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Sanar la homosexualidad: terapia reparativa
La terapia reparativa, como dice el autor, no explica toda la homosexualidad, y no está bien para todos los homosexuales pero se puede permitir que algunos pidan lo que desean


Por: Joseph Nicolosi, Ph.D | Fuente: Curar la Homosexualidad (1993)



Sanar la homosexualidad: terapia reparativa

“Este libro perspicaz y que merece la pena leer, ayudará a los terapeutas y pacientes por igual. Hoy, la Terapia de Afirmación Gay demanda respeto para los propios objetivos de los pacientes. En ese espíritu, se debe respetar la insatisfacción de algunos hombres homosexuales con sus identidades y formas de vida. La Terapia Reparativa, como dice el autor, no explica toda la homosexualidad, y no está bien para todos los homosexuales pero se puede permitir que algunos pidan lo que desean. Lo que se repara es la autoestima y la relación con los demás.”

Arno Karlen, autor de Sexualidad y Homosexualidad

El Autor

Joseph Nicolosi, Ph.D es fundador y Director Clínico de la Clínica Psicológica Tomás de Aquino y cofundador de la Asociación Nacional para la Investigación y Terapia de la Homosexualidad (NARTH). Da conferencias con frecuencia y tiene su consulta privada en Encino, California.

Extracto del libro: capítulo diez ¿Cómo funciona la terapia reparativa?

Con frecuencia se me hace la pregunta: “¿Cómo funciona la terapia reparativa?” Como todas las formas de tratamiento enraizadas en el psicoanálisis, la terapia reparativa procede de la asunción de que algunas tareas de desarrollo de la infancia no se llevaron a cabo en plenitud. Se comprende que cuando el paciente era niño, experimentó que sus padres fracasaron al asistirle en estas fases de desarrollo.

Una de las mejores definiciones de psicoterapia es “la oportunidad de darnos a nosotros mismos lo que nuestros padres no nos dieron.” Sin embargo, todavía necesitamos ayuda de los demás. La terapia reparativa requiere la implicación activa de de terapeutas varones, amigos varones, y miembros del grupo de psicoterapeuta varones.
La premisa básica de la terapia reparativa es que la mayoría de los pacientes (aproximadamente el 90%, en mi experiencia) padece un síndrome de déficit de identidad de género masculino. Es este sentido interno de carencia de su propia masculinidad la base esencial para la atracción homoerótica. La regla causal de la terapia reparativa es: “La identidad de género determina la orientación sexual.” Erotizamos aquello con lo que no nos sentimos identificados. El foco del tratamiento por lo tanto es el desarrollo completo de la identidad de género masculino.

La terapia reparativa trabaja sobre asuntos del pasado y del presente. El trabajo sobre el pasado implica la comprensión de las relaciones tempranas con los padres. El
paciente con frecuencia se da cuenta de que mientras su madre pudo haber sido muy amable, probablemente fracasó en ayudarle a él a reflejar de forma precisa su auténtica identidad masculina. La madre con frecuencia ha fomentado en su hijo una falsa identidad, denominada la del “buen chico”, con una sobre-intimidad irrealista en la que la madre es confidente, amiga del alma o mejor amiga. El paciente puede haber tenido también cierta sobre-identificación con la abuela, tías o hermanas mayores.

Aunque la madre ha tenido más implicación con más frecuencia, el padre es más a menudo de baja implicación y ausente emocionalmente. Generalmente ha fracasado en reconocer al chico tanto como un individuo autónomo como un niño masculino. Fue emocionalmente incapaz de dar la mano a su hijo para que la relación progresase en su curso apropiado. El padre o no era consciente de lo que estaba sucediendo en la relación o era incapaz de hacer nada para rectificarla. Era lo más probable lo que llamo “el padre condescendiente.” La desatención emocional del padre es un recuerdo particularmente doloroso que se trata en la terapia.

Otra tarea sobre el pasado incluye la comprensión de las relaciones dolorosas de la infancia con sus semejantes masculinos y con frecuencia una relación dolorosa con un hermano mayor dominante. Cualquier experiencia homosexual precoz con semejantes u hombres mayores necesita ser examinada e interpretada. No es inusual descubrir una historia de victimización por el abuso sexual en la infancia del paciente.

El trabajo sobre el presente incluye la comprensión de cómo el paciente ha abandonado su sentido de potencia intrínseca. La potencia intrínseca es la visión del yo como separado e independiente. El fracaso en obtener completamente la identidad de género siempre tiene como consecuencia una pérdida de potencia intrínseca. Como decía un paciente:
“Cuando era niño, no salía y pedía lo que quería... Esperaba que los demás supiesen lo que quería, así que sólo esperaba.”
“¿Y si no lo conseguías?” Pregunté.
“He mantenido secretos toda mi vida. Mantuve mi poder secreto.”

“¿Qué poder?”
“Mi poder de conseguir lo que quería indirectamente –sabes, manipulando.”
Para la terapia reparativa es esencial que el paciente comprenda cómo su déficit de masculinidad llega a proyectarse sobre varones idealizados- “El otro hombre tiene algo de lo que carezco- por lo tanto necesito estar cerca de él (sexualmente).”
La terapia reparativa es de iniciación en naturaleza. Requiere no sólo una pasiva meditación sobre auto-ideas sino una iniciación activa de nuevas conductas. El paciente debe luchar para derribar patrones viejos de evitación y exclusión defensiva de los varones para formar amistades masculinas cercanas, íntimas y no sexuales.

La terapia desafía al paciente a superar las tareas relacionadas con el género perdidas en la temprana infancia. Su camino de desarrollo requiere la superación de estas tareas durante la adultez. Está llamado a “adquirir” a lo que el heterosexual ha alcanzado años antes. Así puede llegar eventualmente a un lugar heterosexual pero desde una dirección diferente.

Muchos sentimientos precoces hacia el padre y otras figuras masculinas significativas serán transferidos sobre los terapeutas varones. La terapia ofrecerá una oportunidad valiosa para trabajar por medio de estas reacciones. Los sentimientos para el terapeuta varón pueden incluir la anticipación del rechazo y la crítica, una tendencia hacia la dependencia –incluyendo dependencia hostil- y también sentimientos sexuales e ira.

Como todas las psicoterapias, la terapia reparativa crea una transformación de significado. Esta transformación de significado es el resultado de de los beneficios del paciente en introspección. Cuando llega a ver las verdaderas necesidades que yacen detrás de su conducta no deseada, consigue una nueva comprensión de esta conducta. Sus atracciones románticas no deseadas son des-mitificadas. Comienza a percibirlas como expresiones de necesidades legítimas de amor –atención, afecto y aprobación de los hombres –que no fueron satisfechas en la infancia. Aprende que, de hecho, esas necesidades pueden ser satisfechas pero no de forma erótica.
Cuando esto se comprende, tiene lugar una transformación de significado –“En verdad no quiero tener sexo con un hombre. Más que eso, lo que realmente deseo es sanar mi masculinidad.” Esta curación tendrá lugar cuando se satisfagan las necesidades legítimas de amor, atención, afecto y aprobación de los hombres.

La transformación de significado incluye no sólo una comprensión intelectual (introspección) sino también la experiencia del yo al hacer nuevas conductas.
La experiencia encarnada –es decir, la experiencia del cuerpo en el mundo de una nueva forma- transforma la identidad personal. La transformación en la identidad personal tiene lugar a través de sentirse diferente sobre sí mismo de forma repetida en la relación con los demás. En el caso de déficit de género y homosexualidad el aumento de la posesión de su masculinidad hace que disminuya la atracción erótica hacia los demás hombres. La interiorización gradual del sentido de “masculinidad en mí” aleja las tentaciones angustiosas previas.

Hace pocos años que ha aparecido la terapia de afirmación gay (GAT) para ayudar a los homosexuales a aceptar y afirmar sus orientaciones sexuales. GAT presume que los homosexuales que se sienten frustrados serían felices si pudieran sólo sentirse libres de los prejuicios interiorizados de la sociedad. GAT ve a la terapia reparativa como jugando sobre la autodecepción, culpa y la baja autoestima. Asume de forma arbitraria que “descubrirse” es la solución de los problemas de todo homosexual.

La terapia reparativa, por otra parte, ve la homosexualidad como un déficit de desarrollo. Según la teoría reparativa, la terapia de afirmación gay espera que el paciente se identifique con su patología bajo el nombre de salud. William Aaron, en su libro bibliográfico, Straight (Heterosexual), dice: “Persuadir a alguien de que hará una adaptación factible a la sociedad y a sí mismo bajando sus miras y desarrollando algo que desprecia interiormente (la homosexualidad) no es la respuesta.”

GAT presume que la homosexualidad es una variación sexual sana y natural. Entonces procede a atribuir todo problema personal e interpersonal del gay a la homofobia social o interiorizada. Su modelo teorético enmarca las experiencias de la vida del paciente en el contexto de la victimización, colocándolo, inevitablemente, en contra de la sociedad convencional.

Uno no puede evitar preguntarse cómo podría explicar GAT los beneficios obvios de la terapia reparativa –aumento de la autoestima, con disminución de angustia, ansiedad y depresión. Mejores relaciones con los demás y libertad frente a las distracciones angustiosas son afirmadas de forma general por los hombres que llevan a cabo la terapia reparativa.

De forma interesante, GAT y la terapia reparativa están de acuerdo en que el homosexual necesita y desea: darse permiso a sí mismo para amar a otros hombres. Pero GAT trabaja dentro de la ideología gay de erotización de estas relaciones, mientras que la terapia reparativa ve el sexo entre hombres como saboteador de la mutualidad necesaria para el crecimiento hacia la madurez. La terapia reparativa libera al homosexual para amar a otros hombres –no como compañeros sexuales sino como iguales y como hermanos.

La terapia de grupo plantea un especial desafío para cada hombre. El grupo debe decidir quién hablará, durante cuánto tiempo, sobre qué y con qué objetivo. Cada hombre debe decidir por sí mismo cómo utilizará la asistencia del grupo. Se espera que cada miembro tome la responsabilidad para hablar y hacerse un lugar para sí mismo en el fluir de la expresión verbal.
La terapia de grupo desafía a los hombres a dejar el viejo hábito del escuchar pasivo. Esta es una forma eliminada, auto-centrada de oír que estimula las asociaciones privadas, más que una respuesta activa a la expresión del hablante. El hábito del escuchar pasivo –consecuencia de la exclusión defensiva- perpetúa el aislamiento emocional.

El escuchar de forma activa, por el contrario, significa olvidarse de sí mismo para mantener una conexión que se siente con el hablante. El oyente activo siente una reacción interna a lo que dice el otro. Entonces puede elegir expresar su reacción bajo forma de preguntas, comentarios o consejo.

La terapia de grupo

Ofrece a los hombres de relacionarse con otros varones- una lección nunca aprendida completamente en la adolescencia. Como me decía un nuevo paciente: “Cuando era adolescente, no sabía como ser amigo. Si me gustaba un chico, me volvía demasiado fuerte, demasiado intenso, demasiado posesivo. Hoy, si me encontrase con un amigo potencial, todavía acabaría haciendo lo mismo; empiezo con el ‘Vamos a cenar, vamos al cine (ríe), ¿qué vas a desayunar?”

La mayoría de los pacientes nunca ha hablado abiertamente sobre su sexualidad con otros hombres que comparten la lucha. Esta es una nueva aventura amenazadora pero emocionante. Por lo tanto, todos los pacientes son cautos, incluso temerosos, en su primera sesión de grupo. Existe un sentido de emoción y quizás incluso la fantasía de conocer un hombre atractivo con quien podría mantener una relación íntima, incluso sexual.
Aunque las primeras sesiones de grupo se caracterizan por una curiosidad intensa de unos sobre otros, existe también una gran ansiedad sobre el revelar problemas personales. Estos hombres no están orgullosos de su orientación sexual y existe cierto sentido de vergüenza que deben afrontar. Piensan: “¡No permita Dios que haya alguien conocido!” Pero eventualmente, estas inquietudes retroceden al pasado cuando comienzan a formarse las amistades.
Una vez parte del grupo, sin embargo, cada hombre descubre que este es un lugar para sentirse aceptado y comprendido. El grupo es un lugar en el que los hombres comparten problemas comunes, ideas difíciles de superar e inspiración.

Como explicaba un hombre: “Para mí, el grupo ha sido como ponerse unas gafas cuando eres miope. Antes, sólo podía ver imágenes y patrones vagos.”

Decía otro paciente: “Me figuraba que padecía de este déficit masculino antes de venir aquí. Vine porque sabía que necesitaba ayuda para resolver qué hacer con ello. La razón por la que antes no progresé mucho era que trabajaba en un vacío, solo y sin hablar con nadie.”

El modelo básico de nuestras discusiones de grupo semanales se divide en tres niveles de comunicación:

Nivel Uno: “Sin” Nivel Dos: “Dentro” Nivel Tres: “Entre”

El nivel Uno, es típico de la primera parte de cada sesión de grupo. Tanto en la terapia individual como de grupo, sirve de conversación segura para entrar en calor. Generalmente, implica conversación sobre lo que ha sucedido durante la semana y es una narración de hechos externos sin ninguna consideración de motivaciones interiores.

El nivel 2, “Dentro”, tiene lugar cuando dos o más personas comienzan a investigar y clarificar las motivaciones de un miembro detrás de los hechos que cuenta. Existe un intento compartido para comprender cómo ha participado al producir los hechos que tienen lugar.

El nivel 3, “Entre”, es el nivel más terapéutico. Es el más desafiante y arriesgado personalmente pero ofrece la oportunidad más grande para crear la confianza. Tiene lugar cuando al menos dos miembros del grupo hablan sobre sus relaciones mutuas, mientras están sucediendo. El fijar el tiempo es central para este tercer nivel y los
miembros deben hablar en el presente. Cuando expresan sus sentimientos positivos y negativos por cada uno en el momento, describen lo que están experimentando.
Se puede necesitar un tiempo considerable para pasar al Nivel Tres de diálogo directo. Los miembros del grupo pueden ser heridos fácilmente en este nivel, se evita mucho el acercamiento y se dan encuentros de culpa. Cuando un miembro se siente herido, con frecuencia toma referencias ocultas a sus dudas sobre si el grupo le beneficia realmente. Puede amenazar con no volver la semana siguiente.

Para todos los grupos, El Nivel Tres es el que más recompensa. Proporciona la oportunidad de experimentar la reciprocidad, con su equilibrio de desafío (“protesta con resoplidos”) y apoyo (“palmaditas en la espalda.”)

En las primeras sesiones de un grupo nuevo, existe una fase inicial de “encuentro de defectos.” Se da cierta resistencia a identificarse con el grupo mientras las quejas vuelan. “No son de mi estilo, son demasiado viejos,” “demasiado jóvenes” o “demasiado promiscuos” o “demasiado inexpertos” o “demasiado religiosos” o “no lo bastante religiosos.” Este encuentro de defectos es un síntoma de exclusión defensiva, perpetuando lo que Brad Sargent llama “unicidad extrema” –por ejemplo, la idea de que “el hecho de ser especial hace imposible que los demás hombres me conozcan.” Esta fantasía mantiene a cada hombre aislado emocionalmente mientras está encerrado en el patrón frustrante de crear dos tipos de hombres de todas las relaciones masculinas significativas. O devalúa, minimiza, descarta y delega a los demás hombres a una posición inferior o los eleva, admira, y los coloca en un pedestal.

La colocación de los demás hombres en esta escala está determinada por el “tipo”, la representación simbólica del atributo masculino valorado que de forma inconsciente él siente que no tiene y que el otro hombre supuestamente posee. Estas cualidades suelen tener poco que ver con el carácter de la persona. Una vez que se desarrolla la familiaridad realista, la persona pierde su appeal erótico.

En nuestro proceso de grupo frecuentemente volvemos a la distinción entre dos tipos de hombres hecha por nuestros pacientes: ordinarios y misteriosos. Los hombres misteriosos son los que poseen cualidades masculinas enigmáticas que dejan perplejo y seducido al paciente. Esos hombres son sobrevalorados e incluso idealizados, porque son la encarnación de cualidades que el paciente desea tener.

Este patrón paralizador emocionalmente de importancia de la escala siempre se reconstituye en el proceso del grupo. La obsesión por el “tipo” es la fuente de mucha de la ira y del desencanto en las relaciones homosexuales y explica mucha de la volatilidad e inestabilidad de la relación gay.

Además de devaluar o sobrevalorar a los demás hombres, existe un tercer modo posible de reacción: la reciprocidad. Este es hacia el que nos esforzamos. Una relación caracterizada por la reciprocidad tiene las cualidades de la honestidad, apertura e igualdad. Incluso donde existe un desequilibrio de edad, status o experiencia de vida, el compartir en profundidad con otro hombre sirve de ecualizador. La reciprocidad en las relaciones es el objetivo de la psicoterapia de grupo, porque es en este nivel de interacción humana cuando tiene lugar la curación. La reciprocidad crea la apertura por
la que pasa la identificación masculina. Es el paso por el que todo hombre entra en la curación.

Un miembro de un grupo decía: “Si venía a la terapia con la idea de que sólo tenía que abstenerme de sexo sin ninguna otra forma nueva positiva de intimidad con otros hombres, no creo que tuviese esperanza para el cambio real. Ahora he aceptado mi necesidad de intimidad real, no de su expresión sexual.”

Otro miembro del grupo describía su experiencia con las palabras: “Mi grupo es la energía masculina que necesito todos los días. Ha sido una experiencia poderosa, intensa y enriquecedora. Nuestro grupo se ha convertido en el padre que todos necesitamos y perdimos en nuestros primeros años. Se da un poder, una presencia entre nosotros que nos mantiene dando, curando y amando.”
Todo el tratamiento debe superar alguna forma de resistencia al crecimiento. Podemos decir de forma muy simple que el tratamiento de la homosexualidad es el deshacer la resistencia de la exclusión defensiva de los hombres. La terapia de grupo es una oportunidad poderosa para trabajar por medio de esta exclusión, que es el rechazo a identificarse con la masculinidad.

A veces parece como si todos los miembros de nuestro grupo están cargados de imanes de forma negativa que se repelen mutuamente. Mientras existe una sensibilidad e interés genuino mutuo, también hay una precaución y crítica que puede paralizar por completo el proceso de todo el grupo.

La exclusión defensiva fue descrita anteriormente como el proceso bloqueador que impide el vínculo e identificación masculina. Aunque originalmente es una protección contra una herida que le hacen los varones en la infancia, en la adultez es una barrera para la intimidad y reciprocidad honesta con los hombres. El homosexual se atormenta entre dos impulsos que compiten: la necesidad natural de satisfacer sus necesidades afectivas con los hombres y su exclusión defensiva, que perpetúa el miedo y la ira en las relaciones con los varones.
Las manifestaciones de exclusión defensiva en el grupo aparecen como hostilidad, competitividad, desconfianza y ansiedad sobre la aceptación. Vemos miedo, vulnerabilidad y estar a la defensiva, fragilidad de las relaciones y confianza lenta y tentative, rota fácilmente por la incomprensión más leve.

Por otra parte, existe cierta resistencia a desarrollar una amistad con hombres familiares, no misteriosos –aquellos que no poseen estas cualidades. Los hombres ordinarios son minusvalorados, a veces descartados despectivamente. Un paciente describía su percepción de los hombres como sigue: “A menos que me sintiese atraído por un hombre concreto, percibía a los hombres como estos machos monolíticos, insensibles, tipos de Neandertal, con los que no me podía relacionar, y los despreciaba.” Como consecuencia de este tipo de percepción errónea, la mayoría de los pacientes ha tenido pocas o ninguna relación con varones caracterizada por la reciprocidad. Colocando a los otros hombres en una de estas dos categorías, un paciente justifica su exclusión. O se siente demasiado inferior o demasiado superior para establecer la reciprocidad necesaria para la amistad.

Esta resistencia a la amistad con hombres no misteriosos es una razón por la que, después de un interés y emoción iniciales sobre el conocer a los demás miembros del grupo como “tan débiles como yo”, y llega a sentir desprecio de ellos. Puede sentirse particularmente disgustado con los miembros del grupo “más débiles”, los más afeminados, más emocionales, que muestran rasgos de personalidad de vulnerabilidad. Es importante que esta resistencia sea tratada en una terapia individual.

La experiencia terapéutica esencial es la desmitificación de los hombres de ser objetos sexuales a personas reales (eros a ágape). Separando su experiencia de estas dos percepciones distintas, un paciente de veintiocho años decía:

“Inmediatamente después de cada experiencia homosexual se siente como si hubiese perdido algo. La intimidad afectiva que buscaba en otro hombre no tenía lugar. Me quedo con el sentimiento de que no es únicamente sexo lo que buscaba.

Esto está en contraste con mi relación con mi amigo heterosexual Bob. No siento la necesidad de tener relaciones sexuales con él. Estar tan cerca de él, obtener todo lo que quiero de nuestra amistad, pero sin ni siquiera pensar en sexo... cuando me permito realmente tener esos amigos, es muy fortalecedor.”

Cuando los miembros del grupo se encuentran socialmente, existe siempre la posibilidad de que caigan en una relación sexual. En raras ocasiones, ha habido una “caída” así. El contacto sexual daña de forma inevitable la amistad y puede destruirla completamente o proporcionar la oportunidad para un mayor crecimiento por medio de la honestidad más profunda. Las implicaciones de una caída tal son grandes, tanto para los individuos implicados como para la totalidad del grupo. Por lo tanto, desafío a los hombres implicados a reflexionar y a dialogar.
“Después de la caída”, se les pide a los hombres que hablen mutuamente en respuesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuándo me ocurrió por primera vez la posibilidad de una experiencia sexual?
2. ¿Qué cosas hice para dármelas ante ti en la situación?
3. ¿Qué efecto emocional tuvo este incidente sexual sobre nosotros dos? ¿Violé
tu límite personal?
4. ¿Siento ira hacia ti?
5. ¿Fui manipulador? ¿Fui egoísta? ¿Puse mis necesidades antes que las tuyas?
6. ¿Cuáles eran las auténticas necesidades emocionales que buscaba satisfacer
contigo? ¿Comodidad, atención, seguridad, afecto, poder, alivio sexual?
7. ¿Conseguí lo que buscaba? Si no lo hice, ¿Qué conseguí en vez de eso? ¿Impidió nuestro progreso?
8. ¿Cómo ha cambiado la conducta sexual la calidad de nuestra relación?

Con respecto al futuro:
1. ¿Qué necesidades emocionales auténticas tengo en relación contigo ahora?
2. ¿Qué quieres de mí ahora?
3. ¿Cómo puedo facilitar tu desarrollo?
4. ¿Qué quieres aprender de mí sobre la amistad masculina?
5. ¿Qué clase de experiencias necesitas de mí todavía?
6. ¿Necesito pedirte perdón?
7. Ahora, ¿Cómo vamos a ser mutuamente?

Si estas preguntas se responden en honestidad dolorosa, entonces estos dos hombres encontrarán nuevas formas no eróticas de ayudarse a sí mismos y mutuamente.

La fantasía gay perenne es que el sexo es posible en una amistad masculina. Pero el grupo llega a tomar conciencia de un hecho ineludible –que un encuentro sexual entre dos hombres altera permanentemente la calidad de su relación. Los que se encuentran implicados en una relación pueden negar que pasara algo destructivo. O pueden admitir que pasó “algo” pero insisten en que sin consecuencias. Ahora, debemos concentrarnos en el hecho de que el sexo nunca forma parte de amistades masculinas sanas.

Pasados los meses, el grupo trabaja muchos problemas. Muchos de estos están relacionados con la auto-aserción. Con frecuencia los hombres cuentan una tendencia a “perder” o a comprometerse a la aprobación masculina. Se da un sentido de victimización y de ira por lo que tenían que hacer para obtener la aceptación de los demás. Los hombres ven con qué rapidez pueden verse atrapados en dependencias hostiles.
La psicoterapia es un proceso que nos permite crecer hacia la integridad. Yo le digo al grupo que aunque supuestamente el tema principal es la homosexualidad, el proceso subyacente, de hecho, es realmente el universal de iniciación, crecimiento y cambio.

Los hombres se dan cuenta de que están retados a crecer hacia la adultez más completa, y cada uno –heterosexual y homosexual, paciente y terapeuta- tiene sus propios obstáculos personales que superar, basados en errores del pasado en el desarrollo emocional. Estas habilidades distintivamente humanas de reflexionar y de elegir el cambio positivo son verdaderos milagros de la naturaleza humana.

¿Puede un homosexual llegar a ser alguna vez “en verdad” heterosexual?

Discutiendo su propia curación, Alan Medinger, un líder prominente del movimiento ex-gay, describía la siguiente inquietud:

“Años después de haber dejado
atrás virtualmente todas las atracciones homosexuales y años después de una bendecida y placentera relación sexual en mi matrimonio, un factor continuaba molestándome. Si entran en una habitación un hombre atractivo y una mujer atractiva, es al hombre al que miro primero.”

De hecho, los críticos de la terapia reparativa creen que la fantasía determina la orientación sexual de un hombre. Entonces, si un hombre heterosexual tiene una fantasía homosexual, ¿eso lo hace homosexual? Si alguien tiene una fantasía de robar algo, ¿eso le hace ladrón?
Podríamos encontrar una respuesta a esta cuestión de la curación en el libro del Dr. Salmon Akhtar, Estructuras Rotas, donde describe “La Parábola de Los Dos Floreros.”

El Dr. Akhtar describe que enseña un curso sobre la patología de carácter a una clase de internos de psicología clínica. Fue preguntado por un estudiante si un paciente perturbado severamente podría ser curado de forma tan completa por la psicoterapia que lo hiciera indistinguible de una persona que siempre había estado bien. Respondió:

“En silencio por un momento y luego impulsado por una voz interior alcancé espontáneamente la siguiente respuesta. Le dije: “Bien, supongamos que existen dos floreros hechos de porcelana china hermosa. Ambas son complejamente talladas y de valor, elegancia y belleza comparables. Luego sopla un viento y una de ellas cae de su sitio y se rompe en pedazos. Se llama a un experto de una tierra lejana. Cuidadosamente, paso a paso, el experto pega las piezas. Pronto el florero roto está intacto de nuevo, puede mantener agua sin salirse, está intacto para todos los que lo ven. Pero este florero es ahora diferente del otro. Las líneas que marcan que ha estado rota, un sutil recuerdo de ayer, quedarán siempre discernibles para un ojo con experiencia. Sin embargo, tendrá cierta sabiduría ya que sabe algo que el florero que no se ha roto no sabe. Sabe lo que es romperse y ser arreglado.”

En mi último encuentro con el gran investigador, el Dr. Irving Bieber, pocos meses antes de su muerte a los ochenta y dos años, le pregunté: “¿Los pacientes homosexuales que usted trató, de verdad cambiaron internamente o simplemente obtienen el control de su conducta?”
Rápidamente, de forma segura, respondió: “¡Por supuesto! Muchos de mis pacientes llegaron a ser completamente heterosexuales.”
Continué: “Pero con frecuencia parece que quedan algunos pensamientos e ideas homoeróticos.”

Con la misma certeza instantánea dijo: “Seguro que sí. Puede que siempre queden.” Y se encogió de hombros.
Deseando no discutir con un viejo sabio, me mantuve en silencio pero después pensé:

“¿Cómo podría Irving Bieber describir tan confidencialmente una contradicción tan obvia?

Los floreros de Akhtar ofrecen una respuesta: “El florero roto está intacto, puede mantener agua sin salirse, está sin tacha para todos los que lo ven pero las líneas que marcan lo que ha estado roto dejan un sutil recuerdo del ayer.”
Puedo concluir de la parábola de Akhtar que los hombres heterosexuales, floreros formados de arcilla suave, no conocen el trauma de caer de sus pedestales ni la sabiduría que procede de saber lo que es romperse y lo que es arreglarse.
Para muchos hombres, la terapia reparativa es el medio para ser “reparados.”

Extracto del libro: Curar la Homosexualidad (1993) Por Joseph Nicolosi, Ph.D.







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