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Respuestas pastorales al ataque sectario

Ya lo dijimos...
Sólo el reconocimiento de la Verdad trascendente y la fidelidad a ella ha de permitirnos reconstituir una trama social que no va camino de disolverse, sino que ya se está disolviendo.


Por: Oscar Gerometta | Fuente: Catholic.net



Sólo una breve reflexión antes de sumergirnos nuevamente en la ambigüedad nuevaerista.

No es por ser pedante, pero tengo dificultades para encontrar una expresión equivalente, y que plasme de modo acabado la tan conocida: ¡Yo lo dije!

Cuando hace ya varios meses estalló el escándalo en torno a los allanamientos de fincas pertenecientes a los Niños de Dios, reflexionando sobre la cobertura periodística de los hechos decíamos que temas como este debían ser tratados con la debida profundidad e integridad ética, que quizás el ensañamiento con ´La Familia´ se debía a que no eran anunciantes de ningún medio de comunicación ni tenían espacios comprados en los medios porque grupos de igual tenor sectario, e incluso socialmente tan agresivos o más que ellos, no merecían ningún comentario sino que por el contrario tenían amplio espacio de programación incluso de canales de televisión, y su publicidad aún cuando pudiera entrañar la comisión de algún delito, era aceptada acríticamente en medios radiales, escritos y televisivos. Para comprobar esto no hace falta más que tomar la sección de clasificados de nuestros diarios. La nota terminaba preguntándonos qué hubiera ocurrido, qué juicio hubieran merecido por parte de los medios de comunicación los Niños de Dios, si hubieran sido anunciantes o propietarios de espacios de programación.

Hace falta una toma de posición clara, sólidamente fundada y tenazmente defendida en torno a la problemática social que implican los así llamados movimientos sectarios. O son perniciosos en el orden social o no lo son. Cada uno debe asumir posición sobre el tema y obrar de modo coherente con su opción, asumiendo las consecuencias que de ello se derivaren.

Porque resulta que ahora, meses después, ´La Familia´ es el ejemplo de los perseguidos por la falta de libertad de conciencia, han sido oprimidos por una justicia parcial, son los protagonistas de programas periodísticos en canales de televisión de primera línea, etc. etc.

Han pasado de ser pervertidores de menores con una psiquis extraviada, a ser ejemplares padres y madres de familia, únicos mensajeros de la Palabra de Dios. De los resultados terribles que arrojaron los peritajes médicos realizados sobre los niños por orden judicial todos se olvidaron, de la literatura y los vídeos secuestrados que tanto horror causaron en su momento (no olvidemos aquel de la niña impúber que contoneandose como bailarina de bar americano cubría su desnudez sólo con un lienzo semitransparente) ya nadie habla , han desaparecido de todos los medios, de los fundamentos del fallo en disconformidad del tercer juez miembro de la Cámara nadie dijo una palabra, los comunicadores sociales miran hacia el otro lado y han oprimido el ´delete´ de sus computadores olvidando tolo lo que ´valientemente´ habían investigado, los funcionarios están ocupados en estudiar el presupuesto de las tareas de rellenado de los baches que presenta la banquina del camino hacia un presunto ´primer mundo´. Parafraseando al Cardenal cuando trató el tema: los responsables a nivel social : funcionarios del Ejecutivo, diputados, senadores, intendentes, periodistas, jueces, ...´bien gracias´.

Quizás cuando arda otro Waco en Panamericana y Av. Márquez, cuando muera sacrificado en un primitivo rito animista el hijo de algún funcionario de primera línea, o cuando la policía tenga que rescatar de la prostitución sagrada la hija de alguna estrella de la farándula, quizás solo entonces reaccionemos. Mientras tanto ni la posibilidad del consumo de alucinógenos, ni la reducción a la esclavitud de jóvenes, ni el abuso de la conciencia de nuestros adolescentes, ni la disolución social que sufren nuestros principales centros poblados, son motivos de preocupación; seguiremos esperando el debate de una libertad de culto que regula lo que el Estado no puede ni debe regular, y olvidándonos de la preservación de nuestros auténticos valores culturales.

Pero cuidado, porque cuando se produzca el incendio, o lloremos la muerte, o lamentemos la destrucción personal de nuestros jóvenes, quizás entonces reaccionaremos con la irracionalidad y la falta de respeto de la intolerancia, de la persecución, de la opresión. Quizás cuando ya tarde se decida alguien a reaccionar, actuando cegado por la ira o el deseo de venganza, no sea ni justo ni respetuoso, sino que por el contrario quizás esté más cerca del totalitarismo e intolerancia nazi que de la pretendida tolerancia pluralista que hoy se enarbola para ocultar la perversión y el desequilibrio.

Ni permisivos ni opresores: justos defensores de los valores superiores de la cultura que hemos recibido. Sólo el reconocimiento de la Verdad trascendente y la fidelidad a ella ha de permitirnos reconstituir una trama social que no va camino de disolverse, sino que ya se está disolviendo.







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