La Iglesia y las Nuevas Tecnologías en los medios de comunicación social
Por: Mons. Eugenio Romero Pose | Fuente: RIIAL
LA IGLESIA Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL
Ponencia de Mons. Eugenio Romero Pose,
V Encuentgro Intercontinental dela R.I.I.A.L
Madrid, 1 de junio de 1999
1. Historia de la Iglesia y medios de comunicación social
Es un hecho manifiesto que la Iglesia ha sido a lo largo de la historia pionera en los medios de comunicación. Los cristianos, desde sus orígenes, acogieron sin reservas los medios presentes en el mundo y culturas griega y judía. En Jerusalén, Antioquía, Roma, Alejandría, Cartago o en cualquier otro lugar. El papiro o el rollo eran el soporte necesario para dejar fijado el contenido de la Buena Noticia del Nazareno. Los medios eran comunes, iguales, para todos, lo importante eran los contenidos nuevos. La verdad nueva del cristianismo supo abrazar sin ambages los distintos géneros de comunicación, siendo éstos parte esencial de la expansión o misión cristiana.
En pleno siglo II, tiempo en que empieza a fijarse el canon de la Escritura y el Símbolo, ha sido la palabra escrita, el medio con el que se ofrecía la garantía de la objetividad. Era el medio de comunicación, la escritura, la que era capaz de fijar los limites de la arbitrariedad y del subjetivismo frente a los peligros de carácter gnóstico. La escritura, como medio, fue salvaguarda de autenticidad y objetividad. Más aún el medio escrito comenzó a formar parte de la Tradición, que quiere decir iba unido al medio lo que uno entregaba a otro. Tradición, en el sentido más amplio del concepto (entrega de lo recibido), autenticidad y objetividad van ceñidos a los medios con los que la verdad transmitida se entrega.
Muy lejos nos llevaría explicitar el significado del Libro de los libros ?la Escritura Santa? como medio de comunicación fundamental en la historia de la humanidad y en la comunidad cristiana. Los primeros cristianos cuidaron el medio porque era portador de un contenido que orientaba la existencia y salvaba.
Pero es en los primeros momentos de la Iglesia, cuando ésta da un paso favoreciendo la aparición de un nuevo medio de transmisión o comunicación: el salto del papiro y del rollo al volumen, al codex, al manuscrito. El estar pendientes y confiados en el valor de lo que se comunicaba, hizo que el cristianismo se distanciara del judaísmo aceptando el codex, un nuevo medio para nuevos tiempos.
Fue tan intensa la unión entre medio y contenido que, en las persecuciones, entregar los medios, el libro sagrado, constituía una apostasía. Era tan admirado y valorado el libro, los libros sagrados, ?no es de olvidar la común raíz de liber?libri (libro) y liber?liberi (libre) que daban la vida personal antes que la destrucción o profanación de los mismos.
No es difícil seguir el itinerario del cristianismo a lo largo de la antigüedad tardía y alta edad media al filo de los medios de comunicación utilizados. La Iglesia fue pionera no sólo en la utilización de los medios ya conocidos, sino creadora de nuevos medios y métodos de comunicación, adaptándose a las diversas coordenadas geográficas y culturales. Valga una sola imagen por otras muchas: la iconografía que representa escenas patrísticas gustó dejar plasmadas imágenes de los principales representantes de las Iglesias, los Santos Padres, con un libro en sus manos o, sentado en una cátedra, amparado por una theca (biblioteca), relicario donde se conservaban los libros.
La imagen de los apóstoles, y los Padres, entre otros, S. Agustín, S. Basilio, S. Ambrosio, S. Gregorio Magno o S. Isidoro, no nos los imaginamos sin referencia a los medios de los que se sirvieron para entregar su palabra, su experiencia, su vida, su saber y su ser.
El itinerario de la Iglesia durante toda la Alta y Baja Edad Media, en Occidente, y no menos en Oriente, va unido a la aportación religiosa, humana y cultural del monacato. No deja de ser llamativo que los más importantes comunicadores durante este tiempo son, desde la paz y el silencio, los monjes. Han sido los monasterios con sus escriptorios los que se esforzaron por comunicar el saber con todos los medios de que disponían, especialmente aunque no sólo, mediante el manuscrito.
Fue posible la Europa cristiana por la red de comunicaciones sociales y eclesiales tejida por las instituciones eclesiales, sobre todo por los monasterios, que como centrales de comunicación católica están en el origen y nacimiento de la Universitas, de los lugares desde donde se comunicaba a todos el saber recibido. La Universitas (la Católica), sede de Catolicidad, debe ser el espacio en el que se fragua lo que se ha de comunicar.
No podemos imaginarnos el legado de riqueza transmitido por los siglos sin los medios de comunicación: manuscrito; imagen que atrae, es decir, arte; arquitectura que acoge y enseña; ritmo que alegra el camino y la vida; poesía que arroba... En los caminos de Europa, el pensamiento, el románico y el gótico, la cantiga y la liturgia, el gregoriano y la catedral eran medios de comunicación que dejaban huellas, es decir, formaban y plasmaban al hombre, y abrían el futuro de nuevas creaciones. Los mismos caminos se convierten en sede de pequeños comunicantes (iglesias, monasterios) para la comunicación global en los que el hombre pudo hallar razones para creer, vivir y esperar. Un ejemplo llamativo es el Camino de Santiago, como Camino de Europa, y vía de comunicaciones entre todos los países y culturas, y uno de los mayores medios de comunicación de la Edad media.
La Iglesia que mimó y conservó el manuscrito, a la llegada de tiempos nuevos, no temió seguir comunicando, transmitiendo y así, en tiempo de reformas, en la hora de Guttenberg, siguió su camino y favoreció la aparición del libro.
La Iglesia no se contentó con ser guardiana del pasado sino que oteó el futuro, adelantándose con la necesaria aceptación del libro. El paso de la época del manuscrito al libro conllevaba sus riesgos: la pérdida de pluralidad en las tradiciones y lecturas, la falta de necesidad de edición critica en el sentido de la filología moderna, la importancia de elegir entre multitud y multiformes lecturas, arriesgar a que los datos, los textos, por ser por muchos leídos fuese por muchos más subjetivamente interpretados. Mas, pese a todo, la modernidad y las reformas de la sociedad y de la Iglesia corrieron paralelas a la fortuna de Guttenberg, a la historia del libro.
Nombres como Erasmo y Sirleto, Lorenzo Valla y Lutero, están unidos por haberse servido en sus transmisiones de un medio común: la imprenta y el libro. Sería tentador hacer una breve digresión y contemplar el destino e influjo de la Biblia en sus incontables ediciones modernas, especialmente en el s. XVI, y la expansión del pensamiento moderno, de los herederos de las propuestas de Lutero, en los medios de comunicación que los siglos de la Reforma puso en mano de la sociedad de su tiempo. Todavía hoy es el día en que no hemos repensado la modernidad, en sus aspectos positivos y negativos, a la luz de la imprenta, que es lo mismo que decir, a la luz de los medios. ¿Podemos, acaso, pensar la herencia de los cuatro últimos siglos, sin el esfuerzo comenzado por los Maurinos, que recogen y ponen en la mano del lector, infinidad de manuscritos convertidos en libros, o el siglo XVIII que es capaz de traspasar a nuevos medios de comunicación el saber humanístico y científico? Un ejemplo es la magnífica biblioteca del Colegio S. Carlos ?una de las mejores bibliotecas europeas del s. XVIII?, donde comprobaremos con nuestros propios ojos y tocaremos con nuestras manos cómo era necesario adecuar a los medios nuevos las herencias recibidas.
Cada momento histórico en el que se producen profundas ?mutaciones aparecen nuevos medios de comunicación: el salto del papiro o rollo al codex, del codex al libro, del escriptorium a la imprenta, del monasterio a la universitas o a la ciudad...; nada tiene de extraño que asistiendo y siendo protagonistas, porque la Providencia así lo ha querido para nosotros, a un momento histórico de cambios abismales estemos ante el maravilloso reto de novísimos medios de comunicación para transmitir lo que recibimos y somos; medios para poner ante los demás la Creación, con mayúscula, y las creaciones.
El tiempo de la informática supone un avance que anuncia no sólo un mundo nuevo, sino que exige un modo nuevo de estar en el mundo. De ahí que los medios de comunicación están pidiendo con una urgencia inusitada la reflexión por parte de todos, y no menos por parte de los creyentes.
La comunicación interplanetaria en la "aldea global" está ante nuestra mirada y en nuestro camino como una de las más grandiosas e inquietantes creaciones del presente. El hombre y mujer, la sociedad, del mañana dependerá en su mayor parte de la utilización de los mismos: medios escritos y visuales, audiovisuales, etc. “Puestos al servicio del Evangelio, ellos (los medios de comunicación) ofrecen la posibilidad de extender casi sin límites el campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más. Con ellos la Iglesia ´pregona sobre los terrados´ el mensaje de la que es depositaria (...) Sin embargo, el empleo de los medios de comunicación social en la evangelización supone casi un desafío: el mensaje evangélico deberá, sí, llegar, a través de ellos, a las muchedumbres, pero con capacidad para penetrar en las conciencias, para posarse en el corazón de cada hombre en particular, con todo lo que éste tiene de singular y personal, y con capacidad para suscitar en favor suyo una adhesión y un compromiso verdaderamente personales” (Evangelii nuntiandi, n. 45).
Ante los que han criticado la lentitud de la Iglesia para incorporarse al mundo del progreso tecnológico hay que decir que las "precauciones" mostradas por la Iglesia en ciertos momentos históricos (a las que no hay que negar errores o "pecados" de algunos miembros de la Iglesia) suponen a la larga una defensa de la misma ciencia. Cuando el Papa recuerda en la encíclica Fides et ratio que no hay una doble verdad (no se puede dar una esquizofrenia entre los distintos órdenes de conocimiento), recuerda que toda investigación (a la que se ve movida la inteligencia humana por su horizonte de infinitud) ha de ser coherente con la "verdad" unitaria del hombre. La fe ilumina esa unidad y renunciar a ella es dejarse seducir por la apariencia.
2. ¿Qué ofrece la Iglesia al mundo de las comunicaciones?
Los esfuerzos de los hombres para comunicarse es una realidad que ha alcanzado cotas sorprendentes. Ya el Vaticano II dice: “Siempre se ha esforzado el hombre con su trabajo y con su ingenio en perfeccionar su vida; pero en nuestros días, gracias a la ciencia y la técnica, ha logrado dilatar y sigue dilatando el campo de su dominio sobre casi toda la naturaleza, y, con ayuda sobre todo el aumento experimentado por los diversos medios de intercambio entre las naciones, la familia humana se va sintiendo y haciendo una única comunidad en el mundo” (Gaudium et spes, n. 33). La “aldea global” que configura la “red de redes” interplanetaria parece confirmar ese anhelo de reunir a todas las gentes en un medio más cercano en la comunicación.
Sin embargo, esos medios ?nunca un fin en sí mismos? capaces de promover la dignidad y la libertad, válidos para alimentar las esperanzas y respetar el destino del hombre, portadores de vida moral y religiosa, pueden ser, por el contrario, sutil plataforma de ideologías disgregadoras de la persona, de visiones deformadas de la familia, la religión, de la moralidad.
Es obvio que la Iglesia debe estar y preparar a los que van a prestar el insustituible servicio de la comunicación. Y si siempre lo ha estado, hoy debe mirar con especial simpatía y confianza a las nuevas creaciones mediáticas en el nuevo mundo que se abre camino en un nuevo milenio.
La Iglesia, en los últimos años, especialmente desde el Concilio Vaticano II, como ya hemos visto más arriba, subrayó la importancia de los medios de comunicación en la Iglesia para el bien de todos los hombres. Las palabras de aliento e iluminación de la Constitución pastoral Gaudium et Spes (sobre la Iglesia en el mundo actual) y sobre todo el Decreto Inter mirifica (sobre los medios de comunicación social), también reclaman nuestra atención para realizar algunas reflexiones:
La creación en proceso
La Iglesia está y debe estar presente en el corazón de todos los medios de comunicación. Cree en ellos porque cree que la creación no ha sido sino que está siendo. La creación es un permanente in fieri. Porque creemos en un Dios Creador y Providente, creemos, acordes con la rica tradición representada por S. Ireneo de Lión, que Dios no ha creado sino que está creando. Los nuevos medios son creación de Dios para nosotros, y en ellos tenemos que contemplar la grandeza del Creador, la gloria de Dios, que se posa sobre las cosas creadas. Los nuevos medios de comunicación son magnalia Dei.
Reflexión
Los nuevos medios de comunicación, como toda realidad creada, "dan qué pensar"; esta conocida expresión de Paul Ricoeur, nos sugiere la necesidad de hacer una reflexión filosófico?teológica sobre los medios a los que aludimos, especialmente a las posibilidades que se nos abren con la informática. Desconozco que se haya hecho una reflexión prolongada y serena desde ámbitos filosóficos o teológicos sobre los medios de comunicación. A modo de ejemplo: la investigación humanística y teológica está con la mano tendida y mendicante de una reflexión sobre la incidencia de los nuevos medios, de manera especial, la informática en la búsqueda y transmisión del saber para el enriquecimiento del hombre.
Ahondando en el ejemplo: los que procedemos de la investigación sobre la Gran Tradición de la Iglesia y sobre los orígenes del cristianismo nos preguntamos: ¿cómo nos aproximaremos a la historia, cómo la interpretaremos y como se comunicará o transmitirá con las nuevas posibilidades que ofrecen al estudioso recién iniciado mundo de la informática?
Riesgos a evitar
Unicamente aludimos a algún aspecto digno de consideración: 1. el peligro de la divinización, hipostatización o sacralización de los medios que pueden abocarnos en una peligrosa idolatría. No es de olvidar que toda idolatría es una falsa aceptación de la realidad creada y, por ello mismo, no ayuda al hombre, no favorece que el hombre alcance las aspiraciones más profundas. Una falsa utilización de los medios conduce a una utilización de la persona humana y, por ende, a no respetar a la persona como valor absoluto, por ser imagen de Dios. Los medios están al servicio de la dignidad de todo hombre y mujer, y no viceversa: la persona al servicio de los medios. 2. Los medios, si son tenidos como creación al servicio y bajo el dominio del hombre, respetarán la objetividad. Por el contrario, pueden ser terreno fertilísimo en el que se planten y crezcan las semillas de peligrosos subjetivismos. 3. El recto uso de los medios favorecerá y apoyará el pluralismo y la pluralidad presente en la vida social y personal. De lo contrario, estos mismos medios pueden ser el espacio en el que se fomenten peligrosos uniformismos. 4. Lo que era para pocos ya es dominio de muchos más, por no decir para todos. Los nuevos medios pueden ser un grandioso espacio una llamada para optar por el valor de la sencillez, para que la Verdad, que siempre es sencilla por ser para todos, a todos llegue. O por el contrario, la no recta utilización de los medios puede que sea un paso más en la peligrosa vorágine de la complejidad. Veritatis simplex oratio est (El lenguaje de la verdad es sencillo), nos escribe Séneca en la Epístola 49. 5. El mensaje, y sus contenidos, necesitan cuerpo, carne, para que se hagan historia. La carne de la Buena noticia es el medio que necesite para llegar al hombre y su circunstancia. Los medios son precisos para la necesaria encarnación del mensaje que se quiere comunicar.
En definitiva, interesa subrayar esta idea: con los ojos y la mente en la historia para seguir caminos hacia el futuro, los novísimos medios de comunicación para un mundo nuevo han de ser también motivo para la reflexión y que ésta ayude al hombre y a la mujer a ser más humanos. O de otro modo, que el hombre no deje de ser hombre por dejarse superar y esclavizar por aquello que debe estar a su servicio. Que los medios estén siempre para servir a la verdad (objetividad), a la libertad, y al crecimiento de la persona y para que jamás sean espacios que encadenen y esclavicen a las criaturas. En esta línea encontramos la auténtica aportación de la Iglesia a estos nuevos medios, contando además con el cúmulo de sabiduría y prospectiva de siglos de experiencia que nos enseñan cómo Dios “habló según los tipos de cultura propios de cada época. De igual manera, la Iglesia, al vivir durante el transcurso de la historia en variedad de circunstancias, ha empleado los hallazgos de las diversas culturas para difundir y explicar el mensaje de Cristo en su predicación” (Gaudium et spes, 58). Con la llegada de las telecomunicaciones informáticas, concretamente, se abre la posibilidad para la “aldea global” de invitarla a abrazar el Evangelio por amor, y ello sin olvidar que “la verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y a la vez fuertemente en las almas” (Dignitatis humanae, 1)
3. Las nuevas tecnologías, la Iglesia y el futuro del hombre
¿Por qué la Iglesia habría de ocuparse de la informática o de Internet; por qué las nuevas tecnologías deberían prestar atención a lo que dice la Iglesia?
La Iglesia ha de dirigirse, en primer lugar, a todo creyente, ya que éste se interroga por las razones de su fe (1 Pe 3,15), y debe procurar una mayor inteligibilidad de sus contenidos que le haga progresar en esa misma fe. Por otra parte, la Iglesia presenta al mundo la estima de Dios por lo creado, llegando al umbral de la dimensión sagrada de la realidad humana; es el carácter dialógico que encontramos en toda relación fe-cultura. Así pues, la Iglesia se encuentra con las diversas realidades que constituyen la vida del hombre (creyente o no), y con ellas busca alcanzar la verdad última en las cuales cree, comunicando los frutos del camino ya realizado. Si la finalidad en el empleo de los nuevos medios de comunicación, por ejemplo, es el amor a la verdad y el respeto a la dignidad humana, entonces no es necesario comenzar el diálogo, sino que éste lleva iniciándose hace tiempo.
Una cita de la Instrucción Pastoral “Sobre los medios de comunicación social” puede ayudarnos a comprender lo expuesto anteriormente: “El concepto cristiano de la vida incluye unos principios inmutables, basados en la manifestación del amor, que es la ‘buena nueva’ del Evangelio, y en la dignidad de la persona (…) Es evidente que la práctica, la aplicación concreta de los principios y las fórmulas pastorales han de acomodarse a las circunstancias y condiciones de cada lugar y momento, según la situación de la técnica, de la sociedad y de la civilización(…), teniendo en cuenta los futuros cambios que irán produciéndose en el campo de la comunicación social” (Communio et progressio, n. 183). Y Juan Pablo II, siguiendo a esa misma Instrucción, decía: “El acceso inmediato a la información le da a la Iglesia la posibilidad de ahondar en su diálogo con el mundo contemporáneo. En el marco de la nueva ‘cultura informática’, la iglesia tiene más facilidades para informar al mundo acerca de sus creencias y explicar los motivos de sus posturas sobre cualquier problema o acontecimiento concretos” (Mensaje de S.S. Juan Pablo II para la XXIV Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales. 27/V/90). Y más recientemente: “La cultura del memorial de la Iglesia puede salvar a la cultura de la fugacidad de la ‘noticia’ que nos trae la comunicación moderna, del olvido que corre la esperanza; los medios, en cambio, pueden ayudar a la Iglesia a proclamar el Evangelio en toda su perdurable actualidad, en la realidad de cada día de la vida de las personas” (Mensaje de S.S. Juan Pablo II para la XXXIII Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales. 18/IV/99).
En el empleo de las nuevas tecnologías, dentro del ámbito de la comunicación social, es posible verificar una peculiar actividad mediante la cual la persona expresa la propia capacidad creativa y donde el lenguaje comunicativo prevalece sobre el de la técnica. A las nuevas tecnologías, se les pide responsabilidad y cooperación ante la búsqueda de la verdad, que aparece en todo horizonte comunicativo; pero la verdad, en muchas ocasiones, se encuentra velada por el misterio. Este elemento trascendente, que pertenece a lo más nuclear del ser humano, no puede ser destruido de la existencia personal, de lo contrario nos encontraríamos en el compartimento estanco de la pura técnica. Es tarea del progreso comunicativo, en cambio, la de garantizar el mantenimiento del misterio que trasciende a todo espíritu humano y su inviolabilidad. La Iglesia, pues, puede ayudar a los nuevos medios de comunicación a captar los rasgos del misterio entre los repliegues de la existencia, y, al mismo tiempo, a mostrar la grandeza del misterio cuando éste se enfrenta a Dios. La Encíclica "Fides et Ratio", por ejemplo, es una atrevida propuesta del Papa al pensamiento contemporáneo. Se dirige tanto a los que creen que la capacidad de la razón está limitada y por eso abandonan la búsqueda de la verdad, como a aquellos que se conforman con una fe simplemente "no absurda". Pero, más allá de esa fe y de una razón "instrumental" (empleo de la mera técnica) está la verdad. La fe y la razón son los dos caminos por los que el pensamiento puede acceder a ella. En su planteamiento, Juan Pablo II ve al hombre, que al preguntarse por el mundo, se siente afectado por lo que conoce y, al mismo tiempo, tiene la urgencia, cada vez mayor, de interrogarse sobre el sentido del mundo y de su propia existencia. Ese deseo de verdad forma parte de la misma naturaleza del hombre. Parte de la admiración (asombro) y se dirige a conocer el por qué de las cosas y su finalidad.
Pero estas actitudes también son generadoras de obligaciones por parte de la Iglesia. De nuevo el Concilio Vaticano II pone el acento: “Procuren, de común acuerdo, todos los hijos de la Iglesia que los instrumentos de comunicación social se utilicen, sin la menor dilación y con el máximo empeño, en las más variadas formas de apostolado, tal como lo exigen las realidades y las circunstancias de nuestro tiempo (...)” (Inter mirifica, n. 13). Las instituciones eclesiales, y fieles en general, han de aprovechar este nuevo caudal tecnológico como lugar de encuentro y testimonio de fe. Ese empeño al que aludía el documento conciliar significa ir acompañado de un salto cualitativo en cuanto promotor de valores humanos (justicia, solidaridad, etc.), teniendo siempre como criterio de discernimiento la verdad. Juan Pablo II nos dice: “Lo más urgente hoy es llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y su anhelo de un sentido último y definitivo de su existencia” (Fides et ratio, n. 102). ¿Quién, sino el mismo Jesucristo, camino, verdad y vida (“en donde se resuelve el misterio del hombre” –Gaudium et spes, n. 22), Alfa y Omega y Señor de la historia, nos puede ayudar a insertarnos en el verdadero progreso?.
La aceptación de las tecnologías en el cristianismo se basa en esta concepción: no sólo el mundo ha sido creado bueno y en orden (la justicia original), sino además a través del Verbo (que es la Palabra en la que Dios no sólo ha dicho todas las cosas, sino también la verdad definitiva sobre sí mismo). Por eso en todo diálogo “mediático” el creyente anuncia a Cristo. Ello no implica el menosprecio de las demás disciplinas sino, al contrario, la propuesta de un fundamento que será alcanzado por la fe, pero que no contradice la legítima autonomía" de ninguna ciencia. En este sentido se impone recuperar la noción de "creación continuada". Las cosas no sólo son porque en un momento determinado Dios les dio el empuje del ser, sino que continúa manteniéndolas en la existencia. Ese influjo continuo de Dios en todo el orden creado sostiene el principio de "no-contradicción" y da certeza al quehacer tecnológico.
4. Una Red desde la Iglesia para la evangelización
Un ejemplo palpable en la evolución de los nuevos medios de comunicación es Internet. Esta se nos presenta, ya que no posee un propietario exclusivo de la Red, como un verdadero instrumento destinado a todo tipo de usuarios (públicos y privados), que van favoreciendo una transformación del sistema global de las comunicaciones. Vamos siendo testigos de una convergencia de globalización humana que, lejos de una evolución meramente económica (paradigma del hombre teledirigido y manipulado), más bien parece inspirarse en ese otro sentido de la evolución creativa, en donde la interactividad del hombre se pone de manifiesto como continuación de lo social-dinámico.
Según el “Informe Mundial sobre la Comunicación” (Unesco, 1999), tres mil millones de mensajes se intercambian mensualmente en el mundo. 75 millones de personas tienen correo electrónico. Casi 30 millones de páginas de información están disponibles actualmente… y para el año 2000 están previstos cerca de mil millones de internautas. En el sector de los medios de comunicación, Internet se impone como soporte de información, capaz de trasmitir en tiempo real la actualidad junto con la radio, la prensa y la televisión. También en el campo de la formación y la educación, Internet aparece con sus infinitas posibilidades: miles de publicaciones científicas, documentación accesible, universidades y escuelas que abren sus bibliotecas en la red… Internet parece estar llamada a transformar las condiciones de trabajo rompiendo el aislamiento científico y cultural. ¿Estamos siendo testigos de una mutación de las formas de producción, intercambio y aprendizaje?; el informe de la Unesco augura que sí, asegurando que Internet se inscribirá en un ciberespacio ético si se consigue el fortalecimiento, por una parte, de las redes reservadas a la educación, a la formación y a la cultura, y por otra, de las libertades fundamentales y de las normas deontológicas .
Entre los grandes desafíos de la comunicación, aprovechando las nuevas tecnologías, nos encontramos con la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL), proyecto que, desde los inicios de la década de los 90 llevan en conjunto el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y el Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM. Es un ejemplo palpable de todo lo anteriormente dicho, aunque los medios empleados no pasen necesariamente a través de Internet. La Iglesia hace uso de un instrumento, la informática, que supone su inserción en la era del mundo digital. Pero el empleo de estas tecnologías supone la necesaria formación y cultura que den sentido a la finalidad que se busca: la evangelización. Sólo así es posible ofrecer unos servicios y obtener los mejores frutos adecuados con el propio fin de la Iglesia.
El eje cultural en el que se encuentra enmarcada dicha Red propicia además un acercamiento a la propia realidad latinoamericana que se extiende a países como España, Brasil, Portugal, o incluso parte de los Estados Unidos. Sin ignorar la diversidad de condicionamientos y caracteres, es mayor el aspecto de unidad que nos ampara: un lenguaje y costumbres comunes. Hemos sido testigos de cómo estas nuevas tecnologías aprovechan un medio de comunicación ágil y económico, llegando a los lugares más necesitados y alejados para la evangelización.
Han sido varias las etapas por las que ha pasado la RIIAL; desde la propia génesis técnica en qué apoyar toda su instrumentación, hasta la elaboración o selección de contenidos y su propio análisis. En la actualidad, y gracias, por ejemplo, al uso del correo electrónico, millones de usuarios pueden beneficiarse de publicaciones, boletines, noticias o intercambio de documentación. Sin embargo, es sólo el comienzo. La elaboración de los recientes prontuarios en las distintas áreas que conforman la RIIAL ha de ser un acicate para que las iglesias particulares sean conscientes del enorme esfuerzo que aún queda por realizar, así se ve cada vez más necesario el crear auténticos “portales” de comunicación en donde acceder a bases documentales de primera mano, sin olvidar toda la tradición de siglos atrás que suponen un tesoro insustituible para la evangelización. Quizás nos pueda cegar en algún momento ir a lo último en información, pero ésta se puede quedar en mero “ruido” (cantidades ingentes de datos sin sentido o sobrecarga de información), olvidando que todo hombre y mujer necesitan la ponderación y el discurso reflexivo de lo que entra en su corazón. A este propósito dice Juan Pablo II: “La cultura de sabiduría de la Iglesia puede salvar a la cultura de información de los mass-media de convertirse en una acumulación de hechos sin sentido” (Mensaje 18/IV/99). La eficacia, en sí misma considerada, es nada sin el espíritu que la debe animar: transmisora de valores trascendentes para la humanidad que garanticen el auténtico progreso... lo contrario “lleva al empobrecimiento de la reflexión humana, que se ve privada de los problemas de fondo que el animal rationale se ha planteado constantemente, desde el inicio de su existencia terrena” (Fides et ratio, 88).
Para concluir, creo necesaria, y a la luz de lo anteriormente expuesto, la necesidad de ir configurando una auténtica filosofía de la comunicación, dentro del gran capítulo de la informática y la RIIAL, que sirva de orientación para técnicos, responsables de contenidos y usuarios, dando así entrada a otro tipo de expertos que cuiden de amparar y explicitar las líneas de fondo del Evangelio, que es fuente primera de contenidos, y mensaje para toda la humanidad: verdad, bondad, belleza y unidad (así la verdad unitaria e integradora nos aparta de la seducción tecnológica como fin en sí misma). Por otra parte, buscar las consecuencias últimas de los medios empleados es entrar también en diálogo con los no creyentes, ya que la necesidad de saber y hallar la verdad es vocación universal. Se trata de ir en la línea en la que Juan Pablo II al final de su última encíclica, señala de vital importancia: “La filosofía, además, es como el espejo en el que se refleja la cultura de los pueblos. (...) El pensamiento filosófico es a menudo el único ámbito de entendimiento y de diálogo con quienes no comparten nuestra fe. El movimiento filosófico contemporáneo exige el esfuerzo atento y competente de filósofos creyentes capaces de asumir las esperanzas, nuevas perspectivas y problemáticas de este momento histórico” (Fides et ratio, 103-104). El Papa, sin embargo, apela a una filosofía universal que es propia de todo hombre. Esta afirmación no debe confundirse con la pretendida ciencia única intentada por Ramon Lull en su Ars lógica, ni con la buscada por Descartes en sus Regulae ad directionem ingenii. Lo que el Papa dice es que hay una filosofía primigenia en cada hombre y que no se le puede escamotear. Y así, denuncia que "la filosofía moderna, dejando de orientar su investigación sobre el ser, ha concentrado la propia búsqueda sobre el conocimiento humano. En lugar de apoyarse sobre la capacidad que tiene el hombre para conocer la verdad, ha preferido destacar sus límites y condicionamientos" (Fides et ratio, n.5). Se trataría, en esta línea, de dirigir una llamada de atención para pasar del fenómeno al fundamento. Por otra parte, en toda fundamentación se produce el encuentro entre el hombre que busca y Dios que sale al encuentro del hombre… se suspende la "instrumentalización" de la razón, porque su fin es la consecución de la verdad.
¿No es una Red Informática una forma de vivir la cultura actual, es decir, un amor al saber con los medios de hoy? La RIIAL es una demostración palpable de que la Iglesia no ha de sentir complejo alguno ante las nuevas tecnologías que el mundo de hoy nos ofrece. Nos encontraríamos, en definitiva, ante unas técnicas que en verdad prestan un servicio al hombre, y que desde la Iglesia y para la Iglesia y el mundo, miran al futuro no con miedo, sino con el paso firme de una esperanza que se muestra sin vanas presunciones ni demagógicas imposiciones... porque el hombre es libre, por ello puede llegar a alcanzar la verdad.