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El católico ante la política
Estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos


Por: Padre Jordi Rivero |



Responsabilidad Social

El católico, como todo ciudadano, tiene una responsabilidad social. Es cierto que en la política hay mucha corrupción y que algunos grupos cristianos se han descarriado al abandonar la fe en favor de un mesianismo político. Pero la solución a estos errores no es desentenderse de la política sino servirse de ella para el bien a la luz del Evangelio.

Ningún político, ningún partido, es El Camino, La Verdad y La Vida. Pero todos están llamados a ser instrumentos. Es la responsabilidad del ciudadano discernir con objetividad, sometiéndolos constantemente a la prueba. La medida es siempre Cristo a quien todo debe someterse.

La Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, nos enseña fundamentos sólidos para discernir y actuar en el campo social. La deplorable condición en que se encuentran nuestros países del continente Americano demuestra la urgencia. Trabajemos pues con confianza para expandir el Reino de Dios.


Algunos puntos importantes:

Ningún gobierno, partido o político se puede confundir con el Reino de Dios. Todos deben someterse a Dios de manera que reciban de Él la luz y la gracia necesarias para ejercer su misión. Toda autoridad legítima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios.

Debemos discernir los gobiernos y los políticos a la luz de su obediencia a las leyes de Dios. Los gobernantes, como todo ciudadano, están sujetos a las leyes de la moral. Estas leyes son parte de la ley natural, son accesibles a la razón cuando se buscan con sincero corazón. Ejemplo: El respeto a la vida humana, salarios justos, etc. «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». (Hch 5, 29)

La doctrina social de la Iglesia expone las obligaciones de los gobernantes y de los ciudadanos de promover y defender todos los derechos humanos y buscar el bienestar de todos en especial los pobres.

Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.

Evitar la demagogia. Los políticos saben que teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación en base a la repetición de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc., bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares pero que sean justas. Recordemos cómo Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo "era conveniente".

El fin no justifica los medios. Nunca será aceptable utilizar un medio, en sí mismo perverso, para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.

Ordenar las prioridades. El bien común de la nación debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo, no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.

Obligación de participar en la política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Es por eso que todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico no puede ausentarse de su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien, le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable del mal político.

Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: "En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación" (Documento "Political Responsibility")

La libertad. La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.

En su visita a Estados Unidos en 1987, Juan Pablo II retó a los Estados Unidos a vivir completamente los nobles preceptos de su Constitución respetando la dignidad de todo ser humano:

"Por esta razón, América, tu más profunda identidad y verdadero carácter como nación se revela en la postura que tomes como nación hacia la persona humana. La prueba máxima de tu grandeza está en la forma que trates a cada ser humano, pero especialmente a los más débiles y más indefensos". (Juan Pablo II en Estados Unidos, 1987)

Algunos dicen que no se debe votar basado en un solo tema. Aunque es cierto que se deben considerar los diferentes temas que afectan a la nación, hay temas que son más importantes que otros y en los que se fundamentan los demás. Hay algunas posiciones políticas que por si solas son tan graves que deberían ser suficiente para no votar por el candidato que las sostenga. Por ejemplo: No podemos votar, en buena conciencia, por un candidato que promueva la "limpieza étnica", aunque tuviese un gran plan para la economía. Es por esta razón que un católico no debe votar por un candidato que promueva el aborto.

 

 

 

 



 

 







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