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Características del apóstol
No encuentro mejor compendio ni modelo más luminoso para el apóstol: Cristo, entregado a la realización plena del plan de Dios


Por: Mensajes :-) | Fuente: Catholic.net



¡Cuánta frivolidad espiritual, cuánta cobardía apostólica, cuánta timidez malsana en la psicología de algunos! Y yo no echo en cara a nadie el propio temperamento, que es un don natural de Dios. Lo que pretendo poner en evidencia es la fe lánguida, nominal, sin un flujo dinámico y avasallador en la vida; porque es la fe vigorosa, la caridad teologal, la única que determina la audacia, el arrojo y los frutos concretos en el campo apostólico.

El apóstol que la Iglesia necesita es lo opuesto al que vive agrapado a sí mismo, que no busca aportar, sino solo vegetar, volcado sobre sí mismo, holgazán, sin irradiación espiritual; que se entrega en cuerpo y alma a los placeres capitales de la pereza, de la avaricia, o es víctima de su envidia, orgullo o ira solapada. No espereis encontrar en dichos sujetos vibración apostólica, transparencia de eternidad, pues ni siquiera llegan a tener calidad humana; son seres achatados en su dimensión espiritual, frustrados, mutilados, monstruosos, que no alcanzan un mínimo nivel de honestidad humana.

Cristo nos presenta otro modelo. En la vida de la Iglesia es ley de vida el crecimiento, la superación, porque es algo intrínseco a la vocación cristiana. Cristo nos presenta como condición primera de seguimiento la necesidad de negarnos y morir a nosotros mismos diariamente. Y hablando del Reino de Dios, confirma esta ley de crecimiento: es la semilla arrojada en el campo que no deja de crecer día y noche; es el fermento que ejerce constantemente su acción transformadora en la masa; es la red arrojada al mar que va arrastrando toda clase de peces. La gracia de Dios es un principio de vida y movimiento que se inserta en el cristiano y lo hace crecer constantemente; es como el corazón en nuestro organismo: una vez puesto a andar, ya no puede pararse, so pena de provocar la muerte.

Debemos adoptar una metodología férrea de trabajo, disciplina y superación. Aprender a aprovechar nuestro tiempo para las tareas pendientes, organizándonos un programa, una guia y un calendario. Aprender a negar las fuertes corrientes hedonistas de nuestro tiempo.


Quien quiera de verdad superar este marasmo, curándose de esta parálisis espiritual y de esta esterilidad apostólica, no pierda de vista el ideal que nos presenta la Iglesia, encarnado en Cristo. No encuentro mejor compendio ni modelo más luminoso para el apóstol: Cristo, entregado a la realización plena del plan de Dios.

 

 

 

 



 

 

 

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