Reporte médico
Por: Una misión en tu vida (1) | Fuente: Catholic.net
Hospital Santa Fe
Montevideo, Uruguay
Fecha: 1 de junio de 1994
Nombre del paciente: Mariana de la Mora
Fecha de nacimiento: 1 de junio de 1994
Peso al nacer: 3.950 kg.
Estado general al nacer: completamente sana. Sus miembros están completos. Sus reacciones fueron normales.
Fecha: 27 de junio de 1994
Se le practica un cateterismo y se descubre que Mariana tiene un defecto en las arterias que salen del corazón, pues una de ellas se encuentra estrangulada. Es necesario operarla para que pueda sobrevivir...
Fecha: 3 de agosto de 1994
La pequeña es sometida a la operación y durante la misma sufre un paro respiratorio. Le falta oxígeno unos cuantos minutos y al salir de la operación, la niña, que antes sonreía al ver a su madre, se chupaba el dedo y pataleaba sin cesar, ha quedado ciega e incapaz de mover sus piernas.
Fecha: 15 de agosto de 1994
Resultados del análisis de los ojos: todo está bien: la córnea, el globo ocular, el nervio óptico, no hay defecto ni enfermedad en ninguna de sus partes. Sin embargo, la niña no puede ver. ¿Qué ha sucedido? ¡Los ojos han perdido la conexión con el cerebro!
Resultado del análisis de las piernas: el tono muscular, la formación de los huesos, la irrigación de sangre, todo funciona a la perfección, pero la pequeña no puede moverlas porque... ¡no están conectadas al cerebro!
Fecha: 15 de junio de 1995
Los ojos de Mariana han perdido su brillo, quedando opacos y sin vida, y sus piernas se han ido deformando poco a poco hasta quedar volteadas hacia atrás, totalmente rígidas como si fuera una bailarina de porcelana. Es natural, ya que el cuerpo de Mariana se "ha dado cuenta" de que esos miembros, ojos y piernas, no le sirven y no le servirán jamás y han dejado de recibir irrigación. Son miembros atrofiados y el resto de los órganos del cuerpo han dejado de "gastar energías" para mantenerlos con vida...
Lo mismo que sucedió en el cuerpo de Mariana es lo que sucede en la vida de la Iglesia. Todos formamos un cuerpo cuya cabeza es Cristo. Cuando un miembro pierde la conexión con la Cabeza, por el pecado mortal, se vuelve inútil. Cuando los demás miembros dejan de "prestarle atención" a cualquier órgano, éste corre el peligro de atrofiarse y morir.
Ahí radica la importancia del apostolado: en la Iglesia todos necesitamos trabajar para mantenernos vivos y mantener vivos a los demás. No podemos aislarnos del resto del cuerpo, pues todos necesitamos de todos.
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