar en los planes pastorales de las diócesis y parroquias aportando nuestra espiritualidad y estilo apostólico. Buscamos asimismo informar regularmente a los obispos de la actividad que deseamos realizar en sus diócesis, y de manera especial buscamos obedecerles siempre con actitud de servicio.

No podemos olvidar tampoco que la primera forma de servir a la Iglesia es la fidelidad al propio carisma, porque es don y es responsabilidad. En ese sentido, vivir la caridad y atender especialmente a las prioridades y urgencias de la Iglesia es un modo específico que tiene el Regnum Christi de servir a la Iglesia local.
 

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