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Cancún: la persona al servicio de las plantas
El ecologismo cristiano tiene por objeto al hombre, que nunca puede ser medio para nada, sino fin en sí mismo


Por: Eulogio López | Fuente: www.hispanidad.com



Los ecologistas logran imponer su criterio máximo sobre desarrollo: reducir la población. Por lo demás, el acuerdo obtenido supone un corsé para el crecimiento económico, es decir, retrasa la salida de la crisis. La economía verde es una ruina.

Antes se llamaba calentamiento global, pero como en el hemisferio norte, que es quien domina la información en el planeta, hace mucho frío y la sensación popular no es de asfixia ambiental, le cambiaron el nombre: pasó a llamarse cambio climático, concepto más ambiguo y que lo mismo sirve para una sequía que para una inundación. En la sociedad de la imagen, la nuestra, se funciona bajo el lema: “Cara, yo gano; cruz, tú pierdes”. Si llueve es una tragedia, si no llueve te acercas al apocalipsis. Una vez que has conseguido grabar esta mentira en las mentes y convertirla en consenso global, puedes cruzarte de brazos: los medios de comunicación, siempre amantes del tópico, harán el trabajo por ti. Las televisiones se llenan de imágenes sobre las hambrunas producidas por las sequías, a pesar de que la tecnología creada por el hombre puede afrontar la sequía más pertinaz en el más pertinaz de los desiertos. También sobre ciudades anegadas por el agua, a pesar de que ninguna generación como la actual ha conseguido la tecnología necesaria para encauzar y aprovechar las crecidas de los ríos.

En ese espíritu de psicosis colectiva se ha celebrado la Cumbre de Cancún, heredera del Protocolo de Kioto y de la otra tontuna internacional: la conferencia de Copenhague. El acuerdo final no acuerda nada, salvo unas promesas de ayuda del Norte al Sur para reforestación.

Al final, la Cumbre de Cancún ha servido para lo de siempre: para encumbrar el eco-panteísmo, la filosofía dominante en el siglo XXI, visceralmente anticristiana y anti-occidental, que pretende convertir al hombre en esclavo de las plantas, de los animales, de la naturaleza y del llamado medio ambiente, que nadie sabe lo que es.

Se trata de una visión radicalmente anticatólica, porque la Biblia decreta la postura opuesta: henchid la tierra y sometedla. Las alusiones papales a la necesidad de proteger la naturaleza no tienen por objetivo la naturaleza misma, sino las futuras generaciones, que necesitan someter, al igual que nosotros, a esa naturaleza y ponerla al servicio de las personas. En suma, el ecologismo cristiano tiene por objeto al hombre, que nunca puede ser medio para nada, sino fin en sí mismo. Hay que conservar el medio ambiente aseadito para las futuras generaciones… y sólo por esa razón.

Ted Turner es quien más clarito lo ha dicho en Cancún. Entre todas las teorías más o menos disparatas expuestas en México, el multimillonario gringo ha sido mucho más práctico: pidió la implantación obligatoria de la política china del hijo único en todo el planeta, aunque nadie dudó de que estaba aludiendo a esos pobres del Tercer Mundo que no hacen otra cosa que parir como conejos. Lo que vino a decir fue lo siguiente: los ricos no tenemos hijos porque somos unos comodones. Ustedes, los pobres, no deben tener hijos porque luego hay que alimentarlos. El chico, hay que reconocerlo, es muy sincero. En lugar de repartir las riquezas naturales entre todos los hombres, el objetivo de Turner, y de todo Cancún, consiste en reducir el número de seres humanos beneficiarios. Así, los ricos podrán seguir tocando a más.

Por lo demás, ninguna conclusión sobre ayudas del mundo rico al mundo pobre. Ni exigencias de implantación de un salario mínimo internacional ni de reducción de las subvenciones públicas a la agricultura, con las que el Occidente reduce a cenizas la agricultura en los países pobres.

Encima, el acuerdo conseguido –tranquilos, no se cumplirá- obliga a los países firmantes -casi 200, o sea, casi todos- a producir energía –la materia prima de la economía no es el dinero, es la energía- renovable. Los ecologetas gustan hablar de economía verde, y todos sabemos lo que significa: molinillos y paneles solares en lugar de energía nuclear. En definitiva, una energía cara que supone un corsé para el crecimiento económico y que retrasará la salida de la crisis. La economía verde es una ruina.

Un consejo: olvídese del cambio climático y dedíquese a disfrutar de la vida y a extenderla. Lo único importante es el hombre, no las plantas.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com







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