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Carlos María Abascal Carranza: Un retrato personal
El haber trabajado con Don Carlos María Abascal por 15 años, me dio la oportunidad, fundamentalmente, de conocer su parte humana y generosa, sin dejar de mencionar su extraordinaria capacidad de líder


Por: María Flor Espinosa Uribe | Fuente: Yo Influyo



Con mi más profundo agradecimiento, respeto y admiración… A sus tres meses de su fallecimiento.

Don Carlos María Abascal… “Señor”, como siempre lo llamé…

El haber trabajado con Don Carlos María Abascal por 15 años, me dio la oportunidad, fundamentalmente, de conocer su parte humana y generosa, sin dejar de mencionar su extraordinaria capacidad de líder, comprometido siempre con sus semejantes y su país.


Don Carlos, invariablemente, salía de su casa para llegar a misa de 8:00 horas, en la Iglesia de Chimalistac; inmediatamente se trasladaba a su primer compromiso de trabajo para continuar con una extensa agenda de trabajo, que regularmente concluía entre 20:00 y 20:30 horas, si no había reuniones que terminaran más tarde…

Una frase común de Don Carlos al despedirse, era: “hasta mañana, engorden y sean felices”; para posteriormente regresar a casa a disfrutar con su esposa y con sus hijos las vivencias del día…

La vida de Don Carlos siempre se enmarcó dentro del amor a su familia y a su trabajo. Fue comprensivo, servicial, sin presunciones, sin envidias, no fue altanero ni egoísta; nunca se irritó, ni guardó rencor, procuraba ser justo. Disculpó sin límites, confió sin límites, soportó sin límites, todo por el amor a sus semejantes.

Don Carlos, hombre sumamente humano, caritativo y piadoso; siempre confiando en todos y en todo. Recuerdo, como uno de tantos ejemplos, que nunca se cerraron con llave sus oficinas, y menos sus escritorios, durante la Coparmex, la Secretaría del Trabajo, la Secretaría de Gobernación, el Partido Acción Nacional y la Fundación Rafael Preciado Hernández; y no dudo que así fuera también en sus 32 años en la Afianzadora Insurgentes… fue tal su confianza en la gente, que jamás desapareció cosa alguna.

Don Carlos nunca tuvo miedo de luchar por sus ideales y principios, definiéndose a sí mismo como un “político católico”, sabiendo la gran responsabilidad de lo que estas palabras representaban; pero con la esperanza de mover corazones y conciencias.

En donde se presentaba, sus palabras siempre resonaron con fuerza, cargadas de congruencia y autoridad moral. Su principal objetivo: los jóvenes; siempre pensando en dejar en ellos sembrada la semilla de la lucha por el bien común.

Su trabajo y el dolor

Cuando Don Carlos se enteró de su enfermedad, lo asumió con valentía y fortaleza, aún sabiendo que era poco el tiempo que le habían diagnosticado los médicos… No obstante, su Fe y entereza le permitieron continuar trabajando como todo un “soldado de Cristo”… Cada vez los malestares eran más fuertes, pero sus ganas de salir adelante, también… siempre confiando en Dios con Esperanza.

La enseñanza más grande para mí, de parte de Don Carlos, fue: “Ante cualquier adversidad, siempre hay que aceptar la voluntad de Dios de pie y con alegría, para seguir el camino...”.

Primero vivió la muerte de su hijo pequeño, Carlos; después la pérdida de su padre, Don Salvador, y años después, la muerte de su madre… todo muy doloroso para él, pero conforme de saber que regresaban a la Casa del Señor…

Todavía recuerdo cuando la tarde del 25 de mayo de 2006, en el panteón, después de la sepultura de Doña Lupita, su madre, le pregunté: “¿señor, hacia dónde?”. Él contestó: “a la oficina, a continuar…”.

Una libreta, testigo de su amor a su esposa y a su familia

Un día antes de su regreso a la casa del Padre, fui a verlo al hospital… su familia estaba acompañándolo… Pidió que lo dejaran unos minutos conmigo, diciéndome: “Flor, necesito darle tres indicaciones”.

Su voz era baja y débil, por lo que él tomó mi libreta y empezó a escribir, con una letra tenue. Ahí quedaron plasmados sus últimos deseos… uno de ellos, el principal: un regalo para su amada esposa... Le reiteré mi compromiso para cumplir con lo que él me había pedido…

“Su supuesta muerte…”

No quiero dejar de reflexionar sobre esto: Don Carlos tuvo muchas caricias de Dios durante su vida… pero recibió una especial, la aparente y dolorosa noticia de “su muerte”.

Pareciera algo doloroso, sin embargo, Dios le permitió ver y saber, antes de morir, el enorme cariño y reconocimiento que le manifestaron y le manifestarían centenares de personas por las semillas que siempre sembró; lo mismo que sucedió el pasado 2 de diciembre cuando él partió… Se fue conociendo su sublime y, ¿por qué no?, hermoso funeral.

Don Carlos no fue, sino es y será siempre un hombre ejemplar de vida, primero como hijo de Dios, esposo, padre, abuelo, amigo, estudiante, empleado, jefe directivo, empresario, líder social y político.

Don Carlos nació con un sello especial de bondad, sabiduría y dominio de sí mismo, partes fundamentales en el ser humano, ya que es ahí de donde se desprende la intención y la acción de la persona, tal y como él lo hizo.

Don Carlos se fue, pero su misión sigue viva, mientras nosotros, los que tuvimos la oportunidad de convivir con él, sigamos su ejemplo y trabajemos por el bien común.

Con mi más profundo agradecimiento, respeto y admiración.

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