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¿Cómo creó Dios al mundo?
La Biblia mira la creación desde el punto de vista de Dios y no se contrapone con la ciencia


Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte



4. «Nos interesa muchísimo conocer cuándo fue creado el mundo, en qué época apareció el hombre, cuál fue la cuna de la Humanidad; pero de nada de esto nos habla la Biblia, pues no es un libro científico sino religioso, y lo único que le interesa decirnos es que el mundo es obra de Dios, y que Dios intervino de modo especial en la creación del hombre» 62.

El P. Antonio Romañá, S.I., en el discurso pronunciado al ser admitido en la Real Academia de Ciencias de Madrid, cita esta frase de San Agustín: «Dios en la Biblia no nos ha querido enseñar cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo»
63.
«La Sagrada Escritura no tiene como fin fundamental comunicar enseñanzas sobre ciencias profanas, sino guiar a los hombres hacia su salvación eterna»
64.

Con todo, los descubrimientos arqueológicos confirman los relatos bíblicos.
Kenyon que fue director del Museo Británico de Londres, señala que la investigación arqueológica moderna ha corroborado la verdad de las Escrituras
65.«Puedo afirmar categóricamente que jamás hallazgo arqueológico alguno ha desmentido una referencia bíblica. Docenas y docenas de descubrimientos arqueológicos realizados han venido a confirmar asertos históricos de la Biblia» 66.
En 1957 el Profesor de la Universidad Complutense, Alejandro Díez-Macho, descubrió en la Biblioteca Vaticana el Codex Neophyti I, que es un manuscrito del Pentateuco bíblico en arameo, que era la lengua que se utilizaba en tiempos de Jesús. Este manuscrito ha sido editado en cinco tomos por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
67.

5. La Biblia nos cuenta en el Libro del Génesis cómo creó Dios el mundo.
La Biblia habla de siete días. Pero la palabra hebrea «yom», día, también significa un período largo de duración
68.
«Tampoco se puede insistir en el orden que se atribuye a los seres creados. (...) Busquemos en ellos, no un orden cronológico sino un orden lógico y artificial.
»Pongamos un ejemplo:
»Quiere un escritor narrarnos la Historia de España durante la Edad Media.
»Dedica el primer capítulo al reino de Asturias; otro capítulo al de León; otro al reino de Castilla. Es natural que en esta distribución lógica y geográfica, se complique la cronología. En el primer capítulo nos darán hechos posteriores a ciertos hechos de los capítulos siguientes»
69.

Nuestro modo de hablar, moderno y occidental es distinto del de la Biblia, primitivo y oriental, al que se acomodó Dios en sus revelaciones. La Biblia se expresa en un estilo sencillo y figurativo, adaptado a la mentalidad de aquel tiempo. El teólogo tiene que distinguir el contenido del mensaje revelado, del contexto en el que ha sido expresado. Hay que tener en cuenta que la Biblia lo que pretende es transmitir una enseñanza religiosa. Su misión no es enseñar ciencia ni historia
70.
«La Biblia no se propuso ninguna finalidad científica. Por lo mismo, tampoco nosotros debemos buscar en la Biblia solución científica a los problemas que plantea la ciencia moderna»
71. En el modo de hablar se acomoda al modo de pensar y expresarse del pueblo al que se dirigía. No es lo mismo decir una cosa, que afirmarla. Al decirla, me acomodo al modo de hablar. Al afirmarla, la quiero enseñar. Cuando a un niño se le dice que la cigüeña le ha traído un hermanito (aunque este modo de hablar no sea recomendable como lo digo en el nº 66,4) no se afirma que sea ése el modo de nacer de los niños; se emplea un modo de hablar metafórico y figurativo, erróneo y equivocado, pero el que lo emplea lo considera el más adecuado para hacerse entender 72.

6. No puede haber contradicción entre Ciencia y Fe, pues las dos vienen de Dios. En efecto, Ciencia es el conocimiento de las leyes que Dios ha puesto en la Naturaleza, y Fe el conocimiento de las verdades religiosas que Dios ha revelado. Con todo hay que tener en cuenta, que la Ciencia mira la creación desde el punto de vista de las causas naturales, y por ello se interesa directamente de su desarrollo en el tiempo, y del orden exacto de ese desarrollo. La Biblia, en cambio, mira la creación desde el punto de vista de Dios, como Causa Primera y Universal; por eso no atiende en su narración al desarrollo temporal objetivo, sino que toda ella está atenta a la afirmación de la causalidad divina en cada uno de los elementos de la creación. Y en cuanto al orden y duración del proceso creativo escogió un modo de hablar que se acomoda a lo que aparentemente tenía lugar en el cielo -tal como se contemplaría desde la Tierra-, y a una verdad que tiene sumo empeño en inculcar: la sabiduría divina en crear, que se muestra en proceder en orden ascendente, es decir, de lo más imperfecto a lo más perfecto
73; aunque la valoración la haga conforme a las apariencias sensibles y al modo corriente de hablar sobre estas cosas en su época. Lo más importante en la Biblia es el mensaje que quiere enseñar, y no el modo de hablar que usa para enseñarla.

Hay que tener en cuenta que su lenguaje es sencillo y popular. Acomodado al pueblo al que se dirigía
74. Por eso, el orden que sigue en sus primeros capítulos, como en no pocos otros, no es precisamente el cronológico, sino un determinado orden lógico, y viendo las cosas desde la Tierra. Habla de un modo popular, según las apariencias, no según los principios científicos 75. Por eso dice que el murciélago es un ave 76, y es un mamífero; y que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra, pues Josué mandó detenerse al Sol: «... y el Sol se paró en medio del cielo» 77. También hoy en día, incluso en los libros científicos se dice que el Sol sale y el Sol se pone; como si fuera el Sol quien da vueltas alrededor de la Tierra. Y todos sabemos que el Sol, ni sale ni se pone, sino que es la Tierra la que, en su rotación, presenta a los rayos solares diversas partes de su superficie. Es que hablamos de las cosas del cielo tal como se ven desde aquí; y aunque este modo de hablar no es exacto ni científico, todos entendemos lo que queremos decir.

Igualmente, cuando en el primer capítulo del Génesis emplea la palabra «día» al relatar la creación del mundo, no hay que entenderla como un día de veinticuatro horas, sino como un espacio de tiempo
78.
El hablar de los seis días de la creación tiene un fundamento litúrgico: inculcar el descanso sabático. Presenta a Dios antropológicamente, trabajando seis días y descansando el séptimo
79.
«Teje una narración escalonada hasta llegar al hombre, como culminación»
80.

 


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