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Reunión de oración para pedir el don de la paz
Las culturas y las religiones pueden enfrentarse, pero no deben enfrentarse necesariamente. Se debe evitar ese enfrentamiento. La religión enseña el amor no la violencia


Por: Cardenal Francis Arinze, Presidente, Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso | Fuente: Vatican.va




El 24 de enero de 2001 se reunieron los representantes de las religiones del mundo en Asís. Acudieron por invitación del Santo Padre, para orar. Son conscientes de las tensiones existentes en el escenario internacional. Hay acontecimientos que turban. Existen preocupaciones. Las cosas podrían ir mejor. Pero también podrían empeorar. La humanidad tiene necesidad de paz. San Francisco de Asís atrae a las personas de muchas religiones porque fue hermano de todos, porque los amó a todos, porque tuvo un corazón abierto a todos. Los representantes de las diversas religiones acudirán en peregrinación a Asís para pedir a Dios, en la oración, el don de la paz.

Armonía desde la pluralidad religiosa y cultural

La sociedad humana en el mundo está haciéndose cada vez más pluralista desde el punto de vista cultural y religioso. La relativa facilidad de los medios modernos de comunicación y transporte ha sido uno de los factores que ha influido en ello. Así, se ha producido una creciente interdependencia de los pueblos en ámbito económico, cultural, social y educativo.

Esta pluralidad es un hecho. La gente debe aprender a aceptarla. Deben proseguir los esfuerzos positivos para promover un mejor entendimiento recíproco y una mayor colaboración entre pueblos de diferentes culturas y religiones. Las culturas y las religiones pueden enfrentarse, pero no deben enfrentarse necesariamente. Se debe evitar ese enfrentamiento. Por eso, la humanidad debe avanzar, evitando un enfrentamiento y fomentando la armonía y la colaboración.

Hay muchos desafíos y tareas que requieren la colaboración de las personas procedentes de diferentes ambientes. Por ejemplo, una mayor justicia en la sociedad, la reducción de la brecha entre ricos y pobres, la promoción de la paz, la prevención de la guerra, el uso de los bienes terrenos y la conservación del medio ambiente.

El Papa Juan Pablo II invitó a los representantes de las diferentes religiones a Asís con esta convicción de la necesidad de colaboración. En 1991 ya había afirmado: "Estoy persuadido de que las religiones tendrán hoy y mañana una función eminente para la conservación de la paz y para la construcción de una sociedad digna del hombre" (Centesimus annus, 60). Diez años después, repitió esa misma convicción en la clausura del gran jubileo: "En la situación de un marcado pluralismo cultural y religioso, tal como se va presentando en la sociedad del nuevo milenio, este diálogo es también importante para proponer una firme base de paz y alejar el espectro funesto de las guerras de religión que han bañado de sangre tantos períodos en la historia de la humanidad" (Novo millennio ineunte, 55).

La religión enseña el amor no la violencia

Toda religión digna de este nombre enseña el amor al prójimo. Es verdad que la dimensión principal de la religión es vertical: atención a Dios, al Creador, al que es preciso adorar, alabar y dar las gracias. Pero la dimensión horizontal de la religión viene inmediatamente después: aceptar y respetar a las demás personas.

El amor al prójimo, que el cristianismo profesa como la regla de oro de la conducta moral ("Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos: porque esta es la Ley y los profetas", Mt 7, 12), también forma parte del patrimonio doctrinal de otras grandes religiones del mundo. Cito aquí las máximas de seis:

Hinduismo "El deber supremo es no hacer a los demás lo que te causa dolor cuando te lo hacen a ti" (Mahabharata 5, 15, 17).

Budismo "No hieras a los demás, para que no te encuentres herido tú también" (Udanavarga 5, 18).

Confucianismo "La benevolencia máxima consiste en no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti" (Analectas Rongo, 15, 23).

Judaísmo "Lo que para ti es odioso, no lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley; todo lo demás es un comentario" (Talmud, Shabbat 31 a).

Islam "Ninguno de vosotros es creyente si no ama a su hermano como a sí mismo" (Las 42 tradiciones de An-Nawawi).

Religión tradicional africana "Lo que das -o haces- a los demás, eso te darán -o harán- a ti" (Proverbio ruandés).

Dios es Dios de amor y no de odio; es Dios de vida y no de muerte; es Dios de paz y no de guerra. "El nombre del único Dios tiene que ser cada vez más, como ya es de por sí, un nombre de paz y un imperativo de paz", dice Juan Pablo II (Novo millennio ineunte, 55). Los que provocan conflictos, odio, violencia y terrorismo deben saber que en la medida en que lo hacen no son buenos miembros de ninguna religión. La violencia en nombre de Dios o de la religión es una contradicción, como dijo también el Santo Padre durante la VI Asamblea general de la Conferencia mundial sobre la religión y la paz, el 3 de noviembre de 1994 (cf. L´Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de noviembre de 1994, p. 4). El encuentro de Asís dice "no" a las guerras de religión y a todos los actos violentos o terroristas, especialmente cuando se perpetran en nombre de la religión. Al mismo tiempo, personas de muchas religiones defienden implícitamente el respeto al derecho humano fundamental a la libertad religiosa, para que cesen todas las persecuciones y discriminaciones contra las personas a causa de su religión.

El camino de la paz

La senda de Asís es también un camino de paz. Es mejor para la humanidad que los seguidores de las diferentes religiones estén convencidos de que deben caminar juntos por la senda que lleva a la paz.

Este camino implica aceptar la realidad de la interdependencia de los pueblos, cuando se acoge libremente y se vive con generosidad. Entonces se engendra la virtud moral de la solidaridad. Las personas aprenden a aceptarse mutuamente, no como enemigos o adversarios, sino como compañeros del viaje de la vida.

La solidaridad exige prestar atención a las situaciones de injusticia, opresión o represión. Exige también un compromiso realista en favor del desarrollo de los pueblos. "El desarrollo -dijo el Papa Pablo VI- es el nuevo nombre de la paz" (Populorum progressio, 76-80). Si las personas tienen hambre, si carecen de vivienda, si son ignorantes, si se ven privadas de asistencia sanitaria, y si no se respetan sus derechos políticos, estamos lejos de la senda de la paz.

El cristianismo transmite un mensaje universal

El mensaje de amor y sacrificio que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, trajo al mundo es significativo para todos los pueblos, lenguas, culturas y religiones. Cristo eligió nacer en Palestina, en Asia menor, en Asia occidental, o en Oriente Próximo, como dirían algunos hoy en Occidente. Pero la religión que fundó es para todas las naciones. Vino para "reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11, 52).

San Pablo, uno de los primeros misioneros, difundió inmediatamente el cristianismo en Europa (cf. Hch 16, 9-10). Siguiendo el desarrollo de la historia, el cristianismo asumió algunos elementos de la cultura grecorromana. Muchos misioneros, hasta el siglo pasado, procedían de Europa.
Pero la situación está cambiando. El cristianismo llegó a América hace quinientos años. En África, el norte fue cristiano ya desde los primeros siglos; al sur del continente, desde el Sahara, ha progresado mucho la fe cristiana durante los últimos 150 años.

En 1659, la Congregación para la evangelización de los pueblos, al enviar misioneros a Asia (Lejano Oriente), les dio instrucciones muy claras de respetar las culturas de los nuevos pueblos que aceptaran el Evangelio y de cambiar sólo lo que fuera incompatible con el Evangelio (cf. Collectanea de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide 1, n. 135, p. 42).

La Iglesia, especialmente en nuestros tiempos, subraya la necesidad y la urgencia de la inculturación.

Aunque en esta cuestión no todos los misioneros alcanzan la altura del padre Matteo Ricci, y aun reconociendo que algunos misioneros han cometido auténticos errores, es muy clara la doctrina de la Iglesia.

Por consiguiente, no es correcto identificar el cristianismo con Occidente, o achacar al cristianismo los elementos negativos de la cultura occidental, como el liberalismo, la permisividad y la tendencia secularista a vivir como si Dios no existiera.

Oración humilde

Las personas religiosas aprecian la necesidad humana de Dios. La oración brota del corazón humano hacia Dios, el Creador, porque la criatura humana acepta su dependencia total de Dios.
Cuando se ha dicho y hecho todo lo posible, la paz sigue siendo don de Dios. Aunque la humanidad tiene necesidad de los gobiernos, de la Organización de las Naciones Unidas y de las diversas asociaciones nacionales e internacionales para la paz, toda la humanidad recibe el don de la paz sobre todo de Dios como fruto de la oración humilde. Y cuando la oración va acompañada del ayuno y de la solidaridad con los pobres se convierte en una petición más eficaz ante Dios.


El aprecio de esta dimensión espiritual en la búsqueda de la paz ayuda a explicar por qué la invitación del Santo Padre a los representantes de las religiones del mundo a acudir a Asís en 1986 para orar y ayunar por la paz fue acogida con gran entusiasmo.

Cardenal Francis ARINZE
Presidente

 







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