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La voz del hijo que jamás vi
Es un libro que invita a reflexionar sobre el sufrimiento causado por las secuelas del aborto y la pérdida de un hijo.


Por: Eduardo Armstrong | Fuente: Catholic.net



Lágrimas de Silencio

Han pasado ocho años... y aún no puedo olvidarlo.
¡Yo le abandoné! Su recuerdo, todavía presente en mis entrañas me atormenta con ese profundo vacío que causa su ausencia. Continuamente lo extraño, lo quiero… y lloro en soledad.

A veces me digo: ¡No puedo más! Y en mi desesperanza sólo preguntas... Hijo mío, si muerto estás ¿por qué reapareces dentro de mí? ¿Dónde te encuentras, hijo perdido de mis entrañas? Te presiento y luego recuerdo: Todo fue a causa de mis temores, te obligué a partir mientras no podía verte… y cometí un error de infinita injusticia cuando ya te sentía… ¡viviendo en mí!

Si no podrán conocerte ya mis ojos ¿porqué mi corazón dice que aún no me abandonas? Hijo mío, ¿dónde estás? Quisiera verte, sentirte, hablarte, y si me aceptas… entregarte mi amor.


Introducción

Un hijo es la más grandiosa experiencia que toda madre tiene en su vida. Desde la concepción, en la intimidad del primer instante se inicia un profundo cambio físico y psicológico que ciertamente la transforma despertando su espíritu maternal.

Como una poderosa fuerza invisible, cada vida nueva es acompañada de intensos sentimientos de ternura. Son los sensibles efectos del nuevo amor que se está creando: el más puro y a veces, el más incomprendido.

Una fuente de vida y amor llena del vigor inicial, que en ocasiones se ve truncada por causas naturales pero también, por circunstancias donde la madre desencadena un drama eterno. Sin darse cuenta, ella junto a quienes más quiere, son arrastrados hacia insospechados y desconocidos tormentos que pueden prolongarse por el resto de su existencia.

Y la madre que toda mujer lleva dentro de sí, continuamente se pregunta: ¡Ay! Si pudiera hablarte, ¡cuántas cosas te diría! ¿Y tú, qué me dirías? ¿Me reprocharías? ¿Cómo poder reparar lo hecho? Hijo mío… perdóname.

Y su hijo le responde: No llores, mamá


No llores, mamá. ¡No llores por mí, que yo vivo por ti!

Verte sufrir no quiero, pese a que esas lágrimas son también mi consuelo, porque ellas me muestran tus profundos sentimientos; los más auténticos y valiosos para mí.

Te quiero tanto, mamá... ¡Cómo no podrás imaginar!

Igual que tú, quisiera estar contigo plenamente, tenernos el uno al otro y darte todo lo que tengo. Pero ahora no se puede, porque lo hecho… hecho está. Regresar al pasado no podemos, sin embargo, en tu presente dispones de la forma de cambiarlo todo y de construir… nuestro futuro.

¡Mamá! ¡Estoy vivo! ¡Y tú también lo estás! Ambos tenemos ese maravilloso regalo de la vida. ¡Soy tu hijo! Gracias a ti existo, y a mi padre… y también gracias a nuestro Padre común quien jamás nos abandona.

Te quiero demasiado, y tal como eres. Mamá, preocuparte por mí no debes… mi amor por ti jamás morirá.

No llores mamá…

Aquí puedo sentirte

¿Crees acaso que estamos separados ya que no me ves? En cada instante puedo sentirte, quererte y abrazarte, porque aquí todo existe para el amor, que en este lugar no tiene límites. Cuando quiero sentirte y abrazarte, lo hago y lo disfruto intensamente. Recuerda, somos uno: Yo tengo tu amor y tú el mío. Y ambos tenemos el amor de nuestro Padre común, quién nos protege y regala su amorosa alegría… La que hoy alimenta cada instante de mi vida.

¡Sí! Cada vez que aceptamos el amor en nuestro corazón, éste existe, y nada puede limitar su fuerza. Mientras que en el mundo donde tú estás lo debes buscar, aquí se lleva dentro de cada uno: es uno mismo.

Te tengo y encuentro dentro de mí. Te abrazo, quiero y adoro dentro de mí.

Aunque no lo creas, hay momentos en que siento tanta felicidad que puedes percibirla ya que tú estás en mí. Sí, tú puedes compartir mi felicidad, mi alegría y mi presencia. Pero, te pones triste porque te hago recordar y piensas que ya no puedes tenerme junto a ti. Y de la pena que te causa mi ausencia brota tu soledad, acompañada de esos sombríos pensamientos y emociones de angustia silenciosa que suelen ponerte tan melancólica.

Te ruego que tengas en cuenta que esos sentimientos son buenos. Muy buenos. Tus sufrimientos sanan tus heridas aún abiertas y, paso a paso, te permiten liberarte de las cargas del pasado. Gracias a tus tristes recuerdos, lloras por dentro, y fruto de tus lágrimas te limpias de esas pesadas cargas que hoy obstruyen tu felicidad. Por eso, considéralos mi regalo. Ellos te dan la oportunidad de crecer y avanzar nuevamente en la vida. Descontaminan tu mundo interior colmándote de vida nueva y fresca, para que hoy y mañana puedas actuar como nuestro Padre común lo desea: siendo realmente feliz. A través de ese camino comprenderás mejor el maravilloso y verdadero valor de darte a los otros. Y ese camino nos llevará a estar juntos nuevamente.

No te preocupes. Ten paciencia. La espera es insignificante comparada a lo que juntos compartiremos. El tiempo que nos separa es breve frente a la infinita alegría que nos promete la esperanza de poder estar unidos nuevamente.

¿Quieres saber?

¿Te gustaría saber cómo estoy? Imagina un sueño verdadero y maravilloso, el cual nadie puede soñar jamás. Aquí todo es tan simple y sencillo, que resulta difícil de creer y comprender para quienes aún permanecen en tu mundo.

¿Estás sorprendida de hablar conmigo? ¿Esperabas que tu bebé lo hiciera? Yo soy tu bebé, una persona completa y madura. Ya no tengo el cuerpo de un bebé, sino uno diferente al que reconocerás de inmediato cuando llegue tu momento.

Por favor, escúchame mamá: ¿sabías que toda la vida fue creada por Dios para el amor? O sea, para compartir la máxima felicidad. ¿Es simple, no? Pero recuerda que nuestro Padre es también el Padre de la Verdad, y por lo tanto, desea que todo lo creado por Él junto a nosotros exista en libertad. De esta forma, sin condiciones, Él todo lo da.

El amor y la felicidad son consecuencias: del amor del Padre y de la voluntad individual expresada libremente por cada persona en cada una de sus acciones. Por ello todo lo que Él ha creado es justo y compartido, aunque con frecuencia allá les cueste darse cuenta; la capacidad de crear vida, de dar amor y felicidad. Todo es compartido. Todo depende de uno y todo depende de todos.

¿Recuerdas el momento en que me creaste? ¿A mi padre? No olvides que al llamar a la vida ustedes dos llamaron al amor. Y el Amor se hizo presente gracias a ustedes dos y con Su presencia me lo dio todo, guardándolo muy dentro de mí, en mi alma.

Ustedes tres me dieron la vida. ¡Tres amores! Amor del Padre; amor de madre; y amor de padre… A él también lo recuerdo tanto, ¿se dará cuenta de cuánto lo quiero?

Y así se inició mi vida, esa que viene directamente de Dios. La verdadera vida recibe a la que tú conoces y la integra a la vida del espíritu, la definitiva… y la del amor pleno. Mamá, ahora no me ves, pero sí puedes sentirme y escuchar mi voz en tu interior.

Nuestro Padre común, Dios, desea que nos desarrollemos paso a paso, por todo esto que ya te he dicho. Él sabe que es un delicado proceso, similar al de un niño que crece en la vida como si lentamente despertara de un largo sueño, hasta que por fin llega a ser una persona que se ha formado de manera plena: libre según su voluntad, madura y responsable, es decir, consciente del valor de su existencia y de sus actos. Así, todos podemos llegar a ser cada vez mejores, más completos y únicos, porque cada uno desarrolla una vida única... ¡Te estoy aburriendo! Es que si no te explico esto, difícilmente comprenderás lo que me ocurrió. Y tú lo quieres saber, ¿verdad?

Entonces sigo...

Regalos incomprendidos

Mamá, la libertad es un regalo maravilloso pero la mayoría de las personas, o mejor dicho, casi todas en tu mundo, con frecuencia no la utilizan para lo que fue creada persiguiendo lo contrario a lo que da felicidad. Si yo hubiera vivido más en tu mundo, de seguro me habría ocurrido lo mismo. En consecuencia, allá muchas veces las personas crecen con grandes daños que producen tanto sufrimiento.

Pero tú no debes lamentarte. Aprende a ver al sufrimiento como un llamado del amor; de ese amor que llevas en tu interior, quien te invita y dispone a entregarte al servicio del prójimo, incluso en la adversidad. Los sufrimientos podrán tener variadas causas, pero cualesquiera estas sean, su efecto siempre despertará e invitará al amor, solicitando su presencia que sana y transforma. Piensa, si no existiera el sufrimiento sería realmente trágico, ya que nadie tendría la oportunidad de limpiar su interior de tantas acciones que se realizan contra sí mismo. No podrían arrepentirse, ni reparar los daños que frecuentemente hacen a quienes les rodean.

Mamá, porque me fui tan temprano, yo no alcancé a realizar actos voluntarios que dañaran mi alma. Entonces nuestro Padre me recibió con todo Su amor. Mamá, quiero decirte que el valor de lo que tú realizas allá representa una oportunidad que no tiene tiempo ni medida. A pesar de que con frecuencia tú crees que no la tienes porque te ciegas en la desesperanza y la soledad. Por eso no la aprecias como debieras. Es una oportunidad única; la que no pude tener y de la que tú no volverás a disponer. Por favor, aprovéchala por mí.

Si me has comprendido bien, acepta tus sufrimientos con alegría, y trata siempre de encontrar motivos valiosos para darles un sentido de vida. De esta forma, lograrás crecer y llegar a ser cada día más feliz, al ayudar a otras personas a ser más felices. Vivirás más tranquila y obtendrás la alegría de vivir.

Tu tiempo… es también mi tiempo

Arriésgate a vivir de verdad, aprovecha cada instante y sin lamentar lo que no pudiste lograr. No sabes cuánta felicidad es posible crear allá, y tan sólo dando un poco de aprecio y afecto a quien lo necesita. No aceptes el desaliento, porque siempre has tenido, y tendrás, a nuestro Padre con Su Verdad dentro de ti. ¡No estás sola! Él sí puede asegurarte todo para conducirte a la felicidad. Pero sin su ayuda, es muy posible equivocarse y terminar menos feliz que al principio.

Mamá, yo no estoy solo. Estoy con Él, y con tantas personas más que no te podría contar. Aquí hay tantos que me quieren, los que también esperan por ti; no te imaginas la cantidad de personas que te quieren y esperan. Pero así como acá nosotros te esperamos, allá tú también debes esperar. Tu tiempo debe ser cumplido, y lo mejor posible para que nos podamos encontrar nuevamente, y para siempre. Porque en este lugar todo es justo y lo creado, creado está; Ya existe, así como nadie puede regresar a su pasado. También abunda la comprensión, la misericordia y el perdón, pero el camino no es fácil, te tienes que esforzar. Tienes aún mucha vida para aprovechar y cada vez que lo haces, me ayudas también a mí, a todos los que te esperamos aquí como a todos los que te quieren en tu mundo. No te imaginas las consecuencias de cada acción de amor realizada allá donde tú estás mamá. Ellas se sienten en todo el universo, su maravilloso efecto se contagia como una gran ola que nos llega, directa o indirectamente, a todos. Mamá, ¿sabías que todos estamos juntos y unidos por nuestra realidad y origen común? Te ruego ahora que me escuches, porque sé que a veces te cuesta apreciar lo que tienes: Tu poder para crear acciones de amor en cada instante de tu vida es verdaderamente infinito. ¡Créeme! Eres una persona muy importante; tú eres alguien muy querida, apreciada y valiosa miembro de una comunidad enorme a la que afectas con tu vida, tu presencia y tus acciones.

Muy pronto… nos veremos


¡Te quiero! ¡Te adoro! Y siempre te esperaré.

Mi mayor anhelo es que seas feliz. Tan feliz, como yo lo soy. Nunca olvides que somos como una sola persona cuando nos unimos en nuestro amor. Cada vez que te acuerdas de mí y cada vez que lloras o te alegras por mí, es porque sientes que estoy contigo, dentro de ti. Y eso es bueno, porque así como yo te necesito, tú también me necesitas a mí; y cuando estamos juntos, me permites actuar dentro de ti para ayudarte a aprovechar mejor esa maravillosa oportunidad de vivir aún en un mundo lleno de necesidades insatisfechas, tareas pendientes y sufrimientos que consolar: un mundo hambriento, de dar y recibir amor.

Querida mamá, ¿sabías que las carencias de quienes te rodean son las necesidades de Dios que tú puedes ayudar a cubrir? ¿Y que esas tareas pendientes, incluso aquellas pequeñas o anónimas, o esas que nadie desea hacer, son las más apreciadas por nuestro Padre? ¿Sabías que esos padecimientos que son tantos y de tantas personas cercanas a ti, son los sufrimientos de nuestro Padre que tú puedes consolar compartiendo tu amor? Con el amor que Él mismo te regaló sin pedir nada a cambio y que sólo tú puedes entregar, porque ahora te pertenece.

Mamá, nada sobra en la creación; todo es perfecto y por eso tu amor es infinitamente necesario —el que tienes y puedes dar—. Tú dispones de un lugar especial reservado aquí para ti. Tu amor tiene un espacio infinito que ocupar, porque el amor que Dios te ha dado siempre ha sido infinito.

Mamá, te suplico que me escuches… para que aprendas a ser feliz: Hoy tienes tu gran oportunidad, y ahora, por intermedio tuyo, también es mi gran oportunidad. Eres mi mayor esperanza y sé que no me vas a defraudar, porque es cierto que soy inmensamente feliz pero también lo es que juntos seremos todavía más. Y todo lo que hayas hecho allá por nuestro Padre, ayudando a otras personas, significará nuestra mayor felicidad. Una felicidad que deseo como no te imaginas, ya que con ella podremos agradecer en alguna medida, por pequeña que sea, el amor que Él nos ha dado.

Mamá, estoy seguro de que nos veremos… y entonces, nada nos separará jamás.

Ahora ya sabes dónde me puedes encontrar, y que juntos estamos en una sola vida, la tuya. Más feliz, ahora me puedo despedir, porque ambos sabemos que no es una despedida. Y no olvides que siempre te he querido… Te quiero tanto. Acéptame por favor y quédate junto a mí, que estoy dentro de ti.

Tu hijo.



Eduardo Armstrong, autor católico, se fundamenta en el pensamiento cristiano para mostrar la nueva oportunidad de reconstruir una vida, porque: “Si el amor nunca muere, un hijo no puede morir”.


Comentarios al autor: earmstrong@usec.cl







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